viernes, 31 de diciembre de 2010

Futuro

Estamos en los días que habitualmente se llenan de buenos propósitos para el nuevo año: dejar de fumar, aprender inglés, leer más, practicar deporte regularmente, adelgazar… Fallidos casi siempre. Colocar los cambios de vida en una aleatoria raya del calendario es tan artificial, tan forzado, que está abocado al fracaso. Suena a repetida cantinela que alivia las carencias que más nos desagradan, a mantra que reaparece cada doce meses para ahuyentar la mala conciencia. En general, esos buenos propósitos no son verdaderas y comprometidas decisiones personales.
Por eso creo que éste es un buen momento para hablar del presente. Un conocido psiquiatra afirmaba que atender al presente concede más paz de espíritu que deambular por las ramas del futuro. Sobre todo cuando las cábalas sobre lo que vendrá, se nutren de mentiras piadosas o, mucho peor, de la obscena y apenas disimulada alegría de los que creen que contra peor, mejor para ellos. Y más corto el recorrido para heredar la catástrofe que hace tiempo vienen pronosticando y deseando.
No hay, desde mi punto de vista, otro futuro que merezca la pena considerar que el que señala el final del trabajo que tenemos entre manos o del proyecto que nos está ilusionando. Nada más útil que centrarnos en lo concreto, en lo de cada día. En nuestro oficio. En lo que sabemos hacer como nadie o en lo que estamos aprendiendo para poder hacerlo después. Insiste Godard en su última película “Film socialisme” –más discurso que cine, por cierto-, en su persecución contra el ser y el estar y en su reivindicación del hacer. No le falta razón, sobre todo en estos tiempos de permanente espectáculo. De sofisticada ocultación entre la aparente transparencia globalizada.
Sólo recuerdo una campaña electoral en la que se trazaron caminos con fundamento para construir un país mejor y crear una ilusión de verdadero cambio. Fue la de Felipe González en el año 1982. Con la idea fuerza del “valor del trabajo bien hecho”. De absoluta vigencia a día de hoy, el último del 2010.
El trabajo bien hecho. El que se afronta con toda el alma. Con la pasión del que disfruta con lo que hace, del que ama el oficio que ha elegido o le ha tocado desarrollar. En suma, aquello que, descrito así para andar por casa, podríamos llamar productividad. Tan reclamada últimamente por los que dicen entender mucho de economía y poco saben de liderazgo social y político.
Todos conocemos gente a la que vemos disfrutar con su trabajo. Que hace las cosas como si fueran para él mismo y las entrega orgulloso a quién las recibe. Que se esmera en mejorar el producto de su labor, en explicarlo, presentarlo, venderlo… Hay gente de este tipo en cualquier ocupación: camareros, médicos, albañiles, oficinistas… Admirables por el amor propio que ponen en todo lo que tocan.
Por desgracia también hay otros, a veces a nuestro lado, que transmiten desgana y aburrimiento. Relojes que sólo esperan la campana de salida. Malhumorados, infelices, anclados en la protesta permanente. Para esos no hay futuro. Y para el país, lo habrá si los primeros se convierten en mayoría. Si son capaces de contagiar su entusiasmo y su generosidad. Sobre todo a los jóvenes que buscan modelos de vida que les permitan crecer con una base sólida bajo sus pies.
Así que, para el próximo año, a los dirigentes debemos pedirles valentía y cooperación, en vez de continuo enfrentamiento. Y a nosotros mismos, los ciudadanos, trabajar mejor, más y con todo el interés del que seamos capaces. Aunque cobremos algo menos. Emulando a los que se entusiasman con lo que hacen e ignorando a los vagos o ventajistas que puedan rodearnos. Con menos propósitos en el aire y más entrega en el quehacer del día a día. No hay otro modo de hacer futuro del presente. Ni otro camino que nos aleje de la decadencia y nos acerque al renacimiento. ¡Feliz año nuevo!

viernes, 24 de diciembre de 2010

Historias para las noches de invierno

De pequeños, a la hora de dormir, mis hijos siempre me pedían historias inventadas. Las preferían a los cuentos clásicos. Eran implacables si notaban que el relato se repetía: “esa ya me la has contado”, decían. Así que, aguzando el ingenio, tomé la decisión de buscar, en las cosas sencillas, personajes capaces de cobrar vida cada noche para enhebrar su propio relato. De ese modo, los fideos de la cocina llegaron a convertirse en señores muy delgados que necesitaban comer mejor para no ponerse enfermos. Y en el tarro de los garbanzos, aparecieron un par de niños gorditos que debían tener cuidado con las golosinas. Incluso los lapiceros de colores decidieron, en alguna ocasión, salir de su estuche para dar un paseo por la ciudad. Nada mejor para alcanzar un sueño reparador que sumergirse en las historias que alguien nos cuenta.
Vargas Llosa afirma en “La verdad de las mentiras” que las novelas no se escriben para contar la vida, sino para “añadirle algo y dotarla de lo que creemos nos falta o con lo que no estamos conformes”. Y añade: “no hay nada más revolucionario que la ficción”.
Lo cierto es que todo puede relatarse de diferentes maneras, describirse desde distintos ángulos, destacar unos matices, ocultar otros... Por eso en las historias, la realidad, para el que las lee o las escucha, es sólo un espejo que nunca repite su reflejo de igual modo. Un aforismo medieval sostiene que “no te conocerás aunque te mires al espejo”. Cierto. Fíjense ustedes lo que hacen cuando se acercan a él en su cuarto de baño: las muecas que siempre repiten y el sempiterno intento de forzar el gesto para tolerar mejor la imagen que nos devuelve. Nadie está conforme en “como sale en la foto” o “le enfocan en la televisión”. Unos menos y otros más, pero ninguno lo suficiente. Por eso los fotógrafos y los cámaras también se alían con la ficción, utilizando los benignos ayudantes que su oficio les otorga: maquillaje, photoshop, retoques…
Todo vale si nos hace ser más felices. Y hay noches que están pensadas para eso. Como la de hoy. Noches para disfrutar contándonos historias al calor del hogar y de la cena. Historias para confirmar lo que juntos hemos vivido y edificar un relato compartido. Dice Borges en “El Aleph” que “todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”. Construido con la argamasa de los recuerdos, los sabores, los olores y los pequeños cuentos de familia que, aunque muchas veces repetidos, son siempre distintos porque se cuentan distinto. Como distintos nos hace el paso de los años.
Así que, al menos esta noche conviene llenarla de conversaciones hermosas que no pretendan convencer al otro de nada, ni siquiera aportarle nueva información o sorprenderle con nuestro gran conocimiento sobre el tema. Algo distinto a lo que hacemos habitualmente. Sin confrontar. Sin jactarse. Sin llenarse de razón. Charlas sin más objetivo que esconder el tiempo para que pase sin molestarnos.
Hoy es un día para contar dulces historias que nos dejen la boca dulce. Como la de la pequeña Hapiness que, adelantándose a la Nochebuena, nació de una patera en el Mar de Alborán hace un par de semanas. Historias inventadas o reales, ¿qué más da?

¡Que la navidad os sea propicia!

