sábado, 30 de enero de 2010

Tóxicos

Los grupos humanos, los equipos, los colectivos necesitan buen ambiente para funcionar. Producir, ser eficientes y útiles pasa por compartir objetivos, ilusiones e intereses. O sea, remar todos en el mismo sentido. En la mayor parte de los casos no debería ser díficil conseguirlo. Mantener una buena armonía que permita trabajar, cooperar, resolver problemas estando a gusto, cómodo en el día a día, es bueno para todos. Pero al menos en este país, más tarde o más temprano acaba apareciendo un personaje tóxico para complicarnos la vida: un empleado, un vecino, un colega, un socio, un ciudadano, un “compañero” tóxico.
Los tóxicos están ahí para criticarlo todo, para que nada les parezca bien. Los tóxicos ven mal lo que se hace, lo que se dice, lo que se propone, lo que falta, lo que sobra... Son los más desgraciados de la tierra, los que más trabajan y los menos valorados... Nada va bien para los tóxicos: el jefe, el grupo, el mundo que les ha tocado en suerte… Todo es un desastre. Y a ellos, los que conocen la solución, no se les tiene en cuenta. ¿Por qué será?
Los tóxicos nunca proponen nada concreto, nadan en lo genérico, en el mundo de lo irrealizable. Representan la pureza, son los guardianes del espíritu puro. Y si por casualidad alguna vez se les escapa una idea viable, jamás se responsabilizan de gestionarla. Para poder seguir criticando. Siempre negativos, nunca positivos, como diría Van Gaal. Cuando las cosas parecen ir bien, se les pudre el corazón.
Ser tóxico es una forma de estar en el mundo. Los tóxicos son enfermos de insatisfacción vital socialmente tolerados. Como los antiguos “tolos” de las aldeas. Pero a diferencia de éstos, no son inofensivos. Insidiosos, molestos, conflictivos, pueden acabar con la mayor de las paciencias y socavar las cimientos de cualquier proyecto colectivo. Con frecuencia querulantes, les encantan las conspiraciones –por supuesto contra ellos-, las denuncias y los escritos de protesta. A esto dedican gran parte de su tiempo. Y a los que no les bailan el agua y les siguen el rollo, les llaman vendidos y estómagos agradecidos.
Su enfermedad es incurable. No se fíen si parece que un tóxico se ha rehabilitado. Seguramente sólo está en fase de letargo: descansa para ser aún más tóxico. En cuanto le resulte posible. El único tratamiento -del que puede depender la supervivencia del grupo en cuestión- es el aislamiento. Y la alegría, porque ellos son tristes.
Los tóxicos no son felices. Les consume la carcoma de la envidia. Simples y maniqueos, los tóxicos no resisten la confrontación cara a cara. La eluden como el vampiro la luz. Su territorio no es el campo abierto. Es en el pasillo y en las cafeterías donde se mueven como pez en el agua. En el cuchicheo, la desconfianza y la insidia. Los tóxicos transmiten su rencor por las esquinas. Allí olisquean los malestares de los otros y cuando los encuentran, les ofrecen cobertura y cobijo. Sin descanso buscan la colusión de desencuentros, la suma de afectados por el injusto mando en plaza, por el viciado sistema. Y cuando la coyuntura se complica, su actividad tóxica se multiplica exponencialmente.
En general son intelectualmente vagos y emocionalmente desgraciados. Incompatibles con el bienestar y la generosidad, se agarran a su toxicidad como a un clavo ardiendo, como si les fuera la vida en ello, como si les librara de algo peor. Una lástima.
Puede que ustedes tambien tengan cerca alguno de estos ejemplares. Son más frecuentes de lo que se cree. Si es así, ya saben: indiferencia, sonrisas… y las ventanas siempre abiertas.

jueves, 28 de enero de 2010

Miradas

De tu espalda

conozco

tres lunares pequeños.


Uno, dulce y amable;

otro, cálido y tierno;

y el menor, asustado,

escondido entre ellos.


