domingo, 22 de agosto de 2010

Bienestar

“El fastidio es un estado de ánimo que obedece a unas causas, eliminadas las cuales no se elimina el fastidio”, así reflexionaba Nietszche hace no demasiados años. Cuando uno es joven cree que ese malestar residual, que no acaba de desaparecer más que por cortos periodos de tiempo, debe ser coyuntural: “cosas de la edad” suele decirse. Pero cuando ya se lleva vida recorrida es necesario ser capaz de convivir con esa incomodidad constitutiva, ese “algo” que siempre –salvo momentos puntuales- falta para ser definitivamente dichosos. En este proceso de maduración está la clave para poder ser razonablemente feliz sin pasarse la existencia persiguiendo dolorosos imposibles.
Ocurre que de Nietszche a esta parte, las sociedades occidentales han cambiado mucho. La filosofía y el pensamiento han sido sustituidas por los libros de autoayuda llenos de fórmulas para estar mejor, para parecer mejor, para triunfar, para lograr el bienestar absoluto… Para alcanzar “el dorado” de la postmodernidad: la felicidad barata al alcance de la mano para el visitante del centro comercial el domingo por la tarde.
Las televisiones, la publicidad, ofrecen paraísos diversos a gusto del consumidor. Vivimos tiempos en que divertirse continuamente y no sufrir malestar físico o moral alguno se ha convertido en una obligación. Y no conseguirlo nos hace sentir desgraciados. El placer ya no es un estado circunstancial de la vida, sino un mandato en el presente continuo que habitamos. Ulises se ha soltado del palo mayor y cohabita, en la Itaca del siglo XXI, con las sirenas de las revistas y los programas del corazón.
Charlatanes contemporáneos y tecnologías infalibles compiten por presentar el dolor físico o moral como una experiencia gratuita fácil de evitar. Las consultas médicas rebosan de pacientes pidiendo soluciones para todo y no aceptando la ausencia de tratamientos sencillos y definitivamente resolutivos. Y si alguna duda les queda, ya habrá vecinas sabias o ilustres compañeros de trabajo para darles mejor consejo.
El sufrimiento es ahora una presencia obscena, un moderno tabú. Por eso cuando alguien se lo encuentra cara a cara, su primera reacción es de perplejidad. La siguiente es la ausencia de recursos para afrontarlo. Estamos configurados para construir cielos sobre la tierra, pero somos una sociedad frágil, en “riesgo permanente”, temerosa y desvalida. Por tanto inmadura e infantil, sometida a la dictadura de la seguridad absoluta. Reacciones histéricas como la de la gripe A lo ponen de manifiesto. Ni siquiera los creyentes aceptan el malestar como antaño, en la resignación de un estadio que les faculta para alcanzar una vida mejor. También ellos, igual que los demás, se atiborran de análgesicos, antidepresivos y ansiolíticos.
Pero resulta que la realidad es tozuda. Contra más huimos del malestar, más inaguantable resulta el que siempre queda en nuestras vidas. Ejemplo de ello es la demostración de que las sociedades que más recursos dedican a la sanidad son las que proporcionalmente más enfermas se sienten. Al menos las que más se quejan, quizás porque mostrarse satisfecho con el personal estado de salud, obliga a ser más generoso con los demás.
Una de las tareas de los próximos tiempos será terminar con la imposición de la diversión continua y preparar a las siguientes generaciones para acarrear dignamente con las incertidumbres y el malestar que el hecho de vivir y morir traen consigo. También para disfrutar, cuando llega, con la felicidad como un regalo, como un milagro de la existencia. Frente a los nuevos sacerdotes del decadente goce perpetuo, toca defender la escala de colores del bienestar que aporta el sentirse bien con uno mismo, tranquilo y preparado para lo que la vida le depare.

Mala memoria



"Con nosotros no moría gente en los incendios; con el bipartito, cuatro personas". Son las declaraciones del actual Presidente de la Xunta en 2006 cuando era lider de la oposición en Galicia. Conviene recordarlo, comparandolo con la responsable actitud este verano del PSdG y sobre todo del BNG, cuya Consellería de Medio Rural y el entonces Conselleiro Alfredo Suarez Canal recibieron este elocuente apoyo de Alberto Nuñez Feijóo.

Puede que en este sutil antecedente podamos encontrar explicación a la desaparición del actual Presidente, cuya última comparecencia pública fue hace dos semanas y por supuesto SIN ACEPTAR PREGUNTAS. Papelón el del portavoz parlamentario del PP de Galicia, Antonio Rodriguez Miranda, cuando -como es habitual en él- defiende lo indefendible sin inmutarse, declarando que "el PP estuvo al lado del bipartito en el 2006" y "la política informativa de este verano sobre los fuegos es de ABSOLUTA TRANSPARENCIA".

