domingo, 21 de marzo de 2010

Como un gorrión

En homenaje y memoria. Usando la letra de una hermosa canción de Juan Manuel Serrat. Esta semana conocí un dato tan sorprendente como engañoso. Resulta que en España residen más de 150 millones de gorriones comunes. Casi el triple que nosotros. ¡Buen tipo, el gorrión! Un pájaro simpático. Entre tierno y triste. Con el pelo marrón y una elegante mancha negra en el cuello, una corbata de pequeño señorito.
Muchos gorriones. Pero si se paran a pensar, convendrán conmigo en que de un tiempo a esta parte apenas se les ve por las calles de Ourense. Antes era frecuente encontrarlos de golpe, posándose cerca de ti en una terraza o en el parque, caminando a saltitos para marcharse también de improviso. Ahora es difícil verlos. Están como desaparecidos. Al parecer, esta progresiva disminución de su presencia también se percibe en otras ciudades. Algunos ornitólogos estiman que cada año se pierden en nuestro país casi un millón de ejemplares. A este paso pronto se habrán extinguido y ya no podrán tutearse con las nubes ni dormir en el rincón donde no llegan los gatos. Una pena.
En Londres no quedan gorriones. Tampoco en los naranjales de Sagunto. Los expertos afirman que esto ocurre por la excesiva limpieza de las calles. Ya no encuentran granos ni nada para picotear. Decía la nieta de Miguel Delibes que su abuelo, en Valladolid, todos los días finalizaba la comida construyendo bolitas con la miga del pan sobrante para alimentar a los petirrojos que siempre acudían a su ventana. Aún recuerdo su historia de Daniel, “el mochuelo”, aquel niño de la posguerra que debía dejar el pueblo para estudiar en la ciudad. Volando bajito, como los gorriones. “El camino” fue una de mis primeras lecturas en los interminables veranos de la adolescencia. Plena de valores y sincero amor por la naturaleza. Delibes, abogado del campo en la Academia Española de la Lengua, ¿qué será del cuco, el cárabo, el arrendajo y otros sonoros nombres de pájaros sin tu defensa? ¿Se extinguirán también del diccionario?
Otra de las hipótesis para justificar su paulatina extinción es la desigual competencia con las palomas, en franca expansión. Palomas, gordas, sucias y agresivas. Ratas del aire, les llama un buen amigo mío. Tan distintas a los discretos gorriones. Libres y aseados, no le venden al alpiste su color ni su canción. Buscan por ahí su lechuga sin molestar a nadie. Me gustan. No envidian al halcón, pero no quieren ser como los canarios. Mejor vivir siete años bebiendo el agua de los estanques que quince en cautividad. Escapando de la amenaza de plaguicidas y herbicidas, luchando contra la contaminación de los vehículos urbanos y la escasez de árboles y zonas verdes en las ciudades.
De balcón en balcón. También en los nuevos edificios, más rectos, sin cornisas propicias para instalarse. Alguien debería defenderlos. Se marchó Delibes, pero Serrat ha vuelto a ganarle en un hospital de Barcelona la batalla a la muerte. Él podría volver a cantarles junto a aquel nido seco y vacío de la Carrera de San Bernardo donde aún queda un hueco para la única patria que no necesita fronteras: la infancia.
Está a punto de llegar la primavera. El tiempo en el que anidan los gorriones. ¡Ojalá que vuelvan a poblar las plazas y las calles de nuestros campos y ciudades! Sería un motivo de esperanza en estos difíciles días.
Por si quereis escucharlo, un video de Juanito.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Desde la barrera

