domingo, 26 de junio de 2011

Desconfianza y simplificación

Pocas cosas hay en la vida que me irriten más. Aunque escapar de ellas obligue a nadar, a veces, a contracorriente, amarrado a los matices. No es fácil. De niño te dicen que eres el espíritu de la contradicción. De mayor, te acusan de buscar componendas o, directamente, te llaman chaquetero. Así que, como cantaba George Brassens: “en el mundo ya no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado”. Sea quien sea el que lleve la bandera: paria o poderoso.
Hoy en día, para una gran parte de la opinión pública española, todos los políticos son, en general, malos de solemnidad. Y, con gran frecuencia, corruptos. La escala de grises que la naturaleza propone y la razón aplaude, han desaparecido en este u otros asuntos, para permitir reconfortantes análisis colectivos que evitan al ciudadano el esfuerzo de ponerse en el lugar del otro y matizar el juicio que “a priori” las circunstancias y la opinión mediática o mediatizada imponen. Los datos concretos sólo se cotejan si apoyan la tesis prefijada. En caso contrario, se ocultan o se consideran poco relevantes.
Nada más fácil de asumir que lo maniqueo. Es lo que vende en una sociedad acostumbrada al espectáculo y al pensamiento único: las metadonas del fastidioso razonamiento. No es cierto que todos los políticos sean iguales y que tengan la culpa de cuanta desgracia o contratiempo nos acontece. Acuñar el apelativo de “la clase política” como un conjunto homogéneo de culpabilidades, es crear un saco donde se mezclan churras, merinas, águilas y palomas… Injusto y quizás de consecuencias contrarias a los intereses de los que ahora generalizan con esa facilidad. Tampoco debe ser del todo verdad que la Merkel sólo piense en clave electoral interna o que los mercados sean nada más que entes insaciables y desalmados.
Pero es más fácil colocar etiquetas que intentar explicarse las razones por las cuales la industria financiera ha sustituido a la política. Con nosotros mirando para otro lado, pensando en Babia o bebiendo la sopa boba. Y el problema no es tanto el mayor o menor acierto en el sumarísimo juicio popular, sino que, sin un análisis crítico y autocrítico del origen y el desarrollo de los problemas, la salida será menos solida y no cambiará la crisis de valores que está en el fondo de la cuestión.
En España dar un paso adelante, asumir la gestión de algo, la representación de un colectivo, liderar un proyecto, optar a un cargo… tienen un coste y un riesgo superior al de otros países. Aquí lo mejor es quedarse quieto, alojado en el grupo sin asumir mayor responsabilidad. Significarse -horrible palabra heredera de la dictadura- suele conllevar aceradas críticas y nuevos enemigos. En el mejor de los casos, los demás le dirán al “atrevido”: ¡estás ahí porque quieres! O se cargarán de razón buscando en cada decisión su beneficio propio o el de sus amigos. También es posible que los mismos amigos así lo piensen.
Quizás sea esta la razón de la resistencia del 15M a presentar líderes con caras y nombres concretos que representen al movimiento. En este país tenemos una desconfianza orgánica al que está arriba en un momento dado – en la empresa, en la política…- y, por ello, corremos el riesgo de la inhibición de los mejores.
Un reciente estudio, Pulso de España 2010, afirma que un 70% de los jóvenes españoles cree que cualquiera de sus conciudadanos se aprovechará de él en cuanto tenga una oportunidad y un 34% piensa que casi nadie merece la consideración de buena persona. Terrible. Por eso somos pasto fácil de cualquier teoría de la conspiración: en política, en la comunidad de vecinos o en el trabajo.
Otros estudios sociales parecidos al referido, han demostrado que el nivel de confianza social se incrementa con la formación intelectual de los individuos. Desconfianza y simplificación, dos graves dolencias que sólo se curan con lectura y reflexión.

viernes, 24 de junio de 2011

Algo de cine, para variar.