sábado, 18 de diciembre de 2010

Me parece

Después de los últimos sobresaltos en la vida política y económica del país, parece extenderse entre analistas y ciudadanos una falsa sensación de tranquilidad. Como si el monstruo de los mercados hubiera dejado de mirarnos. Pues no. La rentabilidad de la deuda soberana española sigue creciendo y, en todo caso, se mantiene en niveles inaceptables para nuestras cuentas públicas. Y para completar el panorama, aparecen en el cercano horizonte nubarrones aún más negros. El precio del petróleo está subiendo. Lo que posiblemente traerá tensiones inflacionistas y quizás una subida de los tipos de interés por el BCE. Si eso ocurre, el cable de esa institución europea –la única que está respondiendo a los problemas de los países periféricos- dejará de ofrecerse a los bancos que necesitan liquidez -como los españoles- y la compra a bajo precio de la deuda emitida por los estados en dificultades, finalizará.
A perro flaco todo son pulgas. Por eso me parece que en este país no deberíamos pensar ya en clave interna. El dilema Zapatero- Rajoy no existe. Los dos ofrecen ahora la misma alternativa. Es más, ambos harían bien en analizar conjuntamente y, si aún es posible, responder de forma común a las políticas que el nucleo duro europeo (básicamente Alemania) están desarrollando frente a la interminable crisis del euro. De ellas depende que los “recortes” ya decididos y los que van a llegar en los próximos meses, sirvan para algo. O, lamentablemente, no sean más que un sacrificio estéril de los ciudadanos.
La impresión es que Angela Merkel piensa más a corto plazo que a medio. Y que la prioridad está en su electorado y en mantener a toda costa el crecimiento alemán. Su negativa a emitir eurobonos –lo que atajaría las inacabables tensiones especulativas sobre las deudas soberanas de los países más endeudados- excusándose en la necesidad previa de una política fiscal europea común –que tampoco tiene ningún interés en promover-, delata su intención. “Nada de socializar riesgos, aunque el euro peligre”. Al menos hasta que el peligro no sea más cercano. Corta mirada que puede hacernos un daño irreparable. ¡Tan distinta a la de Helmut Kohl! Para los actuales conservadores alemanes, sin el “castigo” de los mercados a los “derrochadores” perífericos, éstos no se van a disciplinar. ¡Como si nuestro endeudamiento no hubiera sido el que durante años engordó su balanza comercial! En esas coordenadas está nuestro futuro y no en las trifulcas menores de nuestros políticos domésticos.
Pero dicho esto, y convencido de que la influencia de nuestros gobernantes en las decisiones que más nos van a influir es escasa, creo que también toca hacer una reflexión profunda como país y modificar nuestra “forma de ser” para ser capaces de responder a las graves dificultades que nos esperan.
Me parece, por ejemplo, que ya no podemos tolerar que nuestra baja productividad siga siendo socialmente tan bien aceptada. Que no es de recibo que demasiados funcionarios se marchen siempre una hora antes del final de su horario laboral. Que el compromiso del trabajador con la empresa no vaya más allá de cobrar a fin de mes. Que banqueros y empresarios huyan de sus obligaciones fiscales en paraisos más o menos lejanos, en vez de reinvertir los beneficios en nuevas ideas. Que se cobre el paro mientras se trabaja en la economía sumergida. Que permitamos a los estudiantes vivir sin estudiar y encima les financiemos los gastos. Que leamos tan poco y veamos tanto la tele. Que el innovador aquí no sea famoso y sí lo sean los ignorantes. Que el máximo riesgo que asumamos sea la elección del número de la lotería o el signo de la quiniela. Que no viajemos lo suficiente para abrir más el cerebro. Que no sepamos nada de inglés. Que critiquemos siempre al jefe o al gobernante, pero nunca veamos nuestra propia indolencia y pasividad. Que los corruptos nos sigan pareciendo “ingeniosos”. Que pocos opten por trabajar más y mejor como su aportación personal para salir de estos momentos difíciles. Cada cual a lo suyo. Sin preocuparse de lo que hace "el otro"...
Todo esto debemos empezar a verlo de otra manera. Me parece.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Tres películas en cartelera

“Biutiful” de Alejandro González Iñárritu. Una versión cinematográfica de la Pintura Negra de Goya. Situada en la Barcelona más sórdida que puedas imaginar. Ocultando a propósito la hermosa ciudad que sólo se vislumbra entre las rendijas de la durísima trama. Al revés que en la mediocre Vicky, Cristina... Iñárritu vuelve a golpearnos con infiernos insoldables que nunca parecen acabar. A cada golpe en la butaca le sucede otro aún más doloroso. Sin concesiones siquiera de humor -más o menos ácido- o ironía que den tregua al espectador. No estoy de acuerdo con Boyero en que sea impostada e inverosímil. Todo lo que se cuenta ocurre en los sotanos de la humanidad global -y escasamente humana- en la que vivimos. Iñárritu, sus nuevos guionistas y Bardem se han asomado y demuestran suficiente conocimiento de las condiciones de vida de los inmigrantes chinos y africanos en España y Europa. Así que la única diferencia de la película con la realidad es que, en esta última, no todo se presenta con tanta claridad ante nuestros ojos. Se esconde en las alcantarillas de los barrios periféricos y en la intimidad de los hogares rotos. Esa es la apuesta de Iñárritu: escarbar en los bajos fondos para hacer una tragedia clásica de los tiempos modernos. Con materiales universales: la culpa y la redención de los pecados.
A diferencia de “Babel” y “Amores perros”, aquí sólo hay una mirada: la de Uxbal (Javier Bardem). Sobre ella se desarrolla un recorrido por los intolerables territorios del desgarro y el desamparo. Bardem borda (puede que sea la mejor interpretación que le he visto) un personaje complejo que por un lado es parte del círculo de explotación y responsable, en parte, de las desdichas que le van rodeando. Y por el otro, el referente ético de un mundo que se desploma a su alrededor. Con la metáfora de la muerte como hilo conductor.
Con varios personajes de múltiples registros, en absoluto maniqueos, que alcanzan su máxima expresión en la bipolar mujer de Bardem (todo un descubrimiento, Maricel Álvarez) cuando dice en la desnudez de su adulterio: “quiero ser buena madre, pero también... gozar…”.
En suma, una expedición a los infiernos que pisamos sin darnos cuenta cada día, a la que sólo el cine de grandes y honestos directores (Haneke, Hillcoat, Iñárritu..) puede conducirnos con respeto y honestidad. Golpe a golpe, verso a verso… como el poeta escribió. Dura, pero magnífica película que Boyero no ha sabido ver. Nadie es perfecto. Un 9.
“Entrelobos” de Gerardo Olivares. A mayor gloria de Felix Rodríguez de la Fuente. No es cine. Es un buen documental sobre la fauna ibérica. Excelente el trabajo de Joaquín Gutiérrez Acha con los animales. Y magníficas las imágenes de Sierra Morena. Buena la producción. Pero esta nueva recreación del “buen salvaje” en la persona de Marcos Pantoja, el niño abandonado por su padre allá por los años cincuenta -ahora casualmente vive en Ourense-, no tiene nada más. Poco que ver con la aproximación al individuo en soledad de “El enigma de Kaspar Hauser” o a la marginalidad y la pedagogía de “El pequeño salvaje”. Ni tampoco con el cine de aventura de "Tarzán".
Entrelobos no va más allá de un producto familiar de sobremesa. Con algún mensaje rousseauniano -de agradecer en estos tiempos convulsos- y buenas interpretaciones del niño Manuel Camacho, un chaval de la zona, y del veterano Sancho Gracia. Pero con demasiadas concesiones a la galería para levantar un guión plano: cámara lenta e intensificación de la música en los momentos cumbre... Maniqueísmo convencional con malos, malos (pobre Carlos Bardem, siempre le tocan este tipo de papeles) y buenos, buenos. Arrítmica en el desarrollo: del intimismo en algunos pasajes con el niño pequeño a la explosión de testosterona del joven Juanjo Ballesta. Película innecesaria y fácilmente sustituible por un viaje con amigos a la serranía de Cordoba (con o sin bici de montaña). Como documental naturalista, notable. Como cine, un 4.

"18 comidas" de Javier Coira. La sorpresa del año. Magnífico cine gallego. Una película coral sobre el ritmo de los días. Al menos diez historias entrelazadas y acompasadas al devenir cotidiano que marcan el desayuno, la comida y la cena. 25 hombres y mujeres que nos hablan con naturalidad de sus vidas, del amor y el desamor, la duda, de su paso por el mundo buscando un lugar para ser felices... Intérpretes tan cercanos que aproximan la ficción a su objetivo: convertirse en real al menos mientras se despliega. Sin artificios, con la espontaneidad de un rodaje en que los actores pudieron improvisar y desarrollar con libertad controlada sus propios personajes. Un dulce sabor de boca durante los 107 minutos que la película dura y en el recuerdo de los días siguientes. Con momentos muy divertidos, de buena retranca gallega. Y con otros emotivos y profundos en los que el humor ácido no desaparece, incluso en escenas de alto riesgo llenas de honestidad narrativa. Prescindibles la introducción "en off" y los tres fotogramas finales. Pero con sobrada inteligencia para sacar petróleo de lo que parece poco para una película mayor y demuestra ser más que suficiente: la vida al descubierto con el ritmo cordial de los platos, las mesas y los días. Un 8.5.