De tu espalda

mis dedos

respetaron el sueño.

sábado, 23 de enero de 2010

Un país nuevo


Visitar Euskadi en estos días, pasear por la playa de La Concha, tomar “potes” en la Plaza Nueva de Bilbao, dar una vuelta por los pueblos de la Rioja Alavesa o de la comarca del Goierri, es encontrarse con un país nuevo. La gente está más contenta, confiada y tranquila. Su habitual buen humor, su carácter extrovertido se manifiestan ahora en plenitud.
La llegada al poder del nuevo gobierno socialista con el apoyo del PP de Basagoiti, está abriendo ventanas esperanzadoras. Muchos problemas de convivencia que parecían no tener solución, se encuentran ya encarrilados. La izquierda abertzale está buscando caminos para desembarazarse de ETA. La libertad consigue abrirse paso y hoy es más frecuente que hace unos años, escuchar en los bares y en los bancos de los parques, opiniones políticas diversas que antes se guardaban por miedo. La desaparición del terrorismo es en estos momentos, ante la progresiva debilidad de ETA, algo más que un sueño. Parece un escenario posible a corto o medio plazo.
La percepción del resto del estado con respecto a Euskadi también ha cambiado. Los focos se centran en otras cuestiones. El problema vasco comienza a verse como un viejo nudo que cada día se desenreda un poco más. Sin ruido. Sin nuevas heridas abiertas. Incluso se mira como un modelo a seguir para la resolución de los problemas con la colaboración de los dos grandes partidos estatales.
Pero las cosas no eran así hace poco tiempo. Todo va tan rápido en política que la memoria se diluye en cuanto la prensa cambia de tema. Y así se corre el riesgo de no reconocer los aciertos y los errores de los protagonistas. Por eso, antes de que la historia reciente se convierta en tiempo pasado, conviene intentarlo.
La figura de Patxi López no existiría sin Zapatero. Ambos cambiaron la dinámica de confrontación con el nacionalismo vasco del tándem Mayor Oreja- Nicolás Redondo. Una dinámica que en las penúltimas elecciones en Euskadi provocó el “efecto empalizada” de los electores. Un reflejo defensivo que aportó abundantes votos a los graneros de los partidos nacionalistas e independentistas y una buena justificación para revitalizar el soberanismo de Sabino Arana.
Fracasado aquel intento de modificar el desnortado “status quo” del PNV, López y ZP apostaron por un cambio tranquilo, sin alharacas, sin llamadas electoralistas a la víscera del nacionalismo español en busca de votos fuera de Euskadi. Después, frente a los que se rasgaban las vestiduras y pedían medidas excepcionales, el Plan Ibarretxe se disolvió como un azucarillo usando en exclusiva los procedimientos derivados del orden constitucional. Sin broncas. Sin descalificaciones. Con un debate en sede parlamentaria. Nada que concuerde más con la templanza del espíritu vasco.
Finalmente, llegó el proceso de paz que terminó con la ruptura del alto el fuego en la T4. Sin cesiones ni entregas que algunos daban irresponsablemente por concedidas. Con dos consecuencias muy positivas que ahora podemos analizar en perspectiva, más allá de la inicial sensación de fracaso. El rechazo definitivo de la ciudadanía vasca no sólo a la violencia sino a cualquier propuesta política excluyente o sectaria. Y la convicción generalizada -incluso en los sectores más radicales del independentismo vasco- de que, desaprovechada la última oportunidad, a ETA sólo le queda una salida: la rendición incondicional.
Fueron estos mimbres, y no otros, los que permitieron la construcción del cesto en el que hoy cabe la esperanza de un país vasco renovado, confiado en un próximo futuro de paz y prosperidad. Al césar lo que es del césar y a Zapatero lo que en justicia le corresponde, tanto en errores como en aciertos. Y en este caso, los resultados de su valiente apuesta hablan por sí mismos.