“Midnight in Paris” de Woody Allen. Un paseo onírico por las orillas del Sena buscando a los mitos de la literatura, del cine y la pintura que vivieron o pasaron por Paris en el siglo XX. Buscando la estética y el aroma de la Belle Epoque. Sin justificación concreta. Sin tesis ni hipótesis. Sólo por el placer de pasear y dar rienda suelta al glamour por antonomasia, al recuerdo de los ídolos artísticos y literarios en una suerte de pase de modelos de alta costura.
Película serena y tranquila, permite pasar el rato, pero no emociona ni convence. Tampoco engaña. A pesar de utilizar recursos tan mánidos como el túnel del tiempo o el espejo de Alicia. La verdad es que, de puro simple, el film apenas chirría. No busca suscitar la nostalgia, sólo el placer del paseo por una ciudad tan hermosa que ilumina cuanto en ella se desarrolla. Una obra menor de Woody Allen, más europeo que nunca, intentando devolver el favor al público que siempre ha reconocido su talento. Un hito más, en suma, del amplio circuito que el viejo director viene haciendo em los últimos años por el viejo continente. En ocasiones, con cierto aire de publireportaje. Un 6.



“Inside job” de Charles Fergusson. Una extraordinaria lección de economia. Dos horas para entender el origen de la crisis econômica que estamos viviendo aún, su desarrollo, sus consecuencias, sus autores y el terrible corolario lampedusiano: todo sigue igual, los culpables no han pagado por su avaricia y además nos siguen teniendo cojidos por los huevos. A Obama, tambien. Su gobierno, con algunos arreglos cosméticos, es en esencia el gobierno de Wall Street.
Un recorrido exhaustivo de guante blanco, filmado por un director que ha sido del club de los tiburones y los conoce bien. Por eso los caza en entrevistas inteligentes y sutíles que acaban poniéndolos contra la pared y obligándolos a salir por peteneras.
La película comienza en Islandia y describe en tres pinceladas como un país sin problemas, armónico, pequeño, en el que se había alcanzado un civilizado equilíbrio entre bienestar, justicia social y sostenibilidad ecológica se va al tacho, de la noche a la mañana, por la avaricia de la industria financiera allí instalada. Un excelente ejemplo de laboratorio para entender, en pequeña escala, lo que ha ocurrido en el conjunto de la economia global fagocitada por los llamados mercados. A los que Fergusson pone nombre y apellidos: Goldmann Sachs, Blackrook, políticos de los gobiernos de Reagan, Clinton y Bush reciclados en diversos cargos según llegaba la corriente, pero siempre en el puesto de mando efectivo. Al servicio del verdadero poder de hoy em dia: el de las finanzas especulativas.
Con la escandalosa connnivencia de los reguladores con los que debían ser regulados, con el sistemático bloqueo a las leyes molestas para la gran banca y las compañias de seguros, los hedge fund, las agencias de evaluación de riesgo... Dolorosa sorpresa es también descubrir el papel de comparsas interesadas de los economistas expertos en finanzas de las Universidades de EEUU (Harvard, Columbia...), cuyos informes ocultaron interesadamente la realidad por motivos espureos (Glenn Hubbard, John Campbell...).
Como muy bien titula Boyero en su crítica de la película: “la perpetua historia de la infamia” filmada en un documental excepcional. Un 8.5.

“Un cuento chino” de Sebastián Borensztein. Una película circular -muy argentina- sobre dos soledades enlazadas por sucesos increíbles. Tierna, a veces sensiblera, con un guión mediocre que, sin embargo, parece agigantarse plano a plano con la enorme figura de Ricardo Darin. Amplio y profundo en cada mirada. Como el tango de Malena -despacio, despacio-, nos inunda con su sentido antiguo de la justicia, de la solidaridad, de la indignación consecuente ante la prepotencia y la mentira: las dos miserias que le aíslan del mundo en su universo de cascarrabias. Blindado en sus trabajadas obsesiones. Un antihéroe de libro, fuerte y vulnerable a la vez. Magnífica la atmosfera que el director crea en esa relación imposible entre un chino abandonado y un argentino gruñón que se esconde del amor para no ser desarmado. En un encuentro diario de desayunos cargados de silencios, de gestos elocuentes, de supuestos compartidos, de dos corazones que buscan cobijo en la intemperie. Momentos y ocurrencias memorables, arritmias entreveradas en la trama y una austeridad encomiable en la producción - más teatral que cinematográfica-, conforman un conjunto irregular pero que merece la pena. Retórico quizás, un cuento chino en suma, que acaba como muchos cuentos, demasiado bien para la amargura que encierra. Un 7.

domingo, 19 de junio de 2011

¿Por qué he participado en la Manifestación de hoy?

