lunes, 28 de febrero de 2011

La escopeta nacional

Ruiz Mateos de nuevo. El penúltimo animal que tropieza dos veces en la misma piedra. La continuación del guión de Azcona y de la saga de los Leguineche. Imágenes que recuerdan otros tiempos. Los varones en primera fila, sentados a la mesa, con el patriarca relleno de botox en el centro. Al fondo, las mujeres y los niños: actores de reparto que sólo salen cuando el guión lo exige. Aires de Cernuda y Corleone. Mucha gomina y poca vergüenza.
El modus operandi, el mismo que en los años ochenta: pagarés sin solvencia, con rentabilidad muy superior a la del mercado, y trasvase de dinero de unas empresas a otras. El dinero ajeno expuesto a las tempestades y el propio a buen recaudo pase lo que pase. Caja única con eslabones financieros colocados en paraísos fiscales para, como hacen los trileros, esconder la pasta y engañar a Hacienda y a los ingenuos inversores.
Ingenuos y “listillos” del dinero fácil. O “creyentes” que comparten el fundamentalismo religioso y político de Ruiz Mateos. No será por no haberles avisado. Hasta siete veces la CNMV alertó de las prácticas “atípicas” en la Nueva Rumasa. Incluso llegó a cambiar la ley “ad hoc”. Pero los tramposos encontraron de nuevo la trampa, sustituyendo los pagarés por ampliaciones de capital en algunas empresas del holding.
Cuentan de una mujer que al quedarse viuda y recibir una indemnización de 80.000 euros, la entregó a Don José María para que se la multiplicara. Como en la parábola de los panes y los peces. El timo de la “estampita” (nunca mejor dicho) o el del “tocomocho” en la era de Internet. El santo varón nos dice ahora que “devolverá hasta el último euro y de no conseguirlo, se pegará un tiro si su fe se lo permite”. Por supuesto que no lo hará. Y tampoco devolverá el dinero, bien protegido en el opaco paraíso fiscal de las Antillas Holandesas.
Sepulcros blanqueados, creo que así se les llama en cristiano a este tipo de personajes. Un sainete más, si no fuera por los 10.000 empleos que pueden perderse. Y por la sospecha de que la tramoya empresarial del hombre de la abeja, haya podido contar con financiación preferente en alguna de las grandes entidades bancarias de este país. De esas que ahora le niegan a las pymes solventes el crédito para sobrevivir.
Pasaron los años y los ochenteros actores de la tragicomedia española de las finanzas, parecían retirados en sus cuarteles de invierno. Alguno asomaba de vez en cuando el morro, pontificando sin pudor sobre la honradez ajena en las cavernas de la nueva televisión digital. Pero, tarde o temprano, la cabra vuelve a aparecer en el monte.
Para sumarse en el paisaje patrio del esperpento a los nuevos protagonistas de los últimos capítulos de “La escopeta nacional”. Una pena que Berlanga se nos fuera antes de contar en imágenes los diálogos telefónicos de Camps y “el bigotes” -alter ego de José Sazatornil-: amigos del alma, amores de huevo, espléndidos regalos, bodas de postín con los capos engominados… Argumentos calcados a los de la genial película coral “Todos a la cárcel”, único Goya del fallecido director valenciano.
Modus operandi de libro, historias flagrantes que con frecuencia se acaban difuminando en los tribunales de justicia o pretenden blanquearse en las urnas, con la complicidad más o menos forzada de algunos líderes políticos, deudores de no se sabe bien qué. Grotescos personajes que, sin esperar a dilatados veredictos, deberían recibir de los ciudadanos el mayor de los desprecios. Para que, al menos, la cara -llena o no de botox- se les caiga de vergüenza.
El viernes 25, día en que se publicó el artículo en La Región, el PP confirmaba a Camps como candidato a la presidencia de la Generalitat de Valencia. De nuevo la doble vara de medir: implacable con la corrupción ajena y condescendiente con la propia. De nuevo el tan proclamado Codigo Ético del PP convertido en papel mojado. Hábiles, eso sí, para extender la tinta del calamar y salir "de rositas".
No es necesario para sacar de la política a un presidente indigno, un pronuncionamiento judicial definitivo. Camps mintió con respecto a sus trajes y eso es suficiente para tener que irse. Además mantuvo abundantes relaciones de amistad y camaradería (conversaciones telefónicas, etc...) con los cabecillas de una trama corrupta que ya está en la cárcel. A los que alimentó con abundantes contratos públicos de su Comunidad Autonoma, convenientemente troceados para colar a la Intervención.
No es sólo una imputación por cohecho. La gravedad cualitativa y cuantitativa no es comparable con otros casos de corrupción que recientemente se han destapado. ¿Hace falta algo más para depurar responsabilidades políticas? Una sociedad que consiente esto, está enferma de memoria y opinión. Y el "líder" de un partido que no resuelve ese esperpento, merece no ser votado jamás hasta que lo haga y pida perdón por el retraso. Por muy malo que parezca el partido adversario. ¿Qué pasa en Valencia? ¿Qué mosca berlusconiana les ha picado?

