sábado, 16 de octubre de 2010

Dentro

Mis dedos, llaves del paraíso,

tus labios buscan.


Ya han aprendido como alcanzarlos

de beso en beso,

hasta que el día llegue dormido

en la dulzura de los sentidos.


Dentro del cielo,

en el repliegue más escondido, abierto y libre

la sed del beso se ha convertido

en lengua ardiente,

y ese rocío que sabe a flores

es ya un arroyo dentro del río.


Dentro por siempre,

sin salir nunca,

mil y una noches

y el infinito,

hasta que el tiempo,

de amores loco,

también muy dentro

duerma conmigo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Plagios e imposturas

Son muchos los que dicen que todo esta escrito ya. Sin embargo, siguen escribiendo para agrandar “su obra”. Corren tiempos en los que se escribe más de lo que se lee. La producción es inmensa: periódicos, revistas, blogs, redes sociales… Proliferan los talleres de escritura, los pequeños y grandes concursos literarios... Es, por tanto, cada vez más importante distinguir el grano de la abundante paja. Y tiene un indudable mérito el que lo consigue.
Jean de la Bruyére afirmaba en una de sus célebres frases que “la gloria de ciertos hombres consiste en escribir bien; la de los demás consiste en no escribir”. Algunos entienden de forma relativa este lapidario aserto y deciden aprovechar el trabajo ajeno para alcanzar la celebridad propia. El hecho es que plagios e imposturas han existido siempre. Son un componente más de la comedia del arte y la literatura. Por eso, en mi opinión, deben ser considerados pecados veniales y, sus ejecutores, tratados con benevolencia. ¿Quién, cuando Facebook no existía, no utilizó como propio algún poema de Bécquer o de Whitman para seducir, recitándoselo al oído, a la chica que pretendía?
Hace unos días nos sorprendió la noticia de un ingeniero italiano que llevaba cuatro años fusilando y publicando novelas y ensayos, plagiados sin pudor alguno. Fabio Filipuzzi reconoció su delito tras ser cazado por un consumado lector: un librero de Trieste. Una rata de biblioteca descubrió que sus libros eran meras transcripciones de otros autores, trufadas con aisladas frases propias o simples cambios de nombre en los personajes. Una de las novelas era un “corta y pega” con “aportaciones” de Paul Auster y otros autores menos conocidos. Para más inri, el ingeniero falsario era también subdirector de una de las editoriales que publicó “sus” libros y nieto de un respetado intelectual de la región del Friuli.
Al contrario de lo que pudiera esperarse, la crítica literaria italiana y reputados blogs especializados han alabado de Filipuzzi su buen gusto y la excelente y refinada elección de textos que ha demostrado. Tras su humildad al reconocer los hechos, hay quien ha visto en él a un digno compilador clásico o a un erudito copista. A un "Bartleby de la postmodernidad".
Al poco de conocer esta historia, tuve ocasión de recordar en una agradable tertulia de amigos en El Cercano, espacio ourensano de encuentro que pone a nuestra disposición Moncho Conde Corbal, el sorprendente plagio que el gran escritor peruano Bryce Echenique hizo, hace ya años, de un artículo de Chesi*. Son anécdotas que confirman al “buen” plagio como un escalón superior a la mediocre sopa de letras en la que nadamos últimamente.
Otros, por el contrario, se plagian a sí mismos una y otra vez. Y con ello, alcanzan a la vez el éxito y la decadencia. Muchas veces como producto de la adulación y la insaciable necesidad, para ciertos “creadores”, de regar incesantemente su autoestima. Véase si no el actual periplo europeo de Woody Allen con guiones calcados los unos de los otros, con el mismo discurso existencial y el mismo formato narrativo, para fácil consumo de los incondicionales, el gremio que más amenaza al talento.
Decía Paul Valery “que cuánto más se escribe, menos se piensa”. Puede que sea una buena definición de la época que nos ha tocado vivir. En todo caso, cuando uno ve una librería nueva que se abre, como la que ayer descubrí en nuestra Plaza Mayor, renace la esperanza de tiempos mejores. Con plagios o sin ellos.
*Por si no lo conoceis, Chesi -José María Pérez Álvarez- es un magnífico escritor de Ourense, autor, entre otras joyas, de los libros La soledad de las vocales y Las estaciones de la muerte. Ambos altamente recomendables.
La foto que encabeza la entrada es del propio Fabio Filipuzzi.