En Ourense, convocada por Democracia Real Ya contra el Pacto del euro.
Porque este Pacto es un paso más en la dinámica emprendida hace un año y que se está mostrando ineficaz e injusta. Porque desde la Comisión Europea nos siguen ofreciendo como única solución la vía de empobrecer a los ciudadanos de los pacientes afectados por la crisis de la deuda, sin tocar los intereses de las instituciones financieras. Porque vista en perspectiva la decisión estratégica de Mayo del 2010, consistente en colocar la lucha contra el déficit y su reducción rápida como solución única, ha sido un fracaso en los países más endeudados y además dificulta su crecimiento y recuperación. Y es el origen de los recortes sociales, de los sacrificios que hoy ya nos parecen baldíos, incluso a los que, como yo, entonces los creimos necesarios.
Aquella fue una decisión que ha consagrado la Europa de dos velocidades, primando los intereses de los países centrales (Alemania y Francia básicamente) frente a los periféricos. En un contexto de falta de liderazgo e interés por Más Europa. Y de escaso peso político de los líderes del resto de los países europeos.
Otra alternativa, más respetuosa con el bienestar de los ciudadanos que la rápida reducción del déficit público para calmar a los mercados, hubiera sido la creación de eurobonos creando un espacio financiero común europeo, solidario y germen de una verdadera Unión Política. Pero la opción triunfante, por la que la protesta de hoy es pertinente, fue la neoliberal, con líderes como Merkel y Sarkozy alineados con la banca de inversión de sus países, preocupada por seguir obteniendo beneficios en la gestión de la deuda soberana de los países del sur. Los eurobonos hubieran limitado las ganancias especulativas y eso se quiere evitar a toda costa.


Europa tampoco ha propuesto y luchado en los foros correspondientes (G20...) por Tasas tipo Tobin a las transacciones financieras, que trasladarían ingentes fondos a los gobiernos para mejorar sus finanzas. Tampoco se ha afrontado la regulación de los derivados financieros (CDS...). O sea, seguimos en manos de los que nos trajeron la crisis. Son intocables. Nos tienen atados.
La cuestión es que todo lleva a seguir dedicando fondos públicos -destinados hasta ahora a la inversión y al mantenimiento de los servicios básicos- para pagar la deuda. Y a pedir más préstamos para poder afrontarla. Y a incrementar los impuestos indirectos, que irán de nuestros bolsillos directamente al de los acreedores. Un circulo vicioso infernal, en suma.



Estoy convencido que el Movimiento 15M va a conseguir muy poco o nada a corto y medio plazo. Las reglas del juego económico están endemoniadamente bien asentadas y es casi imposible cambiarlas por el momento, al menos con la correlación de fuerzas políticas que hoy se da en los gobiernos europeos. Es necesario pasar ahora por las horcas caudinas -no hacerlo sería peor aún- y hacer de la necesidad, virtud. Mejorando nuestra productividad, viviendo al nivel real de nuestras posibilidades, mejorando la formación, siendo más innovadores, cambiando el modelo productivo, trabajando más…
Pero hay que sembrar otro escenario más justo a unos años vista. Y forjar una nueva Europa al servicio de los ciudadanos y no de los mercados. Esa es la esencia de la socialdemocracia. Por eso he ido hoy a la manifestación. En la que además me he encontrado con gente muy diversa: jóvenes, menos jóvenes, sindicalistas, militantes de partidos políticos de izquierda...
Una mezcla necesaria para que el Movimiento no caiga –y hoy no ha caído- en la simplificación, la consigna reconfortante y los lugares comunes. El gran peligro que corre, más preocupante que la violencia puntual. Es tiempo de formarse, de leer, de profundizar en el debate, de generar líderes que transmitan los análisis y las propuestas al resto. Y de contactar en táctica y estrategia con la izquierda, militante o no en partidos o sindicatos. No todos los políticos son iguales. No sobra nadie que quiera justicia, igualdad y progreso. Todavía faltan muchos por reclutar para la causa. Hay que sumar a todos los que entiendan y participen en la esencia de este movimiento ciudadano que tan bien traduce y actualiza las clásicas ideas de la izquierda. Y respetar la democracia representativa -con los cambios del sistema electoral que procedan-, que es sin duda el único modo racional de gestionar el cambio que hoy ha pedido la gente en las calles de España.

