lunes, 18 de abril de 2011

Felices vacaciones, amigos


"Señores, Emperadores y Reyes, Marqueses, Duques, Condes, Caballeros, Burgueses y todos vosotros, en fin, que anheláis conocer las diferentes razas de los hombres y la enorme veriedad de las diversas regiones del mundo, y deseáis informaros sobre sus usos y costumbres: tomad este libro y hacerlo leer; pues en él hallaréis las más enormes maravillas..."

FELICES VIAJES INTERIORES Y EXTERIORES A TODOS. HASTA LA VUELTA

domingo, 17 de abril de 2011

Un libro y una película antes de vacaciones

“El guardián entre el centeno” de J. D. Salinger. Hace tiempo que quería leer este mítico libro. Y lo he disfrutado. Una historia universal, el viaje iniciático a la madurez tantas veces contado, pero que en Holden Caulfield se muestra con una claridad y una honestidad radicales. La narración en primera persona y el lenguaje coloquial y espontáneo es toda una declaración rápida de intenciones. Desde la primera línea del libro aparecen la soledad, el desarraigo, el desamparo, el dolor del espejo, la ausencia de referentes, de pertenencias, el abismo que aparece entre Holden y el resto del mundo, la irreparable decepción que, a cada paso, el mundo que le rodea le provoca… Y sobre todo el brutal rechazo a la mentira y a la hipocresia de los adultos. Sólo los niños merecen la pena. Y los pocos adultos que se comportan como tales. Y cuando atisba a esos seres limpios, les entrega su enorme energía adolescente. De guardián entre el centeno, de los niños que juegan en él, no conocedores aún del abismo que les amenaza. Solo una persona le redime de la imparable degradación que se despliega en la noche de Nueva York, su hermana pequeña, el antidoto frente a toda falsedad. La tabla de salvación que otros chicos frágiles como él no han encontrado, acabando en el suicidio o el infierno de las drogas.

Un libro de libros, el de Salinger, que aparece despues en el “Tokio blues” de Murakami, o en “Las historias del Kronen” de J. Mañas, por poner dos ejemplos. Un libro fascinante por su valor y limpieza que ha conquistado tantos lectores como lecturas. Que ha aparecido en muchas películas en forma de homenaje: “El Resplandor”, “Annie Hall”... Que ha servido de inspiración y referencia más o menos velada en otras: “The Good Girl”... Pero que nunca será llevado al cine, por expreso deseo del autor. De obligada relectura para recordar aquellos momentos de la propia vida, donde no existía lo relativo, donde la busqueda de la felicidad absoluta era la dolorosa y apasionante tarea de cada día.


“Potiche, mujeres al poder” de François Ozon. En tiempos de sequía de buenos estrenos a uno le toca intentarlo aunque sea con medianías. Y eso es lo que es “Potiche”, una medianía de un director joven, especializado en comedías de género, irónicas y mordaces. Y que ha hecho alguna película notable como "Swimming Pool". Se trata de un juego de palabras con el florero y la mujer sometida y ninguneada hasta que las circunstancias le dan una oportunidad para emerger, que sin duda aprovecha. Estética del primer Almodovar. Con el que en Francia le comparan. Cosas de musical y de vodevil. Algún momento original y ocurrente y la presencia siempre contundente de Catherine Deneuve y Gérard Depardieu. Poco más. Un 5.5 raspado.

sábado, 16 de abril de 2011

El hombre de los platos chinos

Es justo aplaudir en esta ocasión, igual que en otras se le ha criticado por lo contrario, las declaraciones de Mariano Rajoy en su reciente visita a Alemania. Afirmar, aunque sea en Berlín, que “las medidas establecidas por el gobierno español van en la buena dirección”, es hacer lo correcto. Rechazar, delante de la élite empresarial y política alemana, cualquier conjetura sobre la necesidad de un eventual rescate financiero de España, es positivo para nuestra economía y debería ser lo normal en el líder de la oposición de un país en crisis. Aunque en este caso suponga una rectificación, en toda regla, del irresponsable voto en contra de los primeros recortes de Mayo del 2010 y de las abstenciones del PP en las reformas laboral, financiera y de pensiones.

No debe ser fácil el papel de Rajoy en esta legislatura que ya enfila su recta final. Encabezar un partido que pretende abarcar un electorado tan amplio –desde la ultraderecha al centro-, requiere una gran envergadura de brazos. Para poder abrazarlos a todos a la vez. A mí me recuerda a esos malabaristas chinos de los platos giratorios que se sostienen con palos largos y flexibles. Jamás pueden perder la concentración. Hay que atender igual al de un extremo que al del otro. Valen lo mismo. El espectáculo sólo funciona si ninguno se cae.