lunes, 21 de febrero de 2011

Lo que el cine nos deja

Tiene razón Alex de la Iglesia cuando dice que no se pueden poner puertas al campo. Internet es el presente y la industria audiovisual debe adaptarse a esa nueva realidad. Valiente y rotundo su discurso de converso. Como lo son sus películas. No fue un alegato contra la Ley Sinde –ya no debería llamarse así después de su aprobación esta semana con los votos de PSOE, PP y CiU-, tal como algunos han querido presentarlo, sino contra el victimismo de la Academia del Cine español.
También tuvo razón Javier Mariscal en su defensa de las salas de cine, esos entrañables lugares donde uno puede sumergirse, rodeado de silencio y oscuridad, para disfrutar con imágenes e historias nuevas. Recién salidas del proceso de creación. Pegadas a la vida. Hay cabida, sin duda, para las nuevas tecnologías, pero la gran pantalla nunca podrá ser sustituida por artilugios menores que carecen de su fuerza visual.
No me gustan los Goya y su glamour decretado. Son, como los Oscar, un montaje prescindible más allá de su valor publicitario. Pero me gusta el cine y las películas nominadas este año. Por eso después de ver las cuatro, quisiera compartir con ustedes mi personal opinión sobre ellas. Opinar con los amigos de los largometrajes que uno ha visto, es parte de la liturgia del cine. Las malas películas se ven y se olvidan enseguida. Son meros productos de consumo. Las buenas, en cambio, dejan poso. Y se hacen mejores con el paso de los días.
De “También la lluvia” les diría que es buena pero no enamora. Iciar Bollain desarrolla un guión ajeno y se nota. Le falta el alma y la frescura de “Flores de otro mundo” o “Te doy mis ojos”. Consigue mezclar con naturalidad el pasado y el presente y aproximarse de forma honesta a la vida, los sentimientos y los valores del pueblo boliviano, pero el conjunto resulta demasiado previsible y no acaba de conquistar al espectador. Magnífico, de nuevo, Luis Tosar.
"Buried (Enterrado)", es una película imposible hecha con cuatro duros. Una apuesta valiente de cine nuevo que suena a clásico. Intriga, suspense y tensión magnificamente mantenidas a lo largo de 95 interminables minutos. Un sensacional ejercicio de estilo narrativo y visual que hasta se permite algunas gotas de humor. Sólo un "pero": el innecesario recurso a la crítica sociopolítica fácil. No la necesita. Me recuerda al "Ángel exterminador" de Buñuel o a "El diablo sobre ruedas" de Spielberg.
“Balada triste de trompeta” es una apuesta arriesgadísima. Un vómito. Todo lo que el director es, siente y piensa en una trepidante mezcla de ángeles y demonios. Sin solución de continuidad, brotan de ella sueños, esperpento, lirismo… “Golpe a golpe, verso a verso”, como la España eternamente rota. Un desnudo integral rebozado en la intemperie del barro. Así, tan bajo -o tan alto-, ha decidido caer el director. Sólo por eso merece todo el reconocimiento. Aunque en ese viaje no pueda permitirse pausas que empujen al espectador al vacío de la perplejidad. O a la duda de la tomadura de pelo. Valiente y libérrima, en todo caso.
“Pa negre” demuestra que una película rodada en catalán –o en gallego, si fuera el caso- puede verse con total naturalidad en cualquier lugar del Estado español. De arrolladora personalidad visual, realista y desgarradora. La miseria de la guerra, de los vencedores y los vencidos. Los sórdidos secretos, el misterio del bosque, la corrupción de una comunidad rural que sólo la mirada de los niños puede conjurar. Una compleja trama que se desvanece en el tramo intermedio de la historia. Pero que finaliza, de forma magnífica, con el perdón de la memoria en el espacio donde, desde la verdad, todos son víctimas. Hasta los culpables. Soberbia.
Cine español de gran pantalla. Películas que nos dejan pensamientos y sensaciones.