La red

Les propongo una idea. Un simple click en el ordenador. La convocatoria, como ocurre últimamente, salió de las redes sociales. Esta mañana, los medios de comunicación ya están haciendose eco. Cientos de parados de larga duración, que en Febrero dejarán de percibir los famosos cuatrocientos euros, y una multitud de demandantes de primer empleo, se arremolinan en las puertas de las oficinas de AENA.
Al parecer todos llevan un curriculum actualizado, en el que demuestran poseer alguna de las titulaciones que se exigen como condición previa para llegar a ser controladores aéreos. Todos argumentan lo mismo: tal como están las cosas, se impone una rotación de los puestos de trabajo. Sobre todo para quienes han hecho un uso abusivo del suyo. La demanda es sencilla: de ellos deben salir los nuevos controladores de los aeropuertos españoles. A los actuales les corresponde sustituirles en el paro. Al menos hasta que vuelvan a convocarse vacantes.
Todo muy razonable y justo. Pero improbable. Un sueño más de la razón virtual. La esclerosis del mercado de trabajo español devolverá a los ciberconvocados a sus puestos en la Red a la espera de otra buena idea, surgida de la imaginación calenturienta de algunos y de la desesperación de todos. Mientras les dure la paciencia.
A la misma hora, más de 600.000 personas emplazadas a través de Facebook por el exfutbolista Éric Cantona, se disponían a retirar simultaneamente su dinero de los bancos. La iniciativa StopBanque pretende colapsar el sistema financiero que ha causado la crisis, ha sido rescatado después con el dinero de los contribuyentes y ahora nos exige cada vez mayores sacrificios para mantener su cuenta de resultados.
Pocos auguran éxito al bueno de Éric en su particular “corralito” autoinducido. Pero su protesta virtual es un reflejo más de la desconfianza ciudadana ante el errático rumbo que marcan los que nos dirigen en Europa. Capaces de mostrar en Bruselas un obsceno entusiasmo con las medidas tomadas por el gobierno español, entre las que se incluye la retirada de la ayuda a miles de parados. Decisiones quizá necesarias, pero en modo alguno merecedoras de calificativos elogiosos, que al menos por pudor deberían evitarse. Y que demuestran que su preocupación no es la misma de la mayoría.
Sobre todo cuando después rechazan crear una Agencia Europea de Bonos de Deuda para compartir riesgos y soluciones dentro de una verdadera Unión Económica Europea. Nuestro mayor problema a día de hoy. Y al mismo tiempo, la única solución que tenemos. O sea que ni bonoloto ni proyecto común: toca seguir con el agónico devenir de gráficas y parámetros que bajan, se recuperan un poco y vuelven a bajar ante nuestros impotentes y cada vez más deprimidos ojos.
Y de nuestros castigados oidos que cada día tienen que oir nuevas barbaridades, a poco que zapeen en la TDT y tropiecen en los territorios donde habita el “periodismo de garita”, tan bien definido por Antón Bahamonde. En ellos, ayer mismo, un ínclito representante del odio irredento acusó, cargado de razón, a Rubalcaba de haber montado el lío de los controladores, tal como hizo en el 11M. Afirmación coincidente, en los rótulos de los mensajes de texto, con la de otro energúmeno sugiriendo que la caida de un avión en estos militarizados días, sería la mejor forma de cargarse de una vez a Zapatero. Con aplausos desde la grada.
Un desastre. No se ve la luz al final del tunel. Sólo la Red, libre aún de barreras y prejuicios, aporta de vez en cuando motivos para la esperanza.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Un buen final

España es, desde hace tiempo, uno de los líderes mundiales en cuanto a la expectativa de vida de sus habitantes. Son muchos los factores que han hecho posible este buen logro colectivo: el crecimiento socioeconómico, la mejora de las comunicaciones, el gran desarrollo de la salud pública… Y, por supuesto, los avances médicos: cobertura universal y gratuita, nuevas tecnologías, nuevos fármacos… Vivimos más y, con ello, la muerte se ha hecho más compleja. Las potentes armas terapéuticas de las que disponemos consiguen alargar la vida de las personas. En muchos casos, para disfrutar los últimos años en buenas condiciones. Pero en otros, soportando una gran merma en la calidad de la existencia.
Por eso es importante debatir abiertamente sobre la dignidad de la muerte y plasmarlo en iniciativas legislativas que garanticen los derechos de pacientes, profesionales y familias. La Comunidad de Andalucía, estimulada por el impacto del caso de Inmaculada Echevarría -la mujer que sufrió un largo proceso para conseguir ser desconectada del respirador que la mantenía con vida a su pesar-, aprobó hace unos meses, con el máximo respaldo social y político, una ley al respecto. El gobierno español ha anunciado otra, de rango estatal y en la misma línea, para Marzo del próximo año.
Ninguna de las dos entra en cuestiones más espinosas, como la eutanasia o el suicidio asistido. Ninguna de las dos introduce novedades sustanciales. La sedación terminal y el derecho a rechazar tratamientos no deseados ya están recogidos en la Ley de Autonomía del Paciente, vigente desde el 2002, y no ofrecen discusión en la buena práctica médica. Ahora bien, ambas leyes pueden servir para aclarar y ordenar conceptos y procedimientos que a veces se confunden, dándoles cobertura jurídica y evitando conflictos como los vividos en el Hospital de Leganés. Bienvenidas sean, por tanto.
Pero la realidad es que la búsqueda de un buen final para una buena vida tiene lugar en escenarios más íntimos, con los matices y la complejidad del caso individual. Donde es básico escuchar y ser escuchado. Un reciente estudio de la Universidad de Granada sobre la forma de afrontar los cuidados paliativos por profesionales, familias y pacientes, muestra abundantes lagunas conceptuales en cuanto a su puesta en práctica. En general, no existen dudas sobre los enfermos con cáncer terminal en los que el objetivo fundamental está claro: evitar el sufrimiento, y, en su momento, acortar la agonía con sedación y analgesia. Pero no sólo se sufre por cáncer al final de la vida. Muchas condiciones crónicas, avanzadas e irreversibles convierten los últimos meses en un calvario sin aparente sentido. En una batalla condenada de antemano al fracaso. Y es precisamente en estos casos donde el estudio demuestra que demasiadas veces reina el silencio. Donde la aplicación del protocolo y la rutina terapéutica alivian de los compromisos éticos. Donde la tecnología en ocasiones retrasa la toma de decisiones compartidas sobre la buena muerte. Tal como cada persona la entiende. Incluyendo el inalienable derecho a delimitar las rayas rojas que no se quieren atravesar.
Y es en estos territorios, a día de hoy fronterizos, donde más importante es que pacientes, familias y médicos, hablen sin prisa ni prejuicios del beneficio real del esfuerzo terapéutico a desarrollar. Sobre todo, cuando no va a servir para recuperar la calidad de una vida en precario.
Por todo esto, para que los avances del conocimiento médico se complementen con la opción de no utilizarlos en determinadas situaciones, las leyes razonables, la palabra y la empatía deben vencer al silencio y al miedo.
El autor agradece la lectura complementaria al artículo del primer comentario a esta Entrada, que también es suyo. Para aclarar el contexto e introducir algún importante matiz

viernes, 26 de noviembre de 2010

Decadencia

El comunismo cayó con el muro de Berlin. El capitalismo, entonces triunfante, ya está siendo cuestionado en esta interminable crisis económica. La omnipotencia de los mercados y la ausencia de alternativas o estrategias que les pongan coto, amenaza con desprestigiar la política aún más de lo que ya está. ¿Y qué pasa con la democracia? Nadie la discute desde el punto de vista teórico. Salvo funestas excepciones, todo el mundo la considera como el mejor o el menos malo de los sistemas de gobierno de los estados. Pero si analizamos con algo más de profundidad la calidad de nuestras relucientes democracias, encontraremos evidentes signos de su progresiva decadencia.
En democracia se entiende que los ciudadanos, como los clientes, siempren tienen la razón. Por tanto, nada les puede ser imputado. Así que la sociedad asume comodamente el papel de consumidor político y se ahorra los costes de la implicación en las decisiones. Puede criticar lo que quiera sin responsabilidad alguna. En España, por ejemplo, si el conjunto del país ha vivido por encima de sus posibilidades, si ha construido el futuro sobre bases endebles, si su población activa ha evitado el riesgo de la innovación para buscar el dinero fácil y rápido…, no importa. La culpa nunca será del llamado tejido social, siempre habrá presidentes para imputársela. Que caerán uno detrás del otro, devorados como los hijos de Saturno.
Esa es la causa de que, en general, las elecciones no suele ganarlas la oposición, las pierden los gobiernos en aras de la imprescindible alternancia. Una forma benigna de mirarlo. Pero también la explicación por la que, en la política de hoy, cuantas menos ideas nuevas, más insultos y enfrentamientos rituales de los políticos de cara a la galería. Y más sectarismo, menos responsabilidad y sentido de estado. Una democracia de espectadores, pensada para el consumo masivo en vez de para plantear soluciones reales a los asuntos reales. De ahí también que Rajoy, por ejemplo, pueda alcanzar el poder en España con una confianza popular mínima y sin verse obligado a confrontar sus propuestas.
Con el paso del tiempo la democracia se ha convertido en un sistema que funciona desde la pasividad. Los ciudadanos delegan los asuntos en la clase política, se desentienden y protestan como niños malcriados cuando no se les provee de los derechos absolutos que creen les corresponden por ley natural. Pueblo bueno, políticos malos: decadente maniqueismo democrático.
La Encuesta Social Europea sitúa a los ciudadanos españoles como los de mayor nivel de desinterés e incompetencia política de todo el continente. Pero también como los que más reclaman a los gobiernos intervenciones para ampliar su bienestar. ¡Gasten ustedes lo necesario para tener buenas carreteras, sanidad y educación, pero a mi no me pidan nada, pidánselo a los demás!
La otra cara de la moneda es que en nuestro país la capacidad de influencia y control de los ciudadanos sobre los políticos es de las menores de Europa. Representamos, por tanto, el circulo democrático infernal: “poco puedo influir, así que me inhibo y pongo a parir al gobernante de turno, ¡para eso le pagan!” Actitud que jalean sin cesar algunos medios de comunicación, sobre todo televisivos. Para acabar en la entronización del populismo ramplón de cualquier Belén Esteban que pase por ahí.
Baja calidad democrática que deja irse de rositas a los corruptos, iguala por abajo todas las opciones políticas y dificulta la percepción de las diferentes sensibilidades. La Xunta de Galicia, por ejemplo, reduce este año los fondos de cooperación para el desarrollo en un 20%, dejándolos en un 0.08% de las cuentas públicas. Muy por debajo del 0.11% del bipartito, del 0.3% de Asturias y de la media estatal del 0.25%. ¿Alguien ha dicho algo sobre esto? Sin asociacionismo, sin pensamiento crítico y autocrítico de la sociedad civil, con la clase política enfrentada y estéril, por muy democráticos que seamos vamos camino de la decadencia. Más grave aún que la bancarrota.

