domingo, 25 de septiembre de 2011

Cinismo democrático

Algunos pensarán que es lo normal, que todos lo hacen, que forma parte del espectáculo de la política. Otros creemos que es una burla, un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Escuchar de Pio García Escudero, en el último debate de Zapatero en el Senado, palabras de reconocimiento y alabanzas por su iniciativa de comparecencias mensuales en la cámara baja, después de los continuos y personales ataques que le ha dedicado a lo largo de las dos legislaturas, es de un cinismo y una impostura reseñables.
¿Qué ha cambiado? La sensación instalada en el partido de la oposición de que el campeonato ya está ganado y, en todo caso, que ZP ya no compite. ¿Eran teatro las desaforadas críticas anteriores al presidente o nada más que la estrategia dictada en los maitines de los lunes, seguida a rajatabla por todos los portavoces del PP, sabedores de que contra más leña dieran, más posibilidades tenían de colocarse en el futuro?
Con los ciudadanos oficiando de masa acrítica que todo se lo traga. A los que no es necesario dar cuenta de alternativas o compromisos. A los que no importa contar un día una cosa y al siguiente la contraria. Con tal de acertar en la dosis y en el momento. La incoherencia, la desvergüenza y la irresponsabilidad no tienen coste electoral. Salen gratis. Esa es la no política del asesor de cabecera de Rajoy, Pedro Arriola. La que las encuestas auguran va a ganar las próximas elecciones y cuyo desarrollo y seguimiento le ha procurado pingües beneficios económicos al marido de Celia Villalobos.
¿Cómo es posible que quepan en el mismo saco la campaña contra el Estatut y el cava catalán y las palabras de don Mariano hace una semana en Barcelona con los chicos de CiU presentes en el acto: “hay que incidir en lo que nos une, sería disparatado e irresponsable si apostásemos por la división”? ¿A quién quiere engañar? Las circunstancias, los clientes, los intereses, marcan la política vacía de contenidos y convicciones. La que sólo busca ganar desde el marketing, desde el simple cálculo electoral. Sin mojarse, sin destaparse en ningún asunto comprometedor.
¿Es éste el liderazgo que necesitamos como país en crisis? ¿El del que no responde a las preguntas en las ruedas de prensa? ¿El del que critica en la oposición las medidas del ejecutivo (impuesto de patrimonio, subida del IVA…), para no cambiarlas cuando gobierne? ¿El del que a punto estuvo de dejar caer al país en la quiebra en Mayo del 2010, votando en contra de los recortes para evitar compartir el coste político, erosionando aún más al presidente y, en cambio ahora, con las puertas de la Moncloa a la vista, sin peligro electoral aparente, cambia de perfil y se apresura a pactar con ZP cualquier medida de ajuste que le plantee? Alguien dirá, con razón, que más vale tarde que nunca. Es cierto. Ojalá que esa disposición al consenso hubiera llegado antes. Mejor nos hubiera ido a todos. Pero, ya se sabe, los intereses particulares de algunos van antes.
A uno de los primeros cínicos, al griego Diógenes de Sinope, le preguntaron por qué la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos. A ello respondió: “porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca filósofos.” Quizás ese pensamiento esté en el fondo de la táctica de los actuales partidos políticos. Pero en todo caso no podemos renunciar, como parece que estamos haciendo, a que nos expliquen lo que van a hacer antes de concederles el poder. Antes, no después. Esta es una de las bases con las que se ha consolidado la democracia en los países que tenemos la suerte de vivir en ella. No perdamos ese norte.
Y, si como parece, las soluciones a nuestros problemas no están del todo en las manos de los que van a ser elegidos en las urnas, exijamos al menos consideración y respeto a la mayoría de edad y al sentido común de los ciudadanos. Sin cinismos ni burdos juegos de manos de los modernos aprendices de brujo.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Una pregunta