Ese duro y exigente trabajo es el que no le deja crecer como líder. Y amenaza con engullirlo antes o después del eventual triunfo electoral. El peso de los platos de sus compañeros de viaje es enorme. Algún día, las voces que el domingo, en la manifestación de Madrid, mandaban a “Rubalcaba a prisión” y a “Zapatero al paredón” no le perdonarán su ausencia y la ambigüedad que ahora le consienten. Y mucho menos, aquellos que han fiado su apuesta empresarial a responder y alimentar a ese público que sigue entendiendo el 14M como una anomalía y el ejercicio del poder como un patrimonio exclusivo de la “gente de bien de derechas”, de los “buenos españoles”.

Rajoy cree que no puede prescindir de esos votos. Pero también sabe que conservarlos acarrea el peligro de perderlos en el centro y de limitar la deseada abstención en la izquierda. De ahí que hasta las elecciones generales, lo suyo va a ser un sinvivir. Le va a tocar, como este fin de semana, estar a la vez en misa y repicando. Apoyando, por la cuenta que le trae, al gobierno en la lucha antiterrorista y a la vez colocándose de perfil cuando escucha a Mayor Oreja exponer por enésima vez su paranoica teoría de la negociación interminable. O enviando a González Pons y Cospedal a cumplir el papelón de participar en esas tertulias bochornosas, un verdadero insulto a la inteligencia que, como Unamuno decía, no es ni de derechas ni de izquierdas.

Es sin duda encomiable la capacidad del hombre de los platos chinos para eludir preguntas comprometedoras sobre la inclusión de implicados en asuntos de corrupción en las listas electorales de su partido. Una y otra vez, la callada por respuesta. Con adusta naturalidad. Incluso con desparpajo: “¿Costa, quién es Costa…?”. Difícil entender cómo los periodistas se lo consienten.

Lástima que ese esfuerzo no lo dedique a reconducir el rencor y la nostalgia que le rodean, dentro y fuera del partido, a terrenos de racionalidad y moderación. En vez de contentarlos una y otra vez. Esa sí sería una actitud de liderazgo. Si es que él realmente piensa de forma diferente a ellos. Lo que cada vez va a parecer menos probable a los electores.

Y en todo caso, si en la oposición no ha sido capaz de escapar de su influencia, ¿por qué creer que lo conseguirá si alcanza el poder? Igual es hora de ir rompiendo platos. Aunque sea desde Berlín.

domingo, 10 de abril de 2011

Atila, el rey de los hunos

“En la vida, para comprender, para comprender de verdad cómo son las cosas de este mundo, debes morir por lo menos una vez”, escribió Thomas Mann hace casi un siglo. En Mayo del 2010, Zapatero murió aprendiendo. Por eso creo que el mejor ZP es el que se va. Con la versión más racional y responsable de las muchas que le hemos conocido. Con las ideas más claras.

Zapatero ha sido el presidente más atacado y vilipendiado de la historia democrática de España. Desde el minuto uno hasta el día de hoy. De entrada se deslegitimó su primera victoria electoral, fruto de imposibles y rocambolescos contubernios. Después llegaron la venta de Navarra, la traición a los muertos, la connivencia con ETA, la entrega del Estado a Cataluña, la responsabilidad exclusiva de la crisis y de cada uno de los parados… Le han llamado de todo, incluso en sede parlamentaria: sectario, bobo, radical, agitador, resentido, estafador… Hasta se han mofado de su abuelo fusilado. A pesar de ello, él ha guardado siempre las formas. Nunca se le calentó la boca. Y eso es de valorar y agradecer. Para rematar, el domingo pasado, el siempre ocurrente Camps le comparó con Atila, el rey de los hunos, aquel tras cuyo paso la hierba no volvería a crecer.

Lo cierto es que ZP ha excitado, casi siempre muy a su pesar, la crispación en España. La inesperada derrota de la derecha en 2004, la dura oposición de sectores poderosos como la Iglesia a sus políticas sociales, la explotación “ad nauseam” de las vísceras del nacionalismo español más excluyente…, han sido el caldo de cultivo para el renacimiento de las voces políticas y mediáticas más cainitas y radicales de este país. Con gran presencia en Madrid y en la nueva TDT. Con Zapatero han tomado oxígeno. ¿Qué harán ahora sin él? Pues buscar al siguiente para continuar con la misma táctica. A su sucesor, sea cual sea, gobierne o no gobierne, le espera el mismo trato.

El activismo de los gobiernos de ZP ha sido enorme y sus logros muy positivos para la vida de los ciudadanos. Se han ampliado los derechos civiles, se ha liberado a la radiotelevisión pública de su tradicional vocación de servicio al gobierno de turno, se ha conseguido una nueva alternativa de poder en Euskadi, se han incrementado exponencialmente las becas, consagrado el derecho de los dependientes a ser asistidos con dinero público, se ha promulgado una buena Ley de Reproducción Asistida, ETA está en su fase terminal tras convertir el fracaso táctico del proceso de paz en un gran acierto estratégico, han disminuido las muertes por accidentes de tráfico, se han incrementado las pensiones y el salario mínimo... Pero poco parece valer hoy todo esto. El país ha mejorado, sin duda, pero la sociedad no lo ha hecho. Y el clima político tampoco.