martes, 23 de noviembre de 2010

Noviembre

Se nos ha muerto el mar

que es nuestro padre.

Crueles cuchillos negros se han clavado

en su cuello de espuma.


Se nos ha muerto el mar

entre el silencio

de los pájaros muertos,

nacidos en el mar, hermanos nuestros.


Se nos ha muerto el mar

y el grito de nunca más

no es suficiente

para vengar su muerte.


Se nos ha muerto el mar

y el asesino

huye y se oculta ;

pero sabemos quien es,

ya lo sabemos.


Se nos ha muerto el mar,

que es como el cielo,

como la tierra, como el aire,

como la sangre azul de marineros.


Y debe haber venganza,

debe haberla,

para los huérfanos del mar,

el padre nuestro.


Fue en Noviembre del 2002. Hoy se cumplen 8 años de la catastrofe del Prestige.

En recuerdo de aquella Galicia que recuperó su dignidad y se enfrentó en las calles a los que creyeron que manipular la información y ocultar las decisiones erróneas, les saldría gratis.

Los perros que, esos tristes días, ladramos nuestro dolor por las esquinas -molestando a aquel gobierno de prepotentes- y limpiamos las playas y las rocas, están en este poema.
Acompañados de la solidaridad de tantos amigos de España y del mundo que se acercaron a nuestras costas para defenderlas del negro chapapote.

Con el desprecio aún intacto por Alvarez Cascos ("asesino" del mar de Galicia), Aznar y sus acólitos -residuos sociopolíticos de la dictadura franquista, aún tristemente presentes en nuestra vida política-, hago esta entrada en el blog de todos los Noviembres que desde entonces fueron y serán.

sábado, 20 de noviembre de 2010

¿Por qué no se callan?

Ocurre que por primera vez desde la restauración democrática, hay en Euskadi un amplio acuerdo en política antiterrorista entre la inmensa mayoría de la sociedad civil y los tres partidos fundamentales: PNV, PSE y PP. Un acuerdo que se reproduce, aunque con demasiados enemigos y frecuentes tormentas, a nivel estatal. El discurso es sencillo: o ETA deja las armas o Batasuna deja a ETA. Sin ello, no será posible la presencia de Otegi y sus muchachos en los próximos procesos electorales.
Pues bien, esta unanimidad alcanzada tras mucho esfuerzo no debe ponerse en peligro por nada del mundo. Y mucho menos por declaraciones inoportunas o extemporáneas que puedan agitar la inefable caverna política y mediática del nacionalismo español excluyente.
Se equivoca Felipe González sacando a pastar viejas historias de abuelo cebolleta y sórdidos relatos de espías y bombardeos imposibles. Debería haber calculado que a cambio del crecimiento de su aureola ética, renacerían los fantasmas del GAL entre los de siempre: los que temen que se les acabe el negocio político del antiterrorismo como consigna interminable. Aquellos que tantas veces han puesto minas en los caminos que pudieran conducir al final de la violencia en el País Vasco. O sea los Mayor Oreja y compañía.
También se equivoca Jesús Eguiguren, cuando predice en un programa de televisión que la tregua definitiva de ETA se producirá antes de Navidad y airea su relación personal con Josu Ternera. Con ello nada consigue y, por el contrario, da alas a los que aprovechan esas declaraciones para acusarle de ser amigo de los terroristas. A los que tergiversan su obligatoria participación como testigo de la defensa en el juicio contra el líder de Batasuna. Ninguno de esos constitucionalistas de salón y tertulia lleva escolta como él, ni ha asistido con la corbata negra a los funerales de sus mejores amigos (Isaías Carrasco, Enrique Casas…) asesinados por ETA..
Pero quien merece mayor censura es el que sigue atizando las cenizas de la vieja guerra sucia sólo para debilitar a Zapatero y Rubalcaba, sin preocuparse de las gratuitas ventajas que ello pueda deparar a los violentos. Y es que el Partido Popular tiene un doble discurso en Euskadi y en Madrid. Pacto en el primero y bronca en el segundo. De Borja Sémper, presidente del PP en Guipuzcoa -“miro a la espalda de Eguiguren y no veo etarras, solo escoltas como en la mía”- a Cospedal y González Pons -de nuevo con el señor X, el caso Faisán o el contubernio del 11-M- hay un buen trecho. Es sabido que el partido tiene una clientela que alimentar periodicamente con estos mensajes. Pero esos votos de ultraderecha cautiva, que cada día comulgan en los nuevos canales de TDT con un triste periodismo de rebato y trinchera, no merecen dificultar la labor de su compañero Basagoiti.
Ningún enredo táctico, electoral o personalista debe poner en peligro un escenario tan delicado y esperanzador como el que estamos viviendo en Euskadi. Y que tan bien encaminado está. Es necesario asumir que el final de ETA será una conquista de todos. Nadie puede patrimonizarlo habiendo tanto dolor por el medio. Tanto que para el auténtico final aún queda mucho tiempo. Javier Vitoria, teólogo del seminario de Bilbao, afirma que se necesitarán cien años para completar la reconciliación entre los vascos.
Es, por tanto, tiempo de silencio y espera. Cuando las armas se vayan para siempre, tocará reconocer al otro como diferente, acercarse sin prejuicios a su personal sufrimiento y reconstruir algunos valores esenciales que, durante estos largos años de plomo, se han difuminado en la sociedad vasca. Y mientras tanto, ¡todos a callar!

