jueves, 17 de mayo de 2012

Nota de prensa del Colegio Médico de Ourense sobre el Decreto de Medidas urgentes en Sanidad


El Colegio Médico de Ourense, tras su lectura en profundidad y con motivo de su convalidación el día de hoy por el Congreso, cree necesario fijar públicamente su opinión sobre el Decreto Ley de “Medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud y mejorar la calidad y seguridad de sus prestaciones”.

En primer lugar, creemos que dichas medidas aportan muy poco a la sostenibilidad del sistema sanitario público y no conseguirán, ni de lejos, el ahorro pretendido de siete millones de euros. Más bien suponen, en esencia, un cambio del modelo que consagraba, desde la Ley General de Sanidad de 1986, la atención sanitaria como un derecho de ciudadanía. A partir de este decreto, ese derecho queda reservado a los “asegurados”, quedando excluidos de entrada los que no lo estén. Todo un retroceso histórico inaceptable para los que, en base a nuestras normas deontológicas, tratamos personas, no tarjetas sanitarias. Y que, además, incluimos en nuestras obligaciones como médicos, no sólo la atención urgente sino también la continuidad asistencial de los pacientes atendidos.

La nueva ley desarrolla un conjunto de disposiciones impuestas sin participación de los profesionales sanitarios ni de las organizaciones que los representan, indiscriminadas, precipitadas y en las que el principio básico de la medicina: “en primer lugar no hacer daño” no se respeta, pudiendo producir consecuencias negativas para la salud en los individuos más débiles y desfavorecidos y para la salud pública en general. Medidas, en suma, que en nada contribuyen a mejorar la calidad del sistema sanitario público y, mucho menos, su seguridad, como retóricamente indica el titulo del decreto.

El farragoso copago farmacéutico que en él se plantea, no es la solución para disminuir el desproporcionado gasto en medicinas que nuestro estado soporta desde hace años. Buscar, como la Conselleira de Sanidade afirmó públicamente, un efecto disuasorio para que los pacientes –sobre todo los pensionistas- no retiren algunos de los fármacos que se les recetan, es presuponer que esas prescripciones no son racionales y necesarias. Lo que, al menos, parece poco respetuoso con la práctica médica en nuestra comunidad autónoma.

No es penalizando ni disuadiendo a los pacientes como debe reducirse el gasto, sino vía precios a través de subastas/compras centralizadas, con la mejora del formato de dispensación electrónica y vía reducción de la cantidad de recetas. Y esto es posible, sin copagos, a través de la racionalización de la prescripción y la disminución de la frecuentación en las consultas, desarrollando para ello nuevas estrategias en la gestión de la cronicidad, tal como ya están haciendo algunas comunidades autónomas del estado.

No se trata, por tanto, de despilfarrar ni de ahorrar, sino de gastar sólo en aquello que sea útil para los pacientes. Y nada de esto puede conseguirse sin contar con los que desde la gestión del conocimiento, deciden cada día el gasto y la calidad de la asistencia sanitaria. Nadie conoce mejor que ellos dónde se puede recortar y dónde no. Sólo desde una apuesta real por la gestión clínica y por sólidos cambios retributivos que diferencien claramente a los profesionales sanitarios según compromiso y resultados con criterios de coste/eficiencia, debe buscarse la sostenibilidad del sistema.

Hay que decir, no obstante, que el articulado tiene algunos aspectos positivos y justos como la gratuidad de los fármacos para los parados sin prestación económica y para las personas que perciben pensiones no contributivas. También lo es la generalización de la prescripción por principio activo, cuestión ésta ya definida así por el gobierno anterior.

Sin embargo, y con un claro tinte autoritario, la ley modifica unilateralmente, aprovechando la circunstancia, los derechos consolidados del personal funcionario y de cupo y zona, cuestión ésta que nada tiene que ver con el objeto del decreto y que rechazamos tajantemente.

En suma, este Colegio entiende que situar a la Sanidad Pública como uno de los principales problemas económicos del país es desvirtuar la realidad con motivaciones espurias. España tiene uno de los sistemas sanitarios más baratos y eficientes del mundo con una financiación insuficiente desde hace años, con determinados problemas de sostenibilidad y necesitado de una revisión estratégica. Por tanto, los recortes lineales, injustos e indiscriminados que en este decreto se plantean, no aportan nada a la resolución de la crisis económica general. Al contrario, amenazan con deteriorar gravemente uno de los proyectos colectivos que nuestro país ha desarrollado con más éxito.