sábado, 12 de febrero de 2011

El mundo es para ellos

Para ser Febrero y en Escocia, el día es estupendo. El tímido sol que templa la terraza del Castillo es un invitado inesperado en el desayuno de Uxia y Juan. Menos de cincuenta años entre los dos.
La clara mañana de Edimburgo acoge, encantada, su segundo encuentro después de las Navidades en Madrid.
Uxia acaba de llegar en el primer avión del día desde Berlín. Por supuesto, en una línea de bajo coste. Con su pequeña maleta de ruedas. Ida y vuelta por apenas cuarenta euros. Algo menos de lo que le costó a Juan viajar, dos semanas antes, a la capital alemana. Comprando con tiempo los billetes es fácil conseguir esos precios. Uxia, siempre previsora, los confirmó en Noviembre. Dos deseados fines de semana para pasarlos juntos. Bien merecidos, por cierto.
Juan trabaja como enfermero en el Royal Infirmary Hospital, una vetusta mole que puede verse, debajo de la roca del Castillo, desde los ventanales de la cafetería. Uxia desarrolla softwares para el control del tráfico aéreo en una empresa alemana con contratos en Asia. Una joya: recién licenciada en ingeniería informática y con un aceptable manejo del chino mandarín.
Los dos salieron de España hace menos de seis meses y, por ahora, no piensan en volver. Ella le cuenta, mientras devora el croissant, lo dura que ha sido la semana. El jefe de su sección los ha exprimido a fondo para acabar el último proyecto en el tiempo prefijado. El jueves apagaron el ordenador a las dos de la mañana. Uxia está cansada, pero contenta. Le costó decidirse a salir de “casa”, pero ahora sabe que ha merecido la pena. En este corto periodo de tiempo ha aprendido más que durante toda la carrera. Juan ya se siente cómodo con el inglés y la semana que viene presentará su primera comunicación en un congreso científico. Algo sobre nutrición y diálisis.
Después de pagar el desayuno, arrastrando la maleta sin prisa recorren la Royal Mile, degustando sus exquisitos rincones hasta llegar a la casa de Juan. Muy cerca de la Abadía de Holyrood. Los observo pasear felices y pienso que el mundo es de ellos. De los que han aprendido, como Bertrand Russell decía, “a vivir sin certezas y no dejarse paralizar por la indecisión”. También pienso en la inmensidad de licenciados en paro de nuestro país. Y en los que sólo encuentran trabajo por debajo de su cualificación.
España duplica la media europea en sobrecualificación laboral de sus jóvenes. Suena el iPhone de Juan. Le escucho quedar con sus compañeros –ingleses, italianos, australianos…- a las ocho, para cenar unos “kilopots” de mejillones en un garito de Rose Street con música en vivo. Presumiendo de novia. Me gustaría acompañarles y tomar con ellos una pinta, pero estoy demasiado lejos. Y demasiado cerca de ese 43% de chicos y chicas españoles entre 18 y 25 años que ni estudian ni trabajan, cada día más dormidos, callados y apáticos. Una catástrofe ante la que nadie parece, por ahora, aportar soluciones realistas. Ni la derecha ni la izquierda. Ni los sindicatos ni los empresarios.
No deben esperar por más tiempo. Por eso creo que hay que empujarles a buscar salidas. El mundo es ancho y está abierto. Las fronteras ya sólo son artificios políticos para mentes antiguas. El destino habita en las estrellas, donde nadie puede mirarlo. Ningún miedo, por tanto.
Cae la noche, iluminando el boulevard de Princess Street, cuando recibo un correo del sur. De alguien al que quiero con toda el alma y que escribe cosas tan hermosas como esta: “veo cientos y cientos de kilómetros de tierras inhóspitas, llenas de volcanes con las cumbres nevadas, lagunas de diferentes colores llenas de flamencos rosas, y piedras y más piedras con formas extrañas plantadas en medio de un desierto que parece infinito. Una gozada”. El mundo es para ellos.