domingo, 3 de octubre de 2010

De huelga en la globalización

Escribo este artículo antes de la huelga general. De entrada pienso que es una huelga mal enfocada en cuanto a sus objetivos y a la elección del “adversario”. Inútil, por tanto. Con independencia de su resultado cuantitativo, nada va a aportar a la solución de los problemas que nos acucian.
Nadie duda, a estas alturas, que el orden económico global es injusto y dirige el mundo sin que los ciudadanos le hayamos dado permiso. Ya hace tiempo que las transacciones financieras han superado a la economía real. El dinero manda y el que lo necesita debe adaptarse a las condiciones del mercado para obtenerlo. Todos los estados están endeudados, y sin dinero prestado en buenas condiciones no hay educación, sanidad o carreteras. El margen de los gobiernos para desarrollar una política económica propia y diferenciada es mínimo. E intentarlo, al menos en solitario, puede traer serias consecuencias para el bienestar de los pueblos.
Los movimientos antiglobalización ya alertaban en los años noventa del crecimiento imparable del poder de las finanzas. Por aquel entonces, en un país como el nuestro que salía del subdesarrollo y crecía incesantemente a lomos de la burbuja inmobiliaria, esas organizaciones y sus propuestas –la renacida tasa Tobin entre ellas- parecían poco menos que exóticas y alejadas de la realidad. Eran tiempos en los que el FMI y los mercados cercaban a Latinoamérica y consolidaban la miseria africana, quizás para siempre. ¡El problema estaba lejos y era un asunto de los pobres!
Hasta que llegó la crisis económica internacional que nos ha dado de lleno y nos ha bajado de las nubes. A la que, para nuestra desgracia, el mundo ha respondido con más de lo mismo. Sin tocar nada del fallido modelo que la ocasionó. Ni Obama ni nadie son capaces por sí solos de mover un centímetro los cimientos de Wall Street y la City londinense para adaptarlos al interés general. Ese es el quid de la cuestión.
¿Saben ustedes que en España vamos a gastar en 2011, 27.000 millones de euros en intereses de deuda pública, la tercera partida presupuestaria tras las pensiones y la cobertura del desempleo? ¿Saben que si el gobierno no hubiera adoptado en Mayo, muy a su pesar, las medidas de recorte y puesto en marcha las reformas estructurales (laboral, pensiones…) que tanto se critican -u otras parecidas-, el monto de esos intereses sería a día de hoy mucho mayor? ¿Y que, por tanto, el dinero disponible en 2011 para servicios públicos e infraestructuras disminuiría de forma ostensible? ¿Alguien ha planteado una opción realmente diferente a la que plantea Zapatero?
Puede que hoy, después de la huelga, sea ya el momento de volver a la realidad. Corren malos tiempos para la épica y la retórica. Vamos a tener que soportar juntos, años de paro y dificultades sociales. Gobierne quien gobierne. Y la izquierda, si no quiere convertirse en un significante vacío, debe olvidar los ejercicios de autolegitimación y los guiños ideológicos para centrarse en construir poco a poco, en una nueva travesía del desierto, alternativas diferenciadas de futuro.
A todos, izquierda, derecha y centro, nos espera una tarea titánica en un entorno que va a darnos pocas alegrías y seguramente más recortes y nuevos impuestos. Este poderoso e injusto orden mundial no se cambia con fórmulas antiguas como las huelgas generales. Si el problema es global, las protestas y la búsqueda de soluciones deben ser globales.
Toca recuperar, poco a poco, a través de la cooperación entre naciones, el terreno que los grandes bancos, los paraísos fiscales y los mercados nos han ganado. Y a nivel doméstico, construir nuevos modelos económicos a través de la competitividad, el trabajo duro, la educación y la innovación. ¡Nada fácil, desde luego! Pero por mucho que nos rasguemos las vestiduras ante el ZP de turno, los tiempos de vino y rosas se han terminado.