lunes, 18 de enero de 2010

Opinión del blog 5

Divertido espectáculo el del Congreso del PP de Ourense. Visto desde fuera, desde las antípodas de esa forma de entender la política, llaman la atención varias cosas:
1) La enorme hipocresía de Nuñez Feijóo (Alberto Manostijeras). Se aprovechó de todos para ganar las elecciones en un final de campaña sin escrúpulos. En el que algunos como Baltar destacaron en el juego sucio. Ahora quiere soltar “lastre”. Y además quedar como el campeón de la renovación y la lucha contra el caciquismo. Por cierto, ¿el llamado sector “oficialista”, el que ahora sale del armario en Ourense, por qué no se apartó hasta este clarividente momento de las prácticas clientelares/ caciquiles que Baltar nunca ocultó? ¿Una revelación/ epifania, quizás?
2) La masiva utilización de las instituciones provinciales y autonómicas en el proceso:
a) la Diputación (contratos de última hora, uso descarado de la logística…) por la familia Baltar.
b) los fondos de la Xunta:
-fortaleciendo el papel del “superdelegado” en Ourense- comisario político de Manostijeras, tal como denunció Maria Quintas en el Parlamento de Galicia.
-el uso del coche oficial de Alfonso Rueda (tan preocupado él por las ruedas del bipartito).
-las supuestas presiones de los cargos públicos sobre los militantes del PP: Rodriguez Miranda, Jesus Vazquez, etc…
3) El descarado posicionamiento que los periódicos más leídos de la provincia, han tomado en el tema. Uno por cada uno de los dos contendientes. ¿Tendrá algo que ver en ello la política de subvenciones/ ayudas a los medios de comunicación? No lo sé, pero las noticias favorables a un bando apenas salen en el otro y viceversa. Dentro de esta inusual forma de hacer política en los diarios, han destacado algunas perlas como las de Antón Feito: rotundas, abiertas y directas al cuello. Cierto es que su opinión sobre la figura de Baltar ya es pública y notoria desde hace mucho tiempo. Por tanto coherente y sincero.
Por mi parte lo ideal es que perdieran los dos. Pero no hay duda, en lo de ponerse el Betadine despues de la batalla son unos expertos. El haber abrazado la táctica de ir siempre a por “El enemigo sustancial” -que tan bien define Peces Barba en su artículo del viernes en El País- les facilita la cohesión. Una forma totalitaria de hacer política que por ahora funciona.
En todo caso, buscando el mal menor prefiero a los que no van con Feijóo. A los de Baltar ya les conocemos: populismo y caciquismo que habrá que seguir combatiendo. Pero pueden ser un contrapeso a la concentración de poder absoluto que busca Manostijeras. No se crean que "el chico de Os Peares" tiene un proyecto diferenciado y modernizador. Lo que busca es el poder a toda costa. No sólo el poder político, tambien el empresarial, financiero, cultural, mediático… Ambiciona una concentración de poder tal, que ni siquiera Fraga pudo imaginar nunca. Feijóo es ambicioso, no tiene escrúpulos ni ideología. Que no esperen lealtad –ni apoyo si vienen mal dadas- quienes le ayuden. Que le pregunten a Gloria Lago y a Galicia Bilingüe -básicos para su victoria electoral in extremis-, dónde quedaron las promesas de bilingüismo con las que les arrastró como moderno flautista de Hamelin para que le aportaran ese, quizás decisivo, puñado de votos de última hora.
Pero se lo monta bien: nadie, por ahora, le pide cuentas por los impuestos que iba a bajar, la dependencia y la sanidad que iba a solucionar en pocos meses… No importan las promesas incumplidas ni los derechos perdidos. Lo importante no son los ciudadanos y su bienestar, de lo que se trata es de coincidir con los que ostentan el verdadero poder (en general residen en Madrid, por eso se prodiga tanto por esos lares). Manostijeras es listo, demagogo y despegado. Frío, calculador, sin afectos ni cercanía. Ambición pura. Está en el PP porque es el partido que mejor se adapta a sus objetivos y a sus métodos. Pero podría valerle cualquiera que le acercara al poder de verdad, no sólo al representativo. Ahora está con Rajoy, pero mañana puede que éste le sobre…
Y hablando de Rajoy: más hipocresía imposible. “No dimitiré aunque Gürtel demuestre que hubo financiación ilegal del PP”. Por lo visto él, Ana Mato, Arenas… estaban en otro sitio cuando Correa lo era todo en el partido. Pues no. Eran y son la base del aparato que convivía y hacia negocios con él.
Siguen apareciendo nuevos temas en el sumario Gürtel de Madrid: viajes privados de altos cargos del PP pagados por la trama. Y nuevas caras. La última la del ex alcalde de Pozuelo: algo tendrá que ver Esperanza Aguirre. ¿O no? Y aparecerán más. Pero Mariano y sus chicos siguen hablando de la conspiración del gobierno, los policias y los fiscales, del Codigo Ético y de la renovación del partido en Baleares. ¡Menuda renovación: si ya no quedaba nadie!
Y mientras tanto continuarán en sus puestos la patética risa de Camps y la obscena carcajada de Rita. Tiempos de falsedad que un día u otro terminarán. Paciencia.
Junto a la opinión, links de artículos y noticias que la fundamentan. Algunos muy buenos como los de Anxo Guerreiro. Y para genialidad el chiste de Carrabouxo, fotocopiado y en las paredes de tantas oficinas y bares de Ourense.