viernes, 11 de febrero de 2011

La muerte de Jokin

Despues de casi 7 años de la muerte de Jokin Cebeiro, la justicia ha condenado hoy a los padres de los que le maltrataron hasta llevarle al suicidio. Una sanción de diez mil euros a cada uno. Pero más allá de la cantidad, está el reconocimiento de la culpa, del horror que su hijo tuvo que pasar. Un modesto consuelo para una perdida tan irreparable. En septiembre de 2004 cuando Jokin murió, escribí este artículo que hoy quiero recuperar para el blog.

Al alba. Como en los fusilamientos. Después de una noche terrible, de meses terribles, pensó que no había salida. Era una carga demasiado pesada para un niño de 14 años. Abrió la ventana y se sintió aliviado por el profundo olor del mar de Hondarribia.
Antes de salir, escribió esta frase en su chat habitual de Internet : “Libre, ¡oh¡, libre, mis ojos seguirán aunque paren mis pies.” En silencio, como su vida había transcurrido en los últimos años, sin despertar a nadie, sin acusar a los verdugos, protegiendo a sus "aitas" del sufrimiento, de la vergüenza, de aquel inexplicable sentimiento de culpa… Cogió la bicicleta y pedaleó hasta la muralla. En el lugar donde el cuerpo cayó, brotan cada día flores, velas encendidas y emocionados mensajes de despedida de sus amigos y compañeros. Arrepentidos algunos por haber callado cuando aún había remedio.
Cierre los ojos por un momento. Haga memoria. A los 14 años por ejemplo. Seguro que puede recordar al Jokin de su clase. Quizás usted mismo lo fue en algún momento. Puede ser aquel gordito con gafas, o el empollón que siempre levantaba la mano a las preguntas de los profesores, o aquel hijo de madre soltera, o el que lucía melena cuando se llevaba el pelo corto, o el que se hizo pis en los pantalones en un aciago día…
Ellos -los graciosos, los fuertes, los matones, los mafiosos- siempre estaban allí, implacables, para reírse de él, para dotarle de motes despreciables, para darle collejas, para hacerle sentir el ser más ridículo de la creación. Todos los días. Durante meses. Durante años. Como una gota malaya en la difícil travesía de la adolescencia.
Cobardemente amparados en el grupo. En el silencio. En la norma universal que señala al chivato, al delator, como un apestado, como el reo que jamás será perdonado. El resto de la clase dividido en dos grupos: los que se reian también o los que miraban para otro lado. Y mientras tanto, los mayores -padres, profesores…- como en otro mundo: “no fuimos conscientes, “son cosas de críos”, “debe aprender a defenderse solo”…
¿Lo recuerdan? Pues sigue pasando. Al menos cuatro de cada cien alumnos de la ESO, es acosado por sus compañeros. La mayor parte con mejor suerte que Jokin. Algunos lo superan sin dificultades. Pero para otros, la confianza en si mismos, la autoestima, nunca se recupera completamente.
Hablamos de uno de esos problemas olvidados. Ausente en las leyes de educación, en los programas del profesorado. Un drama oculto, silencioso, como hasta hace poco lo era la violencia doméstica. Con raíces parecidas. Habitualmente limitadas al sexo masculino, ligadas al concepto de poder. Decía Hobbes que “el hombre es un lobo para el hombre”. El caso de Jokin actualiza desgraciadamente esta máxima. La crueldad no es patrimonio de los adultos. Los niños también la ejercen. Desde siempre. En el corazón de la civilización sigue habitando la barbarie. La batalla contra ella, contra los maltratadores que viven entre nosotros, debe continuar.
Los padres de Jokin han anunciado que dedicaran su vida a ello. Ayudémosles. En cada padre, en cada profesor, en cada amigo, en la pizarra de cada clase, en las normas de cada centro escolar, debe haber un “vigilante” que detecte el sufrimiento invisible y lo combata con las mejores armas que tienen los seres humanos: la inteligencia y la persuasión. Por todos los Jokin. En su nombre.