Mantener lo esencial

Lo más duro de la crisis está por llegar. Y parece acercarse rápido. Hasta el momento sólo los parados, los jóvenes a la espera de comenzar su vida laboral y los empresarios que han tenido que cerrar sus negocios la habían sufrido de verdad. Ahora nos toca al resto, a la sociedad en su conjunto.
La situación económica parece estancada. El consumo apenas repunta y, por tanto, no se crean nuevos contratos. El erario público se resiente en su recaudación y los que nos prestan el dinero lo ponen cada vez más caro, excusados en la duda de que no seamos capaces de devolvérselo. El crecimiento potente y sostenido, que resolvería coyunturalmente el problema, no se vislumbra por ningún lado.
Otros países, tanto en el centro y norte de Europa como en el resto del mundo, parecen estar saliendo de la crisis con buenas tasas de actividad productiva. Siguen sufriendo los desequilibrios y desigualdades a los que este caduco e injusto orden económico global aboca, pero están consiguiendo levantar cabeza y mejorar la vida de sus gentes. Basta con mirar a Turquía, Brasil y al resto de Sudamérica. En ese sentido, el mundo es más igualitario que hace unos años.
Pero, sin embargo, las circunstancias negativas se ceban con el sur de Europa. El dinero barato que aquí llegó para construir excelentes estados de bienestar se ha terminado. Y las llamadas a los derechos de los ciudadanos y las justas condenas al inmoral poder del dinero global, no parece que vayan a ser capaces, por mucha razón que tengan, de modificar la neoliberal hoja de ruta que se ha impuesto en la Unión Europea.
Por eso, visto el panorama, ya no es hora de buscar culpables ni falsos salvadores de la patria que nunca llegarán. Todos somos responsables de lo ocurrido de una u otra manera. Toca por tanto trabajar y resistir. Por ese orden. El debate político y social no puede seguir siendo tan pobre y tan poco realista. Recortes tiene que haber. El dinero no llega para mantener todo lo que ahora tenemos. Habrá que elegir el mal menor. Los políticos tendrán que plantear sus opciones y los ciudadanos opinar sobre ello. Es triste repartir la miseria, pero es lo que hay.
No quiero entrar hoy en lo que creo prescindible. Lo haré en lo que entiendo más necesario, estando seguro que si se preguntara a los ciudadanos sobre lo último que quisieran perder, la mayoría diría: la atención a la salud. La deuda del sistema sanitario español es creciente e insostenible a corto plazo. En cambio, el gasto sanitario se sitúa por debajo de la media europea. No es por tanto exagerado, aunque sí lo sea en algunas partidas como la factura farmacéutica. Tenemos, por tanto, un problema de financiación y, ahora, cuando el control del déficit es básico para las administraciones públicas, hay que encontrar una solución de consenso para mantener esta esencial prestación.
Debe haber dinero finalista para la sanidad en España. La capacidad recaudatoria del copago es escasa, si se quiere mantener la mínima equidad exigible en un sistema público. Puede valer como elemento disuasorio, pero nada más. Por eso la financiación tiene que llegar vía impuestos. Generando una bolsa específica que garantice a través de un Pacto estatal, como el de Toledo para las pensiones, su sostenibilidad a medio plazo. Con una cartera de servicios igual para todas las comunidades autónomas, en la que sólo se incluya lo realmente eficiente. Y con un techo de gasto per cápita ajustado por edad y dispersión geográfica.
Muchas voces, de todos los colores políticos, están proponiendo este Pacto de seguridad. Antes de que sea demasiado tarde. Pero, para reservar ese dinero, habrá que apretarse el cinturón en otras cuestiones más prescindibles. Que las hay. Y sacar dinero de las piedras, a ser posible de las más ricas y lustrosas. De eso es de lo que toca hablar. Con las cuentas claras sobre la mesa. Más allá de calendarios electorales. Para mantener lo esencial en estos tiempos tan duros.

sábado, 11 de junio de 2011

Recuerdos

Los recuerdos son imágenes fijas, sensaciones, olores, oleadas de sentimientos, lágrimas, risas, sonrisas... Sólo los sueños tienen movimiento. Los recuerdos envuelven y el tiempo se detiene con ellos. Acuden cuando la soledad les llama o un detalle, un objeto, una idea, les abre la puerta. Los recuerdos escarban para hacerse un hueco y al rato se van por donde han llegado, aunque uno intente retenerlos.