Me gustan las corridas de toros. De muy joven aprendí a reconocer sus códigos, su rito, su belleza. Buenos maestros me enseñaron a mirarlas. Esa suerte he tenido. Gracias a ello he disfrutado en la plaza momentos inolvidables de plenitud estética. Sin embargo, hace tiempo que he renunciado a convencer a nadie de su valor y contenido. En innumerables ocasiones ha salido el tema en conversaciones con amigos. Sobre todo con los nacidos en lugares de escasa tradición taurina. Hubo tiempos en los que fui proselitista y me fajé en las discusiones. Pero ya estoy convencido de que es un debate circular que no lleva a nada. El que no lo ve, no lo verá por mucho que el otro se esfuerce.
Por eso la historia de estos días en el Parlamento de Cataluña ya me la conozco. Es absolutamente inútil. Los argumentos de los defensores y los abolicionistas son los mismos de siempre. Todos respetables, pero inamovibles desde la víscera y el alma que son quienes operan en la fiesta de los toros. Por encima de la razón. Para amarla o para considerarla un burdo espectáculo bárbaro y sádico. Una pena, eso sí, la rídicula politización del tema que han iniciado los nacionalistas catalanes y a la que se ha incorporado, en un nuevo alarde de oportunismo, Esperanza Aguirre representando al otro nacionalismo: el español. Los toros no pertenecen a nadie, son patrimonio de quien pueda y quiera apreciarlos. Como los bellos paisajes, las obras de arte, los vinos o la música. Por ejemplo.
En cualquier caso me gustaría aprovechar la coyuntura para pedir al menos el beneficio de la duda para los taurinos. No somos unos sádicos que disfrutamos con la contemplación del sufrimiento. Tampoco lo fueron Lorca, Goya, Picasso o Miguel Hernández que encontraron en los toros, sensaciones, colores, expresividad… Y supieron describir la armonía del encuentro entre el animal y el torero desde la entrega de ambos en el escenario de la vida y la muerte. Siguiendo las reglas y los códigos estéticos que han ido destilándose a lo largo de la historia de los pueblos europeos meridionales.
Las corridas no son una tradición como en estos días se ha escuchado. Son cultura elaborada, compleja y profunda. Lorca decía que "la fiesta de los toros es la más culta que hay en el mundo". Reúne todas las condiciones para ello. Está representada en el arte y la literatura. Tiene un lenguaje propio que aporta magníficas expresiones de uso coloquial y sentido figurado que utilizan incluso los que desconocen o desprecian la tauromaquia: “ver los toros desde la barrera”, “dar una larga cambiada”… Y tantas otras que han enriquecido a lo largo de los años nuestro idioma.
Los taurinos sabemos, como dijo El Gallo, que “tiene que haber gente para todo”. Pero entendemos que no conviene prohibir una afición que garantiza una forma de vida ligada al campo, a la ganadería y a un tipo de actividad comercial y económica del que viven muchas familias. Y permite la supervivencia de una especie como el toro bravo, sólo posible desde la crianza por y para la fiesta que algunos disfrutamos. En Madrid, Pontevedra, el sur de Francia… Donde se pueda. Esperemos que también en la Monumental de Barcelona y si es posible con José Tomás en el cartel. O sea, que no hace falta que discutan ni legislen. Sólo si desaparece la afición, se acabarán las corridas. Tan sencillo como eso.
Foto de cosecha propia en la plaza de Pontevedra, este verano.

martes, 9 de marzo de 2010

Confianza

Si uno viene de pasar una temporada por otros lares y al llegar se da una vuelta por el dial radiofónico o recorre los nuevos canales de TDT, puede ser que no entienda nada. Seguramente se encontrará con un tropel de tertulianos crispados y vociferantes para los que este país está al borde del abismo y Zapatero es el crisol de todos los desastres, maldades y desaguisados. No le será fácil sintonizar espacios más sosegados –que los hay- donde los temas se traten sin caer en la burda descalificación sistemática y la soflama incendiaria.
Si el recién llegado lo analiza, se dará cuenta que ese emergente mosaico audiovisual no se corresponde con el sentir de la gente. Tampoco es proporcional con el espectro de opiniones de la sociedad española ni con el estado de ánimo de la mayoria. Los ciudadanos no quieren más bronca. Estan hartos de contemplar siempre la misma versión del “Duelo a garrotazos” de Goya cuando enchufan la tele o encienden la radio.
Sería complicado en pocas líneas aproximarse a las circunstancias que han condicionado este flagrante desequilibrio -al menos númerico- en el perfil de las nuevas licencias. Pero es evidente que está claramente escorado no tanto hacia determinadas posiciones ideológicas –que también-, sino a una forma radical de transmitir opinión que nada ayuda a mejorar el debate político en España. Todos sabemos a estas alturas de la crisis que, además de los conocidos problemas estructurales en los entornos financiero y productivo, lo que más dificulta la salida es el sentimiento de desconfianza que se ha instalado sólidamente entre nosotros. Y esos programas de acoso y derribo desde las ondas poco ayudan a vencerlo.
En cambio, recientes iniciativas sin ánimo de lucro como las de la web estosololoarreglamosentretodos.org auspiciada por personas de gran peso profesional sin actual afiliación política, como Roca, Garrigues Walker o Guillermo de la Dehesa, son un verdadero "brote verde" para la confianza que tanto necesitamos. Con el respaldo de empresas de la importancia de Telefónica, El Corte Inglés, BBVA, Iberia o el Santander, y de personajes de éxito como Pau Gasol o Ferrán Adriá, en ella se informa de los abundantes proyectos innovadores que se están desarrollando en el país. Por ejemplo, de las 5.000 empresas que cada mes se crean en España a pesar de la crisis. No todo está mal y es importante que existan espacios para contarlo.
También lo es reconocer el buen trabajo cuando lo tenemos cerca y a la vista. En este caso, al oído. Hoy comienza en Ourense una nueva edición de “Pórtico do Paraíso” que, gracias al empeño de la Concellería de Educación, nos ha traído de la nada la música antigua de mayor calidad de los circuitos internacionales. Y de paso promociona el patrimonio artístico y cultural. No debe ser fácil conseguir que además sea casi gratis, con guardería y con el magnífico diseño de campaña publicitaria y puesta en escena que presenta. Es justo felicitar por ello a quienes lo gestionan y a las empresas locales cofinanciadoras de este festival que debe hacernos sentir orgullosos de la ciudadanía ourensana y confiados en nuestra capacidad para darle la vuelta a los malos tiempos. Con confianza, entre todos podemos.