sábado, 13 de noviembre de 2010

Brasil

Los países jóvenes son como la gente joven. Están llenos de vida. La tienen toda por delante. Sin el freno de historias pasadas que condicionen sus pasos.
En las calles de las ciudades y los pueblos de Brasil, cuando uno se para y observa a su alrededor, apenas hay viejos. Niños y jóvenes llenan el escenario. Todo es dinamismo y vigor. Negros, mulatos, blancos, asiáticos, con traje y corbata, con bermudas y “rastas”… conviven con naturalidad en permanentes y cambiantes mosaicos. El respeto no necesita reivindicarse en la gran diversidad de un país cuyas raíces nacen de la confluencia de razas. Indígenas precolombinos, portugueses, esclavos africanos, exiliados europeos de las guerras mundiales, gentes llegadas de todos los lugares del mundo en busca de riqueza y fortuna… han poblado y pueblan los grandes espacios de este enorme estado federal dotado por la naturaleza como ninguno.
Stefan Zweig, el gran visionario del primer tercio del siglo XX, ya escribió “Brasil, país del futuro” en el año 1941, durante su exilio de la barbarie nazi. Y en Brasil se quedó hasta su muerte, disfrutando de un lugar donde el racismo, los nacionalismos agresivos y la lucha de clases no existían. En el paraíso tropical de los hombres cordiales.
Y así sigue siendo. Brasil es un lugar de cordialidad espontánea. Con grandes bolsas de delincuencia, violencia y pobreza, pero donde el devenir cotidiano no entiende de apariencias, creencias o procedencias. En Brasil se vive y se deja vivir. Nadie mira al otro con desprecio ni prejuicios. Tenga la pinta que tenga. La vida fluye cordialmente, con la fuerza de la capoeira africana, la delicadeza de la bossa nova y la inagotable energía de los niños jugando al fútbol en cualquier rincón. Por eso Brasil me recuerda a los jóvenes. De ellos, los mayores europeos –ahora venidos a menos- decimos que les falta disciplina, principios, trabajo… Pero no es así. Los jóvenes y los países emergentes tienen sus propios valores, sus ritmos propios, otro lenguaje -distinto al nuestro: ni peor ni mejor- y una gran capacidad de adaptación a un mundo inevitablemente global. El futuro es suyo y a los demás nos toca aprender de su vitalidad y adaptar nuestra veterana osamenta a los nuevos tiempos.
Hace pocos días, Dilma Rousseff ganó las elecciones. Lo hizo con la ciudadanía más confiada y contenta con su situación económica del mundo. Un 77% de los brasileños cree que su país es ya, o lo será pronto, una de las potencias mundiales. Y esto a pesar de que la mitad de ellos vive con menos de 500 euros al mes, de que la desigualdad allí sigue siendo obscena, de que la corrupción todavía es una lacra tan arraigada como la música o el fútbol... Y de las inmensas favelas que constituyen pequeños y violentos estados con leyes propias y mafias todopoderosas.
En el actual Brasil se demuestra que la esperanza fundada en un futuro mejor es más fuerte que la dura realidad. Y que permite seguir avanzando si los gobernantes piensan más en sus pueblos que en sus condicionantes políticos o ideológicos. Como Lula, que dejando de lado alguno de sus principios, consiguió mantener baja la endémica inflación del país, pagar la deuda externa que les asfixiaba y crear un fuerte mercado interno, germen de una emergente clase media. Todo ello sin olvidar la lucha contra la pobreza y el analfabetismo, a través de las Bolsas de Familia que condicionan las ayudas económicas a la asistencia de los niños al colegio.
Brasil, antiguo destino de “garimpeiros” y “bandeirantes”. Ahora, uno de los espacios más atractivos del planeta para los jóvenes que buscan su lugar en el mundo.

martes, 9 de noviembre de 2010

¿Qué hay de nuevo?


La paciencia del pescador novato tiene premio. Un sedal, un anzuelo, un pedazo de carne y el Amazonas infectado de pirañas. ¡Menuda dentadura la de la piraña!Más de uno ha hecho la gracia y se ha dejado el dedo. ¡Estupendos su sabor y consistencia para cocinar una buena sopa de pescado en el Rio Negro!

sábado, 16 de octubre de 2010

Dentro

Mis dedos, llaves del paraíso,

tus labios buscan.


Ya han aprendido como alcanzarlos

de beso en beso,

hasta que el día llegue dormido

en la dulzura de los sentidos.


Dentro del cielo,

en el repliegue más escondido, abierto y libre

la sed del beso se ha convertido

en lengua ardiente,

y ese rocío que sabe a flores

es ya un arroyo dentro del río.


Dentro por siempre,

sin salir nunca,

mil y una noches

y el infinito,

hasta que el tiempo,

de amores loco,

también muy dentro

duerma conmigo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Plagios e imposturas

Son muchos los que dicen que todo esta escrito ya. Sin embargo, siguen escribiendo para agrandar “su obra”. Corren tiempos en los que se escribe más de lo que se lee. La producción es inmensa: periódicos, revistas, blogs, redes sociales… Proliferan los talleres de escritura, los pequeños y grandes concursos literarios... Es, por tanto, cada vez más importante distinguir el grano de la abundante paja. Y tiene un indudable mérito el que lo consigue.
Jean de la Bruyére afirmaba en una de sus célebres frases que “la gloria de ciertos hombres consiste en escribir bien; la de los demás consiste en no escribir”. Algunos entienden de forma relativa este lapidario aserto y deciden aprovechar el trabajo ajeno para alcanzar la celebridad propia. El hecho es que plagios e imposturas han existido siempre. Son un componente más de la comedia del arte y la literatura. Por eso, en mi opinión, deben ser considerados pecados veniales y, sus ejecutores, tratados con benevolencia. ¿Quién, cuando Facebook no existía, no utilizó como propio algún poema de Bécquer o de Whitman para seducir, recitándoselo al oído, a la chica que pretendía?
Hace unos días nos sorprendió la noticia de un ingeniero italiano que llevaba cuatro años fusilando y publicando novelas y ensayos, plagiados sin pudor alguno. Fabio Filipuzzi reconoció su delito tras ser cazado por un consumado lector: un librero de Trieste. Una rata de biblioteca descubrió que sus libros eran meras transcripciones de otros autores, trufadas con aisladas frases propias o simples cambios de nombre en los personajes. Una de las novelas era un “corta y pega” con “aportaciones” de Paul Auster y otros autores menos conocidos. Para más inri, el ingeniero falsario era también subdirector de una de las editoriales que publicó “sus” libros y nieto de un respetado intelectual de la región del Friuli.
Al contrario de lo que pudiera esperarse, la crítica literaria italiana y reputados blogs especializados han alabado de Filipuzzi su buen gusto y la excelente y refinada elección de textos que ha demostrado. Tras su humildad al reconocer los hechos, hay quien ha visto en él a un digno compilador clásico o a un erudito copista. A un "Bartleby de la postmodernidad".
Al poco de conocer esta historia, tuve ocasión de recordar en una agradable tertulia de amigos en El Cercano, espacio ourensano de encuentro que pone a nuestra disposición Moncho Conde Corbal, el sorprendente plagio que el gran escritor peruano Bryce Echenique hizo, hace ya años, de un artículo de Chesi*. Son anécdotas que confirman al “buen” plagio como un escalón superior a la mediocre sopa de letras en la que nadamos últimamente.
Otros, por el contrario, se plagian a sí mismos una y otra vez. Y con ello, alcanzan a la vez el éxito y la decadencia. Muchas veces como producto de la adulación y la insaciable necesidad, para ciertos “creadores”, de regar incesantemente su autoestima. Véase si no el actual periplo europeo de Woody Allen con guiones calcados los unos de los otros, con el mismo discurso existencial y el mismo formato narrativo, para fácil consumo de los incondicionales, el gremio que más amenaza al talento.
Decía Paul Valery “que cuánto más se escribe, menos se piensa”. Puede que sea una buena definición de la época que nos ha tocado vivir. En todo caso, cuando uno ve una librería nueva que se abre, como la que ayer descubrí en nuestra Plaza Mayor, renace la esperanza de tiempos mejores. Con plagios o sin ellos.
*Por si no lo conoceis, Chesi -José María Pérez Álvarez- es un magnífico escritor de Ourense, autor, entre otras joyas, de los libros La soledad de las vocales y Las estaciones de la muerte. Ambos altamente recomendables.
La foto que encabeza la entrada es del propio Fabio Filipuzzi.

domingo, 3 de octubre de 2010

De huelga en la globalización

Escribo este artículo antes de la huelga general. De entrada pienso que es una huelga mal enfocada en cuanto a sus objetivos y a la elección del “adversario”. Inútil, por tanto. Con independencia de su resultado cuantitativo, nada va a aportar a la solución de los problemas que nos acucian.
Nadie duda, a estas alturas, que el orden económico global es injusto y dirige el mundo sin que los ciudadanos le hayamos dado permiso. Ya hace tiempo que las transacciones financieras han superado a la economía real. El dinero manda y el que lo necesita debe adaptarse a las condiciones del mercado para obtenerlo. Todos los estados están endeudados, y sin dinero prestado en buenas condiciones no hay educación, sanidad o carreteras. El margen de los gobiernos para desarrollar una política económica propia y diferenciada es mínimo. E intentarlo, al menos en solitario, puede traer serias consecuencias para el bienestar de los pueblos.
Los movimientos antiglobalización ya alertaban en los años noventa del crecimiento imparable del poder de las finanzas. Por aquel entonces, en un país como el nuestro que salía del subdesarrollo y crecía incesantemente a lomos de la burbuja inmobiliaria, esas organizaciones y sus propuestas –la renacida tasa Tobin entre ellas- parecían poco menos que exóticas y alejadas de la realidad. Eran tiempos en los que el FMI y los mercados cercaban a Latinoamérica y consolidaban la miseria africana, quizás para siempre. ¡El problema estaba lejos y era un asunto de los pobres!
Hasta que llegó la crisis económica internacional que nos ha dado de lleno y nos ha bajado de las nubes. A la que, para nuestra desgracia, el mundo ha respondido con más de lo mismo. Sin tocar nada del fallido modelo que la ocasionó. Ni Obama ni nadie son capaces por sí solos de mover un centímetro los cimientos de Wall Street y la City londinense para adaptarlos al interés general. Ese es el quid de la cuestión.
¿Saben ustedes que en España vamos a gastar en 2011, 27.000 millones de euros en intereses de deuda pública, la tercera partida presupuestaria tras las pensiones y la cobertura del desempleo? ¿Saben que si el gobierno no hubiera adoptado en Mayo, muy a su pesar, las medidas de recorte y puesto en marcha las reformas estructurales (laboral, pensiones…) que tanto se critican -u otras parecidas-, el monto de esos intereses sería a día de hoy mucho mayor? ¿Y que, por tanto, el dinero disponible en 2011 para servicios públicos e infraestructuras disminuiría de forma ostensible? ¿Alguien ha planteado una opción realmente diferente a la que plantea Zapatero?
Puede que hoy, después de la huelga, sea ya el momento de volver a la realidad. Corren malos tiempos para la épica y la retórica. Vamos a tener que soportar juntos, años de paro y dificultades sociales. Gobierne quien gobierne. Y la izquierda, si no quiere convertirse en un significante vacío, debe olvidar los ejercicios de autolegitimación y los guiños ideológicos para centrarse en construir poco a poco, en una nueva travesía del desierto, alternativas diferenciadas de futuro.
A todos, izquierda, derecha y centro, nos espera una tarea titánica en un entorno que va a darnos pocas alegrías y seguramente más recortes y nuevos impuestos. Este poderoso e injusto orden mundial no se cambia con fórmulas antiguas como las huelgas generales. Si el problema es global, las protestas y la búsqueda de soluciones deben ser globales.
Toca recuperar, poco a poco, a través de la cooperación entre naciones, el terreno que los grandes bancos, los paraísos fiscales y los mercados nos han ganado. Y a nivel doméstico, construir nuevos modelos económicos a través de la competitividad, el trabajo duro, la educación y la innovación. ¡Nada fácil, desde luego! Pero por mucho que nos rasguemos las vestiduras ante el ZP de turno, los tiempos de vino y rosas se han terminado.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Gente necesaria