La mejor liga de Mus de La Rioja

Y del resto del Mundo Mundial. En la foto superior el primer clasificado del 2009 (de azul): Eusebio -el Use- conocido como el monárquico por su atracción por los reyes (véase las cartas que porta). Y el segundo Carlitos (de gris), especializado en duples (no precisamente los de la burbuja inmobiliaria). Este último es el encargado de datos y estadisticas. ¿Explicará esto su sorpresiva presencia en el podio? Por cierto lo de encima de las cabezas no os creais que es artificial. Natural como la vida misma.
En la foto inferior, tocados con infamantes capirotes, los dos últimos clasificados, Chechu y Carlos -el zorro-. Debe decirse que como son los únicos que curran de entre los participantes, su nivel de comparecencias es muy inferior a la del resto. Eso y su mala fortuna con las cartas (veáse "el perete" que muestran) justifica es sin duda la causa de su lamentable posición en la tabla final del año.

En próximas semanas se publicaran en este blog los datos completos de los resultados en 2009 y la marcha del nuevo Campeonato del 2010.
Para los no habituados al argot del mus, consultar cualquier página on line sobre el juego. Ojo, en Logroño a diferencia del resto del mundo se juega a 4 reyes en vez de a 8.

viernes, 15 de enero de 2010

El espíritu de la ley


Unos días antes de su cierre por decisión judicial, estuve tomando una caña en el Café Cultural Auriense con unos amigos de fuera de la ciudad. Serían como las nueve de la noche y el ambiente era tranquilo y agradable. En varias de las mesas de alrededor, grupos de jóvenes charlaban animadamente mientras sonaba una suave música de fondo que permitía la conversación. Otros ojeaban algunas de las revistas o libros que el café pone a disposición de sus clientes. Justo a nuestro lado, un solitario muchacho leía concentrado un libro de poemas que seguramente acababa de comprar. Me pareció que era “No amanece el cantor” de Valente. La media de edad estaba en torno a los 35 y a mis amigos y a mí nos encantó contribuir a elevarla, aunque fuera moderadamente.
Las diversas consumiciones eran en general acordes con el frío que asolaba las calles: cafés y “colacaos” humeantes, pequeñas copas de licor café… Al fondo un grupo de músicos preparaba el escenario para el concierto que comenzaría un rato después. Uno más de los casi 130 actos culturales que el local programa cada año. Mis amigos quedaron encantados del ambiente relajado y sereno. Como no podía ser menos, acabamos hablando de la juventud actual y los lugares comunes con los que nos refiremos a ella. Frente al mito del creciente individualismo juvenil y adolescente, de la imagen del muchacho encerrado en su habitación viendo la televisión, hablando sin parar por el móvil y chateando sin tregua en el ordenador portátil, encontrar espacios donde se proponen actividades colectivas, donde se apuesta por la creatividad y la cultura es reconfortante. Sobre todo si se hace desde la libertad y el plus de cercanía que confieren los proyectos que no necesitan basarse en la subvención de las instituciones. Que les llega con que no les hagan la vida imposible.
El Café Auriense lleva desde el año 2000 promocionando la cultura alternativa ourensana y es también una pequeña empresa que soporta varios puestos de trabajo, ahora tan necesarios y frágiles. O sea, una realidad que todos deberíamos apoyar.
Por eso, al margen de rígidas y burocráticas consideraciones jurídico-administrativas de profesionales del derecho a los que no tengo el gusto de conocer y de los que no tengo duda que cumplen con la norma, algo falla en su interpretación de la misma para no entender que la decisión tomada es un error. Más allá de la letra de la ley está su espíritu, aquel que la vincula con el bien común de la colectividad en la que descansa. Y esta decisión judicial, al menos en este caso, perjudica además de a los directamente afectados, al desarrollo de una pequeña pero valiosa aportación a la vida cotidiana de esta ciudad, a su creatividad y a su alegría. Sin beneficiar a nadie ni corregir injusticias ni agravios. Por eso, de sentido común será buscar una salida rápida y definitiva que escape de los farragosos e interminables trámites legales, habituales en estos casos.
Y es que además llueve sobre mojado. Unos días antes se desalojó el Patio Maravillas, un inmueble deshabitado en el centro de Madrid, propiedad de un presunto implicado en delitos de corrupción urbanística, que fue ocupado hace varios años por un grupo de jóvenes con ideas e inquietudes. Durante este tiempo han dinamizado el barrio, organizado talleres de formación para todas las edades, conciertos, teatro, iniciativas de integración para inmigrantes… Ninguna queja de los vecinos. Otra orden judicial sin espíritu ha vuelto a convertir el edificio en un erial yermo y oscuro.
La justicia suele representarse en forma de mujer con los ojos tapados portando una balanza como señal inequívoca de su necesaria independencia. Nada en este mundo, salvo nacer, debe hacerse con los ojos cerrados. Y sin contar con el espíritu, tampoco.
Este artículo fue publicado en La Región unas horas despues de la decisión del Concello que permite la reapertura del Café Cultural Auriense. ¡¡¡Enhorabuena a todos, también al Concello por su buena decisión!!! Ved la noticia en La Voz de Galicia. Nos vemos en el Concierto Solidario de esta noche en la Plaza do Corregidor. Celebración. Respuesta de la sociedad civil. Reivindicación necesaria para que los jueces escuchen al espíritu que debería acompañarles siempre.