Es normal que la propuesta para modificar la Constitución, introduciendo un límite de déficit público, haya sorprendido a muchos. También es lógico que se pida un referéndum para su aprobación, cuando cunde la opinión de que los ciudadanos cada vez contamos menos en la toma de decisiones políticas. Y la sensación de que nuestros representantes democráticos se han convertido en meros ejecutores de una dinámica económico-financiera que les supera y trasciende. Absolutamente cierto.
Pero ese bosque tenebroso en el que vivimos no nos debe impedir analizar, en su justa medida, el árbol concreto de esta última reforma que, en opinión de muchos expertos, no tiene la dimensión que algunos le están dando. Y que, en todo caso, está enmarcada en la lógica de la política económica adoptada en Europa en los últimos 3 años: la del rigor presupuestario y el recorte rápido de los déficits nacionales como axioma intocable. Frente a otras opciones, al menos tan válidas, que proponen retomar los estímulos públicos para reactivar el crecimiento y la lucha contra el paro, retrasando, hasta que la recuperación se consolide, el esfuerzo de austeridad que ahora se pone en primer y casi único plano. Defendidas además por varios premios Nobel de Economía –Stiglitz, Krugman, Maskin…-.
Voces bien documentadas como la de Santiago Lago, profesor de Economía en el Campus de Ourense de la Universidad de Vigo, entienden que esta modificación constitucional no supone un gran cambio con respecto a leyes hoy vigentes en los marcos nacional y comunitario: las de Estabilidad Presupuestaria aprobadas en el 2001 y reformadas en 2006. Personalmente entiendo que esta iniciativa del Gobierno de España, destinada sin duda a mejorar su posición negociadora ante el BCE -que en Agosto nos salvó de una probable intervención-, no es más que la consecuencia natural de un camino recorrido a empujones. Por eso yo estaría de acuerdo con un referéndum que cuestionara “la mayor” y no sólo el último y limitado movimiento.
La correlación de fuerzas políticas que hoy impera en Europa no es la misma que la de los años ochenta: ahora las posiciones conservadoras y neoliberales son hegemónicas. No hay líderes con la fuerza y personalidad necesarias para proponer un perfil más socialdemócrata e integrador. Es lo que los ciudadanos europeos han creído conveniente, por muy indignantes que nos resulten las políticas que se desarrollan. Democracia obliga.
Por tanto, la pregunta a realizar, desde mi punto de vista, a los ciudadanos españoles en un hipotético referéndum, debería ser de este tipo: "¿estamos dispuestos como país, a caminar en solitario y a contracorriente, con los sacrificios inmediatos que ello supondría –suspensión de pagos incluida-, rechazando la austeridad fiscal a la que Europa y la economía financiera global nos empujan y primando los estímulos al crecimiento frente al recorte rápido del déficit?"
Si la respuesta a esta pregunta es, como así creo, a priori negativa, la reforma de la constitución o medidas similares están cantadas. Sólo nos cabe minimizar los daños. Como entiendo ha conseguido Rubalcaba, eliminando cifras comprometedoras en el texto inicial y oponiéndose al disparatado déficit cero, con un más razonable 0.4%.
A mucho más no podemos aspirar, a día de hoy. Sólo una Europa realmente unida puede mejorar el panorama. En los próximos años van a cambiar muchos gobiernos en el viejo continente. Puede que también en Francia y Alemania. Quizás eso permita equilibrar las posiciones ideológicas. Permitiendo, con ello, que líderes con recorrido político y capacidad de elaborar un discurso distinto consigan, al menos, matizar a favor de los ciudadanos más desfavorecidos, los paradigmas actuales de la política económica europea. En todo caso, se trata de una reflexión importante para ir decidiendo el voto en las próximas generales.



El artículo se publicó en el periódico el 2 de Septiembre. Al irme de vacaciones no pude colgarlo en el blog hasta hoy. La semana pasada las elecciones en Dinamarca fueron ganadas por los socialdemócratas tras un largo periodo de gobiernos conservadores. Liderados por una mujer joven, Thorning-Schmidt. Quizás sea el comienzo del cambio en la correlación ideológica de fuerzas europeas gobernantes que permita una verdadera integración y priorice las politicas sociales y el estado del bienestar como alternativa al neoliberalismo, en un entorno de esfuerzo, trabajo, solidaridad y conocimiento.