Es el título del poema que un amigo me envió hace unos días. Habla de “que hay gente que con sólo decir una palabra llega a todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda, después, como si nada”. Una perfecta definición de José Antonio Labordeta.
Le conocí una tarde de invierno en Zaragoza, allá por los años setenta, con el cierzo entrando por las ventanas rotas de un viejo pabellón de deportes. Yo acababa de atravesar la translúcida adolescencia y aquel día se acabaron los paños calientes. Cantando a guitarrazos, con su vibrante voz me convenció de que el futuro debería ser mejor que el presente y que a mi también me tocaba construirlo, aunque “ni tu, ni yo ni el otro lo llegáramos a ver”. Aún no he olvidado esa fórmula tan aragonesa, generosa y despegada de entender la utopía. Labordeta se murió persiguiéndola, y a estas horas ya habrá entrado en alguna tierra -o en algún cielo- donde “ponga libertad”. Allí se quedará, inquebrantable, vertical y valiente por los siglos de los siglos.
Y es que el abuelo era más verdad que “el polvo, la niebla, el viento y el sol” de su Aragón querido. Y más consistente que el “Dios del Moncayo” al que, cantando, acusaba de haber dejado de ampararle. El abuelo decía siempre lo que pensaba y pensaba lo que decía. Sin buscar protagonismos, con la naturalidad de los que nada buscan para sí mismos. Cantamos tantas veces y tan fuerte, mis amigos y yo, sus canciones en los bares, en la calle, en la Zaragoza de la transición, que aún no me explico como a más de uno no le estalló alguna de las venas del cuello. Con su banda sonora nos hicimos mayores y mejores.
La gente necesaria es aquella que, como los buenos espejos, te devuelve una imagen de ti mismo que te hace sentir bien. Labordeta lo conseguía siempre. Nunca tuvo orquesta, le bastaba una guitarra, tres palabras sencillas y la pasión que las envolvía: agua, tierra, libertad... De andar pausado, sabio y bondadoso, jamás fue de sobrado o de famoso ni resultó arrogante o condescendiente. Un tipo de fiar, con la nobleza del que nada oculta porque nada tiene para ocultar.
Nunca creyó en la jerarquía ni para ejercerla ni para soportarla. Pacífico y libertario, sin pretenderlo, se metió en el bolsillo tanto a los ciudadanos que compartíamos sus posiciones políticas como a los que se encontraban en sus antípodas ideológicas. Divertido y socarrón, hizo memorables programas de radio: aún recuerdo la tarde en la que lamentó públicamente que, en la tele, los hombres y las mujeres del tiempo taparan siempre, en el mapa de España, a Murcia con el culo. No conozco a nadie que no hubiera estado encantado de tomarse una caña con Labordeta, contemplando pasar el silencio del Ebro o de cualquier otro de los ríos ibéricos cuyas orillas recorrió caminando, con su mochila a la espalda.
“Esta tierra es Aragón, al norte los Pirineos”: allí sus cenizas esparcidas al viento, deben estar ahora cantando jotas para alegrar el corazón de los pocos pastores que aún quedan por esos pagos.
Gente necesaria, “que pone la mesa, reparte el puchero y coloca las guirnaldas”, continúa el poema. Gente que intenta que las cosas marchen, que las aceras se estiren, que todos vivamos mejor... Y que puede equivocarse o no, pero que, cuando vienen mal dadas es capaz de apartarse un tiempo del camino, para que los demás sigan trabajando en paz. Andrés García Mata, tu también eres gente necesaria, aunque cantes peor que Labordeta. Los que te conocemos – ellos también te conocen, eso es lo más triste- no tenemos duda alguna de tu honradez inquebrantable. ¡Lástima de la gente prescindible que no mira a los ojos, que se esconde en la paja del otro para ocultar su viga! Ellos no son gente necesaria.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El desierto florecido

Situado en el norte de Chile, el desierto de Atacama es el más árido del planeta, con temperaturas extremas y variaciones de hasta treinta grados entre el sofocante día y la gélida noche. La lluvia es tan escasa que muchos de sus habitantes no han visto llover jamás. La media anual de precipitaciones se calcula en unos 30 milímetros cúbicos. Lo más parecido a Marte sobre la Tierra.
Nada sabía de ese lugar hasta que mi amigo chileno Orlando Saavedra me habló de la belleza y el magnetismo de aquellos inhóspitos parajes, tan intolerables para la vida de los seres humanos como llenos de prodigios, leyendas e historias increíbles. El subsuelo es muy rico en minerales -oro, plata, cobre…-, así que por esos pagos casi todos viven de la minería. Son seguramente los mejores mineros del mundo. Muchas de las técnicas que se hicieron famosas en los años de la fiebre del oro en California, fueron desarrolladas por los hombres de Copiapó, la capital de Atacama. Los atacameños aprenden desde niños a buscar en las piedras el sustento y hasta que mueren no dejan de horadar la tierra en la esperanza de encontrar al fin la dorada veta de sus sueños. Gente especial, acostumbrada a vivir deprisa, dejando a un lado la muerte que cada día les pisa los talones en la oscuridad.
Allí, bajo la tierra reseca, treinta mineros se aferran hoy a la vida, después del hundimiento de la mina en la que trabajaban. Un milagro del desierto los convirtió en héroes y desató una corriente de incontenible alegría por todo el país. En estas semanas, excéntricos empresarios y contratistas que antes les racaneaban los salarios, envían generosos donativos para poder participar de la gloria en esta inesperada epopeya nacional chilena. Un ejército de psicólogos e ingenieros se ha instalado en la paramera para ofrecer sus servicios. En los alrededores de la mina se han erigido imágenes de todos los santos del lugar: San Expedito, la Virgen de la Candelaria, y por supuesto San Lorenzo, el patrón de los mineros.
Y en este entorno de spaghetti western, brotan historias que para ellos quisieran Vargas Llosa o García Márquez. Puro realismo mágico en la vida real. La amante clandestina de Carlos Barrios ha conocido a la esposa oficial y las dos lloran y rezan juntas. En cambio, Marta Salinas y Susana Valenzuela, las dos mujeres de Yonny Barrios –una de hecho y otra de derecho- se pelean cada día en público por el dinero de las donaciones recibidas. Un cardenal católico ha traído 30 rosarios bendecidos por el Papa y un pastor evangélico, 30 minibiblias. Ambos intentan colar el material por los pequeños tubos de comunicación con el interior, mientras los mineros lo que piden es algo de tabaco y vino para resistir las largas horas que les quedan para la liberación. Hasta la NASA anda por allí.
Historias de un desierto que, olvidado del mundo, ha decidido llamar la atención. Ya unos días antes del accidente, a primeros de agosto, habían caído del cielo unas pocas gotas de lluvia. En Mayo también llovió. En pocos meses, más de lo que suele hacerlo en todo el año. Suficiente para el subsuelo de Atacama donde siempre hay vida esperando una oportunidad. Semillas de lirios, cebollinos, botones de alforja, patas de guanaco y otras 200 especies de flores han despertado de un letargo de años a medio metro de la luz, para germinar y hacer florecer un paisaje desolado desde 1997. Igual que a los mineros, les queda poco tiempo para alcanzar la superficie antes de que las altas temperaturas las marchiten. Dicen que cuando este desierto florece, lo que ocurre sólo cada 15 o 20 años, no hay color ni perfume en el mundo que pueda compararse con él.
Dos carreras contra el reloj en un paraje prodigioso. Una pena no estar allí para poder presenciar los dos finales felices que van a producirse. Para ver ese desierto doblemente florecido.
Este es el artículo publicado en el periódico. Pero no me resisto a añadir, para los amigos, la historia de la flor más bella del desierto florecido de Atacama, la añañuca. Tiene forma de lirio y es de color rojo. Recibe el nombre de una legendaria princesa inca así llamada. Dicha princesa se enamoró locamente de un joven conquistador español. Al parecer su amor se vió correspondido y ambos decidieron unir sus vidas para siempre. Pero los capitanes, escandalizados de ese amor entonces "antinatura", destinaron al soldado a la vecina Perú. Añañaca le siguió llorando, descalza por el árido desierto, hasta morir. Y sus pies sangrantes dejaron un rastro que tiñó el desierto de rojo, tal como lo hace la añañuca cuando florece.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Cargados de razón