Pasan las horas, los días, las semanas, los años y sólo quedan unos pocos recuerdos, siempre los mismos: los de la infancia. También los últimos, los de la despedida. A veces son impulsos, deseos de estrechar en los brazos, de besar, de acariciar, de susurrar al oído... O profundo dolor. Sensación de intemperie, de ausencia, de indefensión. Y colores de tardes de verano, enganchado a su mano, ahuyentando el miedo, buscando, entre las eras, el camino de casa.

Decía Héctor Abad Facciolince que todos sobrevivimos por unos frágiles años en la memoria de los otros, de los que nos quieren. Y que esa memoria tiende a extinguirse, a desaparecer con el paso del tiempo. Por eso la palabra, la escritura, la historia mil veces contada en las reuniones familiares, es la mejor arma para rescatar del olvido a los seres queridos. Para conservarlos, para que de algún modo permanezcan a nuestro lado hasta el fin de los días. Con el bálsamo de la risa que siempre brota al recordar sus manías, su inocencia perpetua, sus torpezas, su particular forma de ser.
Los recuerdos físicos son los que más perduran: la tersura de la piel que acaricias, el metrónomo de la respiración en aquella cama de hospital que era una isla en mitad de la nada, el frescor del agua que mojaba sus labios resecos… Nada puede producir más ternura, más inolvidable cercanía. Tanta como la imagen en blanco y negro de los primeros días de colegio, de lloro inconsolable, de consuelo en los brazos más cálidos del mundo.
Somos un conjunto de pequeñas cosas, de costumbres, de gustos, que conforman nuestra verdadera osamenta. Lo que, en realidad, se va cuando nos vamos. Salvo que aquellos que nos han querido tanto para saberlo todo de nosotros, sean capaces de recordarlo y de contarlo en una conversación, en un libro, en una flor que, cuando se marchita, se repone junto al retrato…
Por eso ella ahora es el pastel que tanto le gustaba, el desorden desesperante, la generosidad sin límites, el amor en estado puro, el cuento de Pascualín el embustero… Y al mismo tiempo todos somos ya, como Borges decía, el olvido que seremos.
Pero el poder evocador de las palabras, torpes o acertadas, sencillas o abigarradas, nos permiten compartir la admiración que sentimos y el amor que profesamos por los que están y por los que se han ido. Nunca es suficiente. Ni antes ni después. Siempre nos quedamos cortos. Por pudor, por temor, por esa extraña conspiración de silencio en la que vivimos.
Por eso es bueno escribir también de esto. Con la complicidad de quienes nos quieran escuchar o leer. De quienes nos ayudan a parar las insidiosas aguas del olvido.