viernes, 4 de febrero de 2011

Las barbas del vecino




Primero fue la inmolación de un modesto vendedor de frutas. La noticia en Facebook empujó a las calles a millones de tunecinos, desatando un huracán de ira que ya ha alcanzado Egipto y llegará en poco tiempo a Jordania, Yemen… Puede que también a Marruecos, Siria, Argelia… ¿Quizás incluso a las petromonarquías del Golfo? El desenlace inmediato de estos días de revolución es hoy imprevisible, pero ya nada será igual que antes de la muerte de Mohamed Buazizi.

Son paises distintos, pero el paisaje tiende a repetirse. Al principio de la revuelta están los jóvenes internautas. Luego llegan todos los demás: intelectuales y analfabetos, islamistas, mujeres con o sin hiyab, opositores largo tiempo escondidos, comerciantes… Una heterogénea constelación con un nexo comun: el hartazgo ante la pobreza y el subdesarrollo frente el enriquecimiento desaforado de la minoria dominante. Con el beneplácito de Occidente, obsesionado por la seguridad y el equilibrio geoestratégico. En suma, autocracia y complejidad cultural sin liderazgos sociales que trasciendan los clásicos poderes fácticos: el ejército y la religión.

Durante años, los gastos armamentísticos y la corrupción han sepultado las posibilidades de progreso económico y empobrecido el sistema educativo de estos estados "recien" descolonizados. El adoctrinamiento panarabista de los setenta y ochenta dió paso en los noventa a la islamización de una enseñanza abandonada por los poderes públicos. Por eso, ahora, la alternativa de poder a los sátrapas salientes parece estar en las organizaciones islamistas que llevan tiempo tejiendo redes sociales, dirigidas sobre todo al apoyo de los más desfavorecidos. A cambio de transmitir su teocrático mensaje. Como en otro tiempo hicieron nuestros misioneros en América y África.

Ocurra lo que ocurra estos días, a corto o medio plazo, los islamistas tienen todas las de ganar. No hay en estos paises tradición ni oposición política laica organizada, más allá de personalidades internacionales aisladas no demasiado aceptadas en sus pueblos de origen. Que nadie se lleve a engaño. La mayoría de los manifestantes que hoy llenan las calles de El Cairo pidiendo libertad, no creen en la igualdad de la mujer ni en algunas otras habituales señas de identidad de las democracias occidentales. Necesitan tiempo, educación plural y tolerancia para construir su propio camino. No es imprescindible la reproducción automática en esas latitudes de nuestro modelo de convivencia. El suyo puede ser distinto. Y su ritmo, diferente.

En todo caso, nada sería peor que la derrota y la desesperanza de millones de personas pidiendo un cambio para abrir el futuro. Abocaría inevitablemente a más fanatismo y más violencia. Occidente tiene, por tanto, que apostar sin miedo por su emancipación. Aunque de entrada coloque en el poder a las organizaciones islamistas. La seguridad ofrecida durante décadas por aliados corruptos como Mubarak o los reyes de Arabía Saudí o Marruecos, ha condenado a sus pueblos a la pobreza y a la ignorancia. Ya es tiempo de confiar en los ciudadanos del Norte de Africa y el Oriente Medio, liberados por fin del lastre de sus oligarquías. Se lo han ganado a pulso. Aunque puedan equivocarse. Esa es la esencia de la democracia que tanto predicamos.

Además, la pulsión de bienestar, paz y prosperidad que estos días ha estallado es el mejor antídoto frente al radicalismo. El islamismo moderado y democrático de Erdogan en Turquía puede ser un buen ejemplo a seguir. De los horrores y los errores del pasado también se puede aprender. Así se construye la historia. A veces, simplemente viendo en Internet pelar las barbas de los vecinos.