Valga la imagen que aunque borrosa -como es siempre la memoria para quien tiene que avergonzarse de algo- sirve para recordar la foto del 9/8/2006 con "la micción" del mejor apagafuegos de Galicia con aquella manguera de jardin recién comprada en Leroy Merlin -memorable foto como la de Las Azores o la más reciente de nuestro "gladiator nacional" en la frontera de Melilla-.

Permitidme ilustrar la entrada con una estupenda Carta al Director de El País que pone el dedo en la llaga sobre las causas del fuego que verano tras verano se abate sobre Galicia: "Arde Galicia". También el excelente artículo de Antón Losada "Ver Galicia arder".

Y volviendo a la foto del pis de 2006, Fermin Bouza nos cuenta como explicó Quequé -un humorista del programa de Eva Hache en Cuatro-, las andanzas por aquellos días del entonces duro opositor Feijóo. Del que también recuerda su respuesta a un periodista sobre el mismo tema: "Lo que queremos es que se nos informe, porque el Gobierno de la Xunta no ha dado ninguna información ni a mí ni a los tres presidentes de las Diputaciones, ni a los 219 alcaldes que tiene el PP gallego". Por aquel entonces la información sobre los incendios se actualizaba dos o tres veces al día y no excluía, como este año, los fuegos de menos de 20 hectáreas. Recuerdos de hemeroteca y comparecencias públicas que no admiten preguntas. Leed, si os apetece, "Aquellas viejas fotos".

Y para finalizar, quiero remitiros al Blog de mi amiga María Jesús González, "Placeres recuperados" y su última entrada titulada "Fantasmas de incendio redivivos". Sobre todo por el precioso poema que escribió en 2006.

domingo, 15 de agosto de 2010

Preguntas del verano

Este año, las habituales imágenes del fuego abrasando campos y aldeas llegan entre la bruma de la ocultación de datos por el Gobierno de Galicia. Con la excusa de evitar un supuesto “efecto contagio” de eventuales pirómanos, los incendios menores de 20 hectáreas no existen. Ourense huele a humo por sus cuatro costados, pero los fuegos “menores” dormirán en el limbo de la inexistencia hasta que acabe el verano. ¿Hay alguna razón para ello, más allá de obviar la sensación de fracaso en la gestión de la Xunta? Los expertos recomiendan que no se retenga información oficial sobre esta materia. Los ciudadanos somos mayores para valorar los datos públicos en su justa medida, sin magnificarlos ni culpabilizar a nadie que no sea culpable. ¿Será esta decisión “desinformativa” fruto de la mala conciencia de gobernantes que en otro tiempo fueron oposición “poco responsable”?
Otra pregunta viene flotando estos días de Agosto en la mente de los conductores de vehículos: en el próximo cruce, ¿me tocará en suerte un agente de tráfico en huelga de “bolígrafos caídos” o uno incentivado para incrementar el número de multas? El larvado conflicto laboral entre el Ministerio del Interior y la AUGC trae a colación un importante interrogante. Si es cierto que a más multas, menos muertes -tal como parece indicar la histórica reducción de accidentes en los últimos años-, a todos conviene resolver el problema para que las eventuales sanciones continúen en el contexto de la reducción de la siniestralidad vial y no vuelvan al mero afán recaudatorio de antaño.
Al hilo de este tema y de otros, más sangrantes aún, como la huelga de controladores aéreos, hay otra pregunta de verano que muchos españoles se hacen ya: ¿el derecho de huelga de los empleados públicos en las condiciones garantistas que la actual y veterana Ley de Huelga consagra, debe modularse para hacerlo compatible con los servicios que los ciudadanos pagan con sus impuestos? Seguro que así planteada, la respuesta positiva sería más que mayoritaria.
Y hablando de preguntas y encuestas, ¿deben ser estas el elemento principal para la presentación de candidatos en las listas electorales de los partidos? Si creemos en la democracia interna y en la política como algo más que una estrategia de marketing, bienvenidas sean -a falta de listas abiertas- las Primarias del PSOE en Madrid. En todo caso, interesante la batalla política que se plantea en esa Comunidad, feudo de una Esperanza Aguirre que llegó empujada por la oscura mano de Tamayo para reinar desde entonces con altas dosis de demagogia populista, sintiéndose invencible, levitando entre colaboradores directos presuntamente implicados en tramas de corrupción urbanística. No conviene que este tipo de asuntos pase sin repercusión política. Veremos que ocurre a la postre.
Tampoco le conviene a ZP sacar pecho ante las preguntas de verano sobre los buenos datos económicos del segundo trimestre del año. La salida de la crisis sigue estando en entredicho y los globalizados mercados de la deuda no descansan ni siquiera en Agosto. Por cierto, ¿tiene algún sentido práctico la huelga general de Septiembre? Pregunta retórica de verano que se contestará por sí sola en otoño.
Pero mientras unos interrogan, otros no responden más que cuando les interesa. Continúan las ruedas de prensa del PP que no admiten preguntas. Incompatibles con el derecho democrático a la información matizada por los profesionales. Por tanto, siguen de vacaciones perpetuas las respuestas sobre el caso Gürtel y la responsabilidad política de los dirigentes populares valencianos imputados judicialmente. ¿Les saldrá gratis?
¿Y que me dicen de la gripe A? ¿Qué se hará con las vacunas y las máscaras que acumulamos el año pasado? Son preguntas que llegan con el calor de Agosto para contestar sin prisa y por quien corresponda.