martes, 7 de junio de 2011

Material para un apasionante debate

Todo ha ido tan rápido en las últimas semanas que conviene poner sobre el papel algunas opiniones relevantes y algunos enfoques publicados en los medios que aportan nuevos elementos para analizar los dos temas que se han cruzado, seguramente no de forma casual: el movimiento del 15M y las Plazas y el resultado electoral de municipales y autonómicas.
Uniendo ambas cuestiones, destaca una excelente carta al director de El País el jueves 26 que aboga por “La refundación del PSOE” : “el partido debe abrirse a la sociedad, captar nueva militancia y trasladar los debates de las plazas al seno de las agrupaciones socialistas”. Añade después que “no sólo la empresa privada necesita captar el talento, la izquierda también lo necesita”. La realidad es que los nuevos dirigentes del país se encuentran en las aulas de la universidad y en las plazas de Mayo. Allí es donde pueden recuperarse los valores que el socialismo siempre ha defendido: la justicia social, el progreso y el compromiso con los más desfavorecidos. Lentamente, pero ya algunos políticos de izquierda (BNG, PSdG, IU…) se están acercando al movimiento.
En un video que circula por Internet, José Luis Sampedro sostiene que el capitalismo está en su decadencia y que tarde o temprano será sustituido por otro modelo económico y social. Es difícil saber lo que vendrá, pero será mejor. Y entiende al Movimiento del 15M y sus derivadas como un grano de arena para empujar el cambio. Denuncia a los medios de comunicación como un instrumento de dominación del poder económico mundial: "generan, sobre todo a través de la televisión, una opinión mediática y manipulada; no una opinión pública propiamente dicha."
Y entra en el meollo de la cuestión: la progresiva subordinación del poder político al financiero.
Santiago Carrillo –de nuevo otro lúcido veterano- se pregunta: “¿Quién le pone el cascabel al gato? Y se remite al historiador Santos Juliá: “los gobiernos no son ya depositarios de la soberanía nacional, sino meros ejecutivos de los centros de poder financiero que han sucumbido ante las exigencias de los llamados mercados”. Yo añadiría con la imprescindible mediación de la Unión Monetaria Europea y su actual correlación de fuerzas política e ideológica. Carrillo plantea finalmente: “hay que asumir el papel de Viejo Topo de hoy. Estamos ante un cambio de época que exige la entrada en liza de fuerzas intelectuales más dotadas para ello que los políticos de a diario y exige una alianza de los dos sectores más creativos de la sociedad, las de la cultura y el trabajo”. ¿Cómo darles esa palabra y esa fuerza? Ese es el desafío que han planteado las Plazas de Mayo.
Algunos movimientos, muy tímidos eso sí, de control del poder financiero ya se están iniciando. “Nueva York investiga a Goldman Sachs por engañar a sus clientes”. Aunque todavía, como se denuncia en “Inside job”, nadie ha pagado aún por el desastre mundial que provocó la insaciable avaricia de quienes inflaron las burbujas para su propio beneficio sin preocuparse de las terribles consecuencias que sabían podían ocurrir. Incluidos los prestigiosos profesores de Economía de las Universidades norteamericanas. También en España, “el gobierno pone límites al sueldo de los banqueros”. Tímidamente, repito, pero para algo parece haber servido el grito de los "indignados".
Y en todo caso como argumenta Diego López Garrido en “Política y mercado: la ruptura”, “los instrumentos políticos que poseemos son de naturaleza nacional y los fenómenos que han rodeado la crisis son supranacionales”. ¿Dónde queda la propuesta de los eurobonos como la mejor solución a la crisis de las deudas soberanas? ¿Nos creemos a la Unión Europea o no nos la creemos? Tengo la sensación de que la respuesta es negativa.
¿Por qué han sido necesarios tantos años para rescatar la Tasa Tobin sobre las Transacciones Financieras que propugnaba ATTAC y los movimientos antiglobalización de los noventa? ¡Cuanta razón tenía mi amigo Juan Hernández Vigueras clamando en el desierto sobre el creciente e incontrolado poder de la industria financiera, sobre los paraisos fiscales…! ¡Qué bien entiendo ahora su actual decepción con los partidos de izquierda!



Muy interesante y cargada de fuerza moral es la mirada de Antonio Muñoz Molina a las particularidades de la crisis en nuestro país: “he pensado desde hace muchos años, y lo he escrito de vez en cuando, que España vivía en un estado de irrealidad parcial, incluso de delirio, sobre todo en la esfera pública, pero no solo en ella. Un delirio inducido por la clase política, alimentado por los medios, consentido por la ciudadanía, que aceptaba sin mucha dificultad la irrelevancia a cambio del halago, casi siempre de tipo identitario o festivo, o una mezcla de los dos. La broma empezó en los ochenta, cuando de la noche a la mañana nos hicimos modernos y amnésicos”. Clarísima su tesis del poder destructivo del “ser de” (de España, de Cataluña, de mi pueblo, del Madrid, del Barça, de derechas, de izquierdas…) y la patente de corso que ello proporciona. De esos profundos lodos, estos dolorosos barros en los que ahora hemos caido de golpe, de bruces.
Y para acabar, de nuevo la esperanza del Movimiento de Mayo y su potencial transformador. Del que tanto se ha escrito e interpretado. Leed por ejemplo la comparación de Nigel Townson, profesor de la Complutense, entre una revuelta reformista y pacifica como la actual frente a otra revolucionaria y no exenta de violencia como la de entonces: “El 15-M, ¿un nuevo Mayo de 1968?