Cuando así nos sentimos, dejamos de ser ecuánimes y eliminamos toda posibilidad de comprender las razones del otro. Que siempre tiene su parte de la verdad. Alguien dijo que el mundo se divide entre los que lo miran en blanco o en negro y los que transitan por la escala de grises. Estos últimos, a diferencia de los primeros, no necesitan cargarse de razón.
Hace una semana, en estas mismas páginas, un habitual colaborador del periódico, al que por otra parte tengo en muy buena estima, opinaba sobre las ONGs al hilo de la liberación de los cooperantes catalanes en el Sahel. En su apresurado análisis, etiquetaba a muchas de ellas como un conjunto de “inxenuidade redentorista etnocéntrica” y “espiríto burgués aventureiro”. Cargado de razón, abogaba por que las labores de ayuda al tercer mundo las asumiera íntegramente el Estado y, al tiempo, acusaba a estas organizaciones de acudir a él siempre que había dificultades. Una clara contradicción de la razón cargada, a la que añadía la excepción de la iglesia católica, quién, según él, actuaba a diferencia de las otras ONGs “sen paternalismos nin inxenuidades”.
Vivimos tiempos en los que parece obligado opinar sobre los temas de forma rápida y rotunda, empujados por las sensaciones más simplistas y, por tanto, más maniqueas. A eso se le llama ahora ser políticamente incorrecto. Primero se define la posición a argumentar y luego se engarzan los argumentos y se cargan las razones. Con lo que éstas son balas contra el que opina diferente, en vez de puentes para un análisis que pueda ser compartido: menos “aparente”, más aburrido quizás, pero siempre más útil y ajustado a la realidad.
La multiplicidad de ONGs es enorme y su tarea imprescindible en un mundo que dedica un porcentaje pírrico de sus presupuestos a restablecer la justicia con los más desfavorecidos. En ellas hay de todo, como en botica. También burgueses y paternalistas. Pero la inmensa mayoría de sus integrantes –católicos o no- dedican parte de su vida y su tiempo a la imprescindible tarea de la cooperación, sin esperar nada a cambio. No es de recibo analizar de forma tan simplista sus motivaciones. Sólo puede hacerse desde el desconocimiento de la materia. Algo a lo que estamos expuestos los que tenemos la peligrosa costumbre de poner negro sobre blanco cada semana nuestras reflexiones. Un pecado que debe ser perdonado sin penitencia alguna –Elvira Lindo pedía a sus lectores que “no dispararan nunca al indefenso columnista”-, pero que en este caso, un servidor se siente obligado a no dejar pasar, con todo el respeto, sin las necesarias matizaciones.
Reflejos de una época en la que, como Alberto Manguel afirma en su magnífico libro “La ciudad de las palabras”, “los valores de la superficialidad, simplicidad y rapidez son absolutos”. Así que en vez de cargarnos de razones no contrastadas, convendría volver a la “lentitud” del conocimiento, evitando la opinión impulsiva, arrastrada por cambiantes y aleatorias corrientes. ¿El hecho de ser catalanes los cooperantes, en vez de por ejemplo extremeños, habrá influido en la valoración que han hecho de las circunstancias de su liberación "influyentes" medios de fuera de Cataluña?
Volviendo a Manguel, frente al “elogio de la facilidad” están la profundidad y el rigor para adentrarse sin prejuicios en los temas que nos ocupan. Sin buscar las adhesiones viscerales y el aplauso fácil que concita la aparente incorrección de la simplicidad indocumentada. Dicho de otro modo, es hora de buscar tratamiento para esa enfermedad del oído contemporáneo que no sólo nos impide escucharnos los unos a los otros, sino que además no nos deja enterarnos de lo que en realidad está ocurriendo. Cuyo síntoma más relevante es la necesidad de cargarse de razón para sentirse confortado y falsamente seguro en la oscuridad que, con frecuencia, nos rodea.
Este artículo fue escrito y publicado en La Región de Ourense como una reflexión de carácter general, "inducida" por un artículo publicado el 4/9/2010 en el mismo periódico sobre las ¿ONGS? en el contexto de la liberación de los cooperantes. Otros muchos peores y con mucha peor intención hablaron de "turismo solidario" y otras lindezas... Este no va más allá de una opinión a mi modo de ver simplista y errónea. Fácil opinar desde la seguridad de casa, con la conciencia cubierta al cargar al estado con la responsabilidad de cooperar (eso si que es lo del "papá estado"). Pero juzgar desde la banalidad -y la falta de valor o generosidad para trabajar en persona por los mas necesitados, más allá de dar algo de dinero en el cepillo de misa o en la hucha del Domund-, me parece inadmisible. Al menos deberían tener la decencia de callarse.
En cualquier caso, lo que quería decir realmente, lo digo en el primer párrafo y en el último. No me gustan los que se cargan de razón. Cuando lo hacen generalmente no la tienen.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Tres artículos, un microrelato y una noticia

Procedentes de la lectura reposada de la prensa en un magnífico fin de semana de las Rías Bajas.

1) "Clases a la boloñesa" de José Lázaro. Sobre la oportunidad del modelo Bolonia para acabar con los anticuados métodos de enseñanza universitaria, basados en las clases magistrales o soliloquios que los profesores repiten cada año más o menos igual y de los que "los alumnos toman apuntes de lo que logran escribir de lo que que consiguen entender de lo que el profesor ha dicho." El autor propone hacerlo al revés y comenzar "la lección" con un texto escrito por el profesor que los alumnos leen primero y en las clases se comenta y discute. Una formula interactiva mucho más útil, a la que muchos profesores y alumnos se resisten. Los primeros porque es más cómodo, no obliga a tener capacidad para responder a cuestiones o enfoques imprevistos y además activa su narcisismo al sentirse escuchados durante una hora por un ramillete de jóvenes más o menos deslumbrados por su "brioso verbo". En cuanto a los alumnos, el profesor de Humanidades de la Autónoma de Madrid, mete el dedo en la llaga al considerar el metodo tradicional de clases "pronunciadas" como una de las causas del grave problema de entendimiento y capacidad lectora de nuestros jóvenes, cuya consecuencia más importante es el empobrecimiento intelectual que nuestra sociedad sufre.

2) "El aborto en España visto por un católico belga" de Pablo Simón, profesor de Bioética de la Escuela Andaluza de Salud Pública y hermano de nuestro amigo y compañero David. Una reflexión sobre la falta real de separación en nuestro país entre Iglesia y Estado, no solo en lo evidente sino en lo profundo: "La influencia de lo católico sobrepasa en España los límites de lo aceptable en una sociedad pluralista y democrática". En el texto destaca el significado de la previsible postura de uno de los magistrados "progresistas" del Tribunal Constitucional en la votación sobre el recurso del PP a la nueva ley del aborto. "Una conciencia cívica debería poner entre parentesis para los funcionarios públicos sus presupuestos morales cuando deben tomar decisiones en el ejercicio de su función". En el artículo dice cosas tan claras y sensatas como "sus actuaciones sólo deben basarse en la ética cívica y en la ley". Y afirma que "no entender ni aplicar estos conceptos es un ataque frontal al pluralismo, al bien común y a la esencia misma de la democracia."

3) Cambiando de tercio, un divertimento dedicado a todas las amigas y amigos. A los que recomiendo se afilien al PPP. O al menos que se hagan simpatizantes, o mejor practicantes. Una columna de verano de Luz Sánchez Mellado: "Líder del PPP".