viernes, 8 de enero de 2010

Epifanía

Anteayer fue el día de los Reyes Magos. No se preocupen, a estas alturas, no tengo intención de hablar de ellos. Además los magos no me gustan porque viven de los trucos. Y los reyes tampoco. Los reyes tienen súbditos, soldados, tronos… Figuras incompatibles con mi modo de entender el mundo. Por eso, en tal día como el de anteayer prefiero no ir a la cabalgata y hacer como Befana, la bruja buena de Belén de la tradición italiana, que ante la invitación de sus majestades para acompañarles al Portal, optó por declinar tanto honor y quedarse barriendo el polvo en su casa de bruja. O escuchar de nuevo a George Brassens cantando aquello de “en la vida pues, no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado”.
Total que ni de reyes ni de magos, desde mi personal república de la nueva década de los 10, hoy escribiré sobre la Epifanía, que también es la festividad de cada seis de Enero. Pero antes de entrar en ese poco utilizado concepto, quiero contarles que de pequeño, allá por los años sesenta, mis padres me regalaron para reyes un canario amarillo que cantaba como los ángeles. Yo entonces no sabía el significado de la palabra en cuestión, pero por aquello del almanaque le llamé Epifanio. No recuerdo bien qué razón me impulsó a hacerlo, pero a finales del primer mes de ese lejano año ya brumoso en la profundidad de la memoria, una mañana sin avisar a nadie abrí la puerta de la jaula y Epifanio voló para no volver nunca. Cosas de niños, supongo.
Epifanía es la manifestación súbita de la esencia o el significado de algo. Una revelación que, en un instante fecundo, nos hace ver la realidad con tal claridad que hasta la razón se pliega a la intuición incontestable que nos asalta de improviso. Es una experiencia individual y profunda, que puede marcar nuestras vidas o explicarnos incluso qué somos y para qué estamos en el mundo. Absolutamente personal e irreproducible, sólo puede entenderla quien la ha vivido.
Hay momentos epifánicos célebres como la revelación a Moisés de su bíblica misión en forma de zarza ardiendo en mitad del desierto. Y epifanías literarias clásicas como la magdalena de Proust, magnífica traducción en palabras de la realidad sensorial cuando trasciende al tiempo. Muchas personas en un momento concreto de su existencia, no siempre recordado más tarde, han visto claro que el camino de su vida pasaba ineludiblemente por ser bombero, médico, maestro o lo que sea. Otras cuentan que sólo con la primera mirada al hombre o mujer que acababan de conocer, supieron que sería su compañero o compañera para siempre. También determinadas decisiones pueden considerarse epifánicas: véase si no la del traumatólogo Heimlich, quien tras descubrir incidentalmente la efectividad de determinadas maniobras para salvar la vida de los atragantados, abandonó su trabajo habitual y dedicó el resto de su vida profesional a difundir esas maniobras por todos los EEUU.
Pero más allá de esas decisivas epifanías, todos vivimos con cierta frecuencia otras más pequeñas que no nos deben pasar desapercibidas. Por ejemplo, al leer un libro y descubrir en el relato que no somos justos con determinada persona o que deberíamos decirle más veces a alguien todo lo que le queremos. O al respirar la brisa en lo alto de la montaña y reconocer con serenidad lo pequeños que somos en la inmensidad de la naturaleza. O en esos momentos en los que sin saber por qué, nos asalta una sensación pasajera que parece ser la felicidad.
Por eso ahora, cuando vean a alguno sonriendo solo por la calle, no piensen que está loco. Puede ser que le haya llegado una alegre epifanía. Feliz año nuevo.

jueves, 7 de enero de 2010

Juliette

JULIETTE Y EL DÍA EN QUE NOS VIMOS

La belleza es Azul
y su mirada,
un dardo
al centro del vacío.

Una lágrima brota
en la alegría
de su libertad desamparada.

Un tiempo muerto nace.

¿Cuánto dura esa luz
que muestra el paraiso
y convierte la piel en un tumulto?

La belleza es feliz.
Es un encuentro
inesperado.

A ella agradecido,
esclavo
del dulce recuerdo
para siempre,
pacientemente espero
un nuevo encuentro.
Al cine, a Kiewslovsy y a Juliette Binoche