domingo, 8 de agosto de 2010

Toros sí, Cataluña también

Soy aficionado a los toros y me gusta Cataluña. Este fin de semana disfruté con las corridas en la plaza de Pontevedra. Y a la salida, me tomé una copa de cava bien frío con mis amigos.
Creo sinceramente que están equivocados los ciudadanos que presentaron al parlamento catalán la iniciativa legislativa popular para la prohibición de los festejos taurinos. No dudo de sus convicciones y las respeto. Pero lamento que no entiendan que tratar bien al toro de lidia es ser consecuente con el fin para el que ha sido criado y por el que sobrevive como especie diferenciada. Que no comprendan que lidiarlo respetando los cánones, buscando la armonía del encuentro entre torero y toreado, es el mejor final que puede deparar el destino a un toro bravo. Algunas fases de las faenas de El Juli y Julio Aparicio lo lograron el sábado y el domingo respectivamente.
En cambio no comprendo que los políticos catalanes no hayan sido capaces de buscar otra salida que la prohibición de las corridas, en un contexto de opinión pública sin un consenso claro al respecto. Mal precedente formal para otros temas que, aunque de distinta naturaleza, accedan desde la iniciativa popular al poder legislativo con la misma pretensión punitiva. ¿Es el papel de un parlamento establecer pautas de comportamiento moral para los ciudadanos?, se preguntaba, con toda la razón, Fernando Savater estos días.
Dicho esto, se trata de una decisión legítima que sólo atañe a Cataluña y en nada incumbe al resto del estado. No hay motivo, por tanto, para el demagógico rasgado de vestiduras que los sectores políticos y mediáticos que defienden una concepción centralista de España han escenificado. No es cierto que ZP haya prohibido las corridas como Esperanza Aguirre y sus corifeos afirman para sacar provecho electoral del tema. Este no es un problema político ni identitario: es exclusivamente taurino.
Así que tanto los que apoyamos las corridas, como los que buscan su abolición, debemos rechazar la utilización espuria del asunto. De los nacionalistas catalanes que lo usan como elemento de afirmación y confrontación cultural y de los que, con este tema, azuzan el sentimiento anticatalán en el resto del estado para ganar adhesiones fáciles a su incansable cruzada centralista contra la diversidad de España. Una diversidad enriquecedora que, para alcanzar la estabilidad, exige que cada uno mire al otro poniéndose en su lugar.
La mayoría de los ciudadanos en Cataluña se sienten tan catalanes como españoles y ven las cosas, en ocasiones, desde un prisma diferente al del resto del estado. Lo mismo ocurre en otros territorios. Es necesario aceptarlo con normalidad, como aceptamos que en Murcia llueve menos que en Galicia. La uniformidad no es posible ni buena. Conviene por tanto, desde ese reconocimiento, sumar en vez de dividir. Y dejar de centrarse en supuestos agravios comparativos, tantas veces injustos e interesados.
Cataluña necesita al resto del estado español. Y el conjunto de España necesita a Cataluña. Busquemos, aunque sea costoso y agotador a veces, un acomodo común. No magnifiquemos las normales fricciones y rechacemos a los que las alientan. Hagamos al revés. Sintamos como propios sus propios referentes: el cava, el pan con tomate, Gaudí, Pau Casals, el Mediterráneo, el diseño, la modernidad, la innovación... Añadamos todo esto a nuestro acervo cultural y mezclémoslo debidamente en español, en catalán y en el resto de lenguas del estado. Compartir lo diverso es el mejor modo de impedir la exclusión.
Y para el último tercio, desde la defensa de la fiesta de los toros y de la libertad para presenciarla en cualquier lugar del mundo, quiero simbolizar mi personal inclusión de Cataluña con unos sabios versos de Salvador Espríu que vienen al pelo. Traducidos de su libro “La pell de brau” (La piel de toro): “diversos los hombres y diversas las hablas, han convenido muchos nombres al mismo amor”.