4) Un nuevo encuentro con Héctor Abad Faciolince. En esta ocasión en forma de microrelato erótico estival: "GRITO CIEGO". O de como Lucrecia "se venía a chorros".

5) Y para acabar... las declaraciones, "celebrando que el 90% del territorio quemado era monte bajo", que ponen el broche final al papelón de Alberto Nuñez Feijóo en el verano de incendios en Galicia, sus vergonzantes ausencias y su profundo desconocimiento de la materia. Adega: "El monte bajo quemado en Ourense es el hábitat del águila real y el lobo"

Buen regreso al curro y os recuerdo que el sindrome postvacacional no existe.

La leal oposición

Este concepto fundacional, nacido en los albores de la democracia en el Reino Unido, es el equivalente en español de Her Majesty's Loyal Opposition. Ya por aquel entonces, la lealtad se consideró un elemento indispensable en el juego democrático de la oposición. También en el siglo XIX, en la ciudad de Filadelfia, un grupo de ciudadanos contrarios al gobierno municipal, definió así lo que entendía como su papel: “nuestra misión es ofrecer alternativas, opiniones y soluciones a los problemas que nos afectan, fomentar foros para el libre flujo de ideas y el desarrollo de políticas que avancen en el objetivo de garantizar un mundo mejor, un gobierno más eficiente y menos corrupto que responda a las necesidades de la ciudadanía a través de una vigorosa oposición, leal con el statu quo y, al tiempo, de utilidad pública”.
Tras este recuerdo histórico de las bases de la democracia, volvamos a la España actual y reparemos, por ejemplo, en algunas de las frases pronunciadas estos días por la oposición al hilo de la liberación de los cooperantes secuestrados en África. Como la de Gustavo de Arístegui, portavoz de Exteriores del PP: “el gobierno español alienta y financia la industria del secuestro y el crimen; es una rendición del estado de derecho”. No hace muchos meses, Soraya Sáenz de Santamaría presentó de forma parecida el final del caso “Alakrana” resuelto con la vuelta a casa de los pescadores retenidos. Cualquiera podría cabalmente preguntarles: ¿y ustedes qué hubieran hecho?, ¿permitir que los asesinaran?, ¿enviar una expedición militar para su rescate? Sin respuestas claras a estas claras preguntas, esas manifestaciones y la utilización partidista de estos temas no son compatibles con la obligada lealtad de la oposición. Y ese tipo de actitudes debería tener consecuencias.
También hace poco, concretamente el día en el que Jose María Aznar se presentaba, con el ardor guerrero que le caracteriza, en la frontera de Melilla para “suplir la ausencia" de un gobierno que en ese mismo momento estaba intentando resolver, a través de la diplomacia, el conflicto fronterizo con Marruecos de todos los agostos, encontré en Internet un artículo que hablaba del “aikido” y la democracia. Me pareció sugestivo y pertinente, por eso lo traigo a colación. El aikido es un arte marcial japonés que aprovecha el movimiento del atacante para conseguir una defensa armónica, inteligente y exenta de riesgos. El “aikidoka” no necesita tener gran fuerza física, ya que su técnica le permite reconducir la energía y el impulso de su oponente para ganar el combate.
Pues bien, el artículo en cuestión comparaba el reparto de papeles durante el entrenamiento del aikido y las acciones que deben realizar los miembros de la leal oposición en democracia, enfatizando la importancia del conjunto de reglas no escritas que orientan y protegen a los participantes en los duelos, permitiendo entre ellos una tensión rica y creativa. Nada más distinto, diría yo, a lo que día a día presenciamos en la vida política de nuestro país. ¿A alguien se le ocurre algo más burdo que el espectáculo de las raices valencianas a las que quieren aferrarse Camps, Fabra y el abundante tropel de cadaveres politicos en aquella comunidad? ¿O algo más patético que mantenerlos en el poder para que, imitando al Mío Cid en la batalla de Valencia, ganen las elecciones después de muertos? Con independencia de los avatares judiciales que se produzcan, ese estilo de gobernar, ese “modus operandi” en los asuntos públicos, el populismo casposo y ramplón de aquel “cortijo político”, merecen que una oposición leal consigo misma termine cuanto antes con el esperpento que cada día desprestigia más a quién lo sostiene.
En democracia, tan necesaria es una leal oposición como un buen gobierno. A ambos por igual deben juzgar los ciudadanos. Seguro que lo harán en su momento.
Para los que leyeron el artículo el viernes pasado en La Región, disculpas por el gazapo de la redacción al entremezclar en inglés el texto de los ciudadanos de Filadelfia, dificultando la comprensión del mismo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Ceuta

Que no teman las mejillas sonrosadas

al murmullo que sale del desierto.

No se marchitarán vuestras miradas,

una valla os tiene bien cubiertos.

Pensamiento dormido, cuento de hadas

en una tumba de corazones muertos.

Por las ondas vendrán, silencio ciego,

con su ruido traerán amor y fuego.

domingo, 22 de agosto de 2010

Bienestar

“El fastidio es un estado de ánimo que obedece a unas causas, eliminadas las cuales no se elimina el fastidio”, así reflexionaba Nietszche hace no demasiados años. Cuando uno es joven cree que ese malestar residual, que no acaba de desaparecer más que por cortos periodos de tiempo, debe ser coyuntural: “cosas de la edad” suele decirse. Pero cuando ya se lleva vida recorrida es necesario ser capaz de convivir con esa incomodidad constitutiva, ese “algo” que siempre –salvo momentos puntuales- falta para ser definitivamente dichosos. En este proceso de maduración está la clave para poder ser razonablemente feliz sin pasarse la existencia persiguiendo dolorosos imposibles.
Ocurre que de Nietszche a esta parte, las sociedades occidentales han cambiado mucho. La filosofía y el pensamiento han sido sustituidas por los libros de autoayuda llenos de fórmulas para estar mejor, para parecer mejor, para triunfar, para lograr el bienestar absoluto… Para alcanzar “el dorado” de la postmodernidad: la felicidad barata al alcance de la mano para el visitante del centro comercial el domingo por la tarde.
Las televisiones, la publicidad, ofrecen paraísos diversos a gusto del consumidor. Vivimos tiempos en que divertirse continuamente y no sufrir malestar físico o moral alguno se ha convertido en una obligación. Y no conseguirlo nos hace sentir desgraciados. El placer ya no es un estado circunstancial de la vida, sino un mandato en el presente continuo que habitamos. Ulises se ha soltado del palo mayor y cohabita, en la Itaca del siglo XXI, con las sirenas de las revistas y los programas del corazón.
Charlatanes contemporáneos y tecnologías infalibles compiten por presentar el dolor físico o moral como una experiencia gratuita fácil de evitar. Las consultas médicas rebosan de pacientes pidiendo soluciones para todo y no aceptando la ausencia de tratamientos sencillos y definitivamente resolutivos. Y si alguna duda les queda, ya habrá vecinas sabias o ilustres compañeros de trabajo para darles mejor consejo.
El sufrimiento es ahora una presencia obscena, un moderno tabú. Por eso cuando alguien se lo encuentra cara a cara, su primera reacción es de perplejidad. La siguiente es la ausencia de recursos para afrontarlo. Estamos configurados para construir cielos sobre la tierra, pero somos una sociedad frágil, en “riesgo permanente”, temerosa y desvalida. Por tanto inmadura e infantil, sometida a la dictadura de la seguridad absoluta. Reacciones histéricas como la de la gripe A lo ponen de manifiesto. Ni siquiera los creyentes aceptan el malestar como antaño, en la resignación de un estadio que les faculta para alcanzar una vida mejor. También ellos, igual que los demás, se atiborran de análgesicos, antidepresivos y ansiolíticos.
Pero resulta que la realidad es tozuda. Contra más huimos del malestar, más inaguantable resulta el que siempre queda en nuestras vidas. Ejemplo de ello es la demostración de que las sociedades que más recursos dedican a la sanidad son las que proporcionalmente más enfermas se sienten. Al menos las que más se quejan, quizás porque mostrarse satisfecho con el personal estado de salud, obliga a ser más generoso con los demás.
Una de las tareas de los próximos tiempos será terminar con la imposición de la diversión continua y preparar a las siguientes generaciones para acarrear dignamente con las incertidumbres y el malestar que el hecho de vivir y morir traen consigo. También para disfrutar, cuando llega, con la felicidad como un regalo, como un milagro de la existencia. Frente a los nuevos sacerdotes del decadente goce perpetuo, toca defender la escala de colores del bienestar que aporta el sentirse bien con uno mismo, tranquilo y preparado para lo que la vida le depare.