O todavía mucho más original, la columna de Vicente Verdú, con la sagacidad y la brillantez que le caracterizan, en “El movimiento del movimiento”: “todas las críticas que se hagan al 15M censurando sus ideas flou, carecen de pertinencia. Son señal de que no se ha entendido nada, no sólo de este interesante movimiento, sino del actual movimiento del mundo”.Lo caracteristico del sistema naciente no serán los líderes políticos ni los programas demasiado escritos”. “Saber con precisión lo que se quiere es, cabalmente, un factor propio de los viejos tiempos”. Ahí es nada. Material diverso para pensar, hablar y debatir… Para eso está la Red.

domingo, 5 de junio de 2011

Carta abierta a las Plazas de Mayo

Estimados amigos: es demasiado importante el movimiento que habéis iniciado como para ponerlo en riesgo por un símbolo. La permanencia en las plazas es una cuestión secundaria. Las acampadas, las pancartas, las bellas frases que aparecen en los cartones… por muy satisfactorias que os resulten ya forman parte del espectáculo y como tal están expuestas al interesado escrutinio de quienes saben que matando el envoltorio eliminan el contenido.
Lo esencial es vuestra llamada a la reflexión y al debate frente al pensamiento único y globalizado que cercena el espíritu crítico y vulgariza el análisis de las cuestiones que nos rodean. El lugar para pensar, para construir un futuro mejor y más justo, es lo de menos. Las ciudades están llenas de ateneos, centros cívicos, bibliotecas, auditorios… pensados para ser las nuevas ágoras del siglo XXI. Utilizad esos ámbitos para continuar el proceso, para consolidar ese modelo de participación ciudadana que la Democracia Real tanto necesita.
No caigáis en la trampa de quienes quieren, desprestigiando vuestra imagen en las plazas, sembrar la cizaña en la opinión pública que todavía valora vuestro generoso gesto de rebelión. Son muy hábiles y manejan los hilos de los medios como nadie. Escuchad, sin ir más lejos, las manifestaciones del vicepresidente de la Comunidad de Madrid. U otras parecidas, la mayoría del mismo color político o ideológico.
Ya toca enhebrar un discurso que se preocupe más del fondo que de la forma. Y buscar fórmulas de organización y comunicación sólidas que consoliden el movimiento. Con representantes estables que sepan transmitir a la gente las propuestas, las ideas y las herramientas elegidas para hacer posible el cambio. Y que sepan modular los tiempos de esta revuelta tranquila.
Es hora de internacionalizar la rebelión. A ello debe prestársele el máximo esfuerzo. Solos, desde España, no es posible afrontar la madre de todas las batallas contra los verdaderos enemigos, los que han generado la crisis que fundamenta el 15M. Contra los actores principales de esta tragedia mundial, aquellos que aún no han rendido cuentas y se mantienen ocultos entre la maraña de los nuevos conceptos sin rostro.
Ni las agencias de calificación que evaluaron los bonos basura como productos de calidad y ahora castigan la deuda pública de los países del sur de Europa, ni los bancos centrales que favorecieron con sus políticas la creación de burbujas y ahora hacen de la reducción del déficit la única política económica posible -aunque condene al paro a varias generaciones-, ni los grandes inversores que siguen recibiendo compensaciones monetarias escandalosas, han visto disminuido su poder. Y los gobiernos del mundo no han sido capaces de poner coto a esa impunidad. De ahí el lógico desprestigio de la política.
Es necesario llamar a la revuelta global a todos los jóvenes europeos, cuestionar el diseño actual de la Unión Monetaria –más útil para los financieros que para los ciudadanos- y estar presente, como en los años 90 lo estuvieron los movimientos antiglobalización, en las cumbres del G8, del G20, Davos, etc.
Es imprescindible colocar a los políticos, a los sindicatos, a las instituciones representativas de este país ante este debate y pedirles su posicionamiento y compromiso. Para que vuelvan a tomar el control y la soberanía que han perdido. Para que vuelva a funcionar la Democracia secuestrada por el dinero virtual y global. Para que volvamos a saber con claridad dónde está la derecha y la izquierda y podamos votar en consecuencia y no por meros apuntes de marketing electoral.
Sí, también hay que hablar de listas abiertas e Iniciativas Legislativas Populares… Pero el problema de verdad es global y las soluciones son globales. Por eso es lo de menos seguir o no en las Plazas de Mayo. Junio ya está aquí y el mundo es muy grande.