lunes, 2 de agosto de 2010

El misterio de las colmenas

Algo raro pasa en el mundo. Es como si el destino quisiera borrar primero las huellas vivas de la infancia, antes de acabar con el planeta definitivamente. Hace unos meses supimos del riesgo de extinción de los gorriones, después del de los lagartos y, ahora, nos llegan alarmantes noticias sobre la misteriosa desaparición de millones de abejas en diferentes regiones del mundo.
Resulta que de un tiempo a esta parte, por motivos no bien aclarados, miles de abejas abandonan de golpe sus enjambres, como obedeciendo un extraño mandato de quien sabe quien. Sin dejar rastro. Sin cadáveres visibles. La admirable laboriosidad, la perfecta jerarquización de su organización colectiva, la eficaz distribución de quehaceres que las ha hecho ser símbolo de orden y armonía universal para muchas culturas milenarias, se esfuman como por ensalmo. Al parecer, antes de marcharse para siempre, las “obreras” pierden el sentido de la orientación, olvidan los imprescindibles rituales de comunicación para su especie (la famosa “danza”), se muestran incapaces de succionar el néctar de las flores, dejan de seguir a la “reina”, no encuentran la colmena y vagan hasta morir. ¿Quién sabe donde?
Cuando supe de estos hechos pensé en el Triángulo de las Bermudas y las inexplicables desapariciones de barcos y aviones que en esa área han sucedido. Recordé las fantasmales Ciudades Muertas en las colinas de Alepo (Siria), desalojadas por los bizantinos de la noche a la mañana por algún motivo aún desconocido. Rememoré también, las ruinas de la bellísima Fatehpur Sikri, capital imperial de los mongoles en la India durante sólo 15 años, abandonada misteriosamente apenas finalizada su monumental construcción. Y no pude evitar comparar el asunto de las abejas con la mítica historia del bergantín Mary Celeste, hallado en medio del Atlántico navegando orgulloso y solitario, sin tripulación alguna. Sucesos unidos por el encanto de lo indescifrable, por la fascinación que provoca aquello cuya explicación se nos escapa.
Pero volviendo a las abejas, este síndrome de “desabejamiento” o “colapso de las colonias” amenaza con la desaparición de esta compañera secular de los hombres y las flores, que además de proporcionarnos miel, cera y polen, es un agente fundamental, junto a otros antófilos, para el milagro de la polinización que hace posible la cosecha de frutas y otros alimentos básicos para el hombre. Un desastre ecológico y económico, en suma. Los expertos creen que los pesticidas, favoreciendo la parasitación por ácaros y virus, son los primeros responsables del daño neurológico que las abejas sufren. También la enorme expansión, en algunas regiones, de cultivos frutícolas intensivos. Y por supuesto, el cambio climático como telón de fondo.
Sea por una causa o por otra, en Coruña y Pontevedra por ejemplo, se han perdido 10.000 colmenas en diez años. Similares pérdidas se describen en EEUU, Argentina, Perú y varios países de Europa. En Montroy, un municipio valenciano que vive de la apicultura, ya han comenzado a recoger firmas para que la abeja sea declarada Patrimonio de la Humanidad. Y defendida en consecuencia.
Las orgullosas abejas milenarias, lágrimas del Dios Sol, símbolos de la realeza para los antiguos egipcios…¿ahora en peligro? ¿Qué niño de aquellos que jugábamos en el campo, temerosos siempre de su dolorosa picadura, lo hubiera creído posible? Maxence Fermine dice de las abejas en su delicioso libro “El apicultor”, que son “el oro de la vida”. Puede ser. En todo caso, la perfecta simetría hexagonal de las celdillas que lentamente construyen a mí siempre me ha parecido una obra de arte, un prodigio de la naturaleza en armonía. Por eso me dan mucho miedo estas noticias sobre desapariciones de abejas. Si son ciertas, algo muy mal debemos estar haciendo.