Han faltado discurso, liderazgo y personalidad en ZP. Ha sido excesivamente personalista. Le ha sobrado protagonismo en la acción de gobierno. Ha entendido que ese era su deber y se ha equivocado. Ha confiado demasiado en su buena estrella perdiendo con ello la iniciativa y la capacidad de modificar las cosas, de transformar España, de modernizarla conjugando la igualdad de oportunidades con la cultura del mérito, el riesgo y la innovación. La credibilidad de la que por algún tiempo disfrutó, pese a los desaforados ataques de sus enemigos políticos, no fue utilizada para mirar a la gente a la cara y decirle siempre la verdad, sin paternalismos más o menos interesados.

Aún así, la historia le juzgará. Estoy seguro que con un veredicto globalmente favorable. Dentro de unos años, como ya ocurrió con Adolfo Suárez, dará vergüenza ajena leer lo que se ha escrito o dicho sobre ZP y se valorarán en justa perspectiva sus luces, sus sombras y el importante legado de su presidencia. Fruto más de las convicciones que de las ideas. Ni Bambi ni Atila. Con aciertos y con errores. Como cualquiera.

lunes, 4 de abril de 2011

Cirenaica y Tripolitania

Fueron dos prósperas provincias romanas separadas por el Golfo de Sirte. En Cirene, la actual Bengasi, se desarrolló en tiempo de los griegos la escuela cirenaica, doctrina hedonista que definía la felicidad como la suma de los placeres humanos. Paradójico recuerdo de una ciudad que hace pocos días sufrió estoicamente el sitio de los mercenarios de Gadafi. Por su parte Trípoli, antes de la llegada de Roma, fue un emporio comercial fenicio, puerto terminal de las rutas de caravanas que cruzaban el Sahara. Orígenes distintos que marcan la historia en la franja litoral mediterránea de un país desértico, ahora inmerso en una terrible guerra civil.

Libia no es igual que Egipto, Túnez u otros países de su entorno. Dispone de la renta per cápita más alta y es el primer país en el índice de desarrollo humano de todo el continente africano. La esperanza de vida es de 77,65 años, homologable a muchos países europeos. Un estado rico, más parecido en su estructura social y demográfica a las monarquías y emiratos del Golfo Pérsico que a sus vecinos del Norte de África. Pero, de nuevo, los medios de comunicación, la opinión pública, los tertulianos “de cabecera” tienden a homogeneizar los análisis de la actualidad. Y a presentar la crisis libia como una más del reguero de pólvora que hoy recorre los países árabes. Dictadores malvados y corruptos, pueblos empobrecidos y oprimidos… La simplicidad es la norma para el fácil consumo occidental.

Es cierto que la espoleta de libertad, el efecto contagio de la rebelión tunecina es común en todos los casos. Pero la motivación de las gentes para salir a la calle y jugarse la vida es muy distinta. ¿Alguien se pregunta la razón por la que en Egipto los manifestantes iban armados con piedras y pancartas y en Libia, desde un primer momento, la insurrección contó con abundantes armas y dividió en dos el país?

En esta revolución, los componentes territorial y tribal se unen inseparablemente al justo rechazo al energúmeno Gadafi. Parece, por tanto, una guerra de liberación, pero también de construcción –o de deconstrucción- de un Estado fallido o al menos nunca suficientemente integrado. Por eso creo que el riesgo de partición del país es evidente. Por mucho que la llamada comunidad internacional quiera evitarlo. Ha hecho bien la ONU en intervenir. Probablemente ha tardado demasiado en aprobar la zona de exclusión aérea. Se trataba de evitar una matanza de civiles en Bengasi.

Es cierta, también, la denuncia de hipocresía a los países que abrazaron a Gadafi hasta ayer, que le acompañaron en su conversión a demócrata de toda la vida, que como el ministro francés Patrick Ollier, le iniciaron en la lectura de Montesquieu… Y que ahora lideran la intervención internacional contra él. Es una guerra justa, muy diferente a la de Irak. No hay, en Libia, mentiras de destrucción masiva ni geoestrategias coloniales. Pero sigue siendo evidente la inconsistencia moral de Occidente y el doble rasero en la política exterior de las grandes potencias. A las que los demás seguimos mansamente. ¿Por qué no se intervino en Ruanda, en Gaza, o ahora en Costa de Marfil, donde otro dictador más, de los muchos que hay en el mundo, se niega a abandonar el poder, provocando la catástrofe humanitaria de un millón de refugiados huyendo de los enfrentamientos armados?

En todo caso, la salida de Libia no va a ser fácil. El diálogo con Gadafi o su exilio voluntario tras un hipotético “abandono” de su entorno, parece hoy improbable. El conflicto se antoja largo y la coalición internacional debe prepararse para ello. Incluida una fuerza de interposición ante una eventual división del país en dos partes. ¿Cirenaica y Tripolitania refundadas? La historia es un bucle, decía alguien.