Así que hoy, más que nunca, es necesario afirmar que la sostenibilidad a corto y medio plazo de la sanidad pública, entendida como un derecho del ciudadano sólo por el hecho de serlo, es posible aún en las circunstancias económicas más adversas, si, en vez de medidas burdas y apresuradas, se desarrollan, con el tiempo y el consenso necesarios, cambios estructurales que apuesten por mejorar la eficiencia y la calidad del sistema, contando –en vez de obviando, como en esta ocasión se ha hecho- con los profesionales sanitarios que en su actividad diaria son los únicos que pueden hacerlo posible. La Sanidad no necesita recortes ni ahorros, sino una renovación en profundidad, con independencia de la crisis. 

martes, 8 de mayo de 2012

El casino que nos gobierna


Juan Hernández Vigueras es doctor en Derecho, murciano y ciudadano del mundo. También ourensano de adopción por mor de uno de los aspectos más brillantes de su curriculum: ese que él llama -en un galego entre cariñoso y divertido- "a miña muller". O sea nuestra querida amiga María Jesús. Autor de 5 libros sobre temas político-financieros (paraísos fiscales y mercados desregulados fundamentalmente), Juan fue, en los años ochenta, directivo y gestor en Madrid de grandes empresas como Dragados y la EMT, al tiempo que ejercía durante unos años de profesor universitario de postgrado. Ha publicado artículos en revistas emblemáticas como Cuadernos para el Dialogo, Cambio 16 y últimamente en el diario Público. Mantiene 3 blogs activos sobre estos temas y es miembro del Comité Científico de ATTAC–España.
Pero además de todo esto, Juan es un buen amigo que he conocido hace pocos años y con el que cada vez que tengo la oportunidad de pasar un rato aprendo mucho, de paraísos fiscales y finanzas y también de muchas otras cosas de la vida. Esa, ser su amigo, es la única explicación por la que  presenté en Ourense su último libro hace unas pocas semanas. Yo, un casi analfabeto en temas financieros hasta que las circunstancias me obligaron a leer sobre estos asuntos.

Y para aclarar las ideas sobre lo que nos está pasando, pocas lecturas son tan claras y razonadas como “El casino que nos gobierna”. Se trata de un texto sólido, con un claro afán pedagógico, extraordinariamente documentado, muy útil para obtener una visión no sólo del árbol político y económico más cercano, sino también del bosque global, la única manera de explicarse la enfermedad que padecemos.

Para los no expertos en estas materias, recomiendo leerlo despacio, sin prisa, nunca de un tirón como hacemos con las novelas, sino más bien por partes, confrontándolo con la empobrecedora uniformidad, simplista y llena de lugares comunes con la que los medios de comunicación, más globalizados y atrapados en las redes del pensamiento único de lo que parece, nos cuentan la actualidad. De esa forma, el libro se lee con facilidad, de forma amena, trufado como está de historias e historietas financieras que la mayoría desconocemos. Con él podemos aprender y consultar cuando se nos olvide -que se nos olvidará-, el concepto y el objeto de los hedge funds, los derivados, los CDS, los mercados de futuro, los swaps

Su razonado desarrollo no pretende adoctrinar ni condicionar con cataratas de datos la opinión del lector. Se trata de una descripción crítica de los hechos, cierto es con una tesis de fondo a estas alturas ya difícilmente refutable, que la economía productiva y las democracias (incluso las de los países más fuertes) están, en las últimas décadas, siendo relegadas por un nuevo imperio en la sombra: el poder financiero global desregulado.

Es un libro escrito desde la independencia y el rigor intelectual que aporta una mirada de lo cercano y de lo más lejano que, en general, se nos hurta a los ciudadanos que asistimos al derrumbe de lo que creímos consolidado y a la aparición de un nuevo orden tan distinto a ese mundo nuevo y justo en el que, una vez -espejismo de juventud interminable-, soñamos y creímos.

El libro me recuerda mucho a otra de las fuentes, en un formato como el cine al que estoy más habituado, que me ha servido para comprender esta inesperada pesadilla: “Inside job” el oscarizado documental de Charles Fergusson.

Otra lección magistral, como creo es “El casino que nos gobierna”, de dos autores que hace ya años sabían que esto iba a pasar, mientras los demás aún dormíamos entretenidos en pequeñas batallas caseras. Ambos (la película y el libro) dejan claros los métodos, objetivos, nombres y apellidos de las manos que mecen la cuna de la especulación financiera, la identidad de aquellos que consolidan el hambre y los esclavos del Sur y, ahora, llenan de parados y desesperanza a los “prósperos” países del Norte. Ambos (la película y el libro) señalan también a los cómplices necesarios, a los supuestos sabios que asesoran a los gobiernos y están untados hasta las cejas, los que controlan a los gobiernos desde dentro y permanecen en ellos sin inmutarse con los cambios de color político.
“Detrás de cada cínico (o simplemente incompetente) ejecutivo bancario o inversor hay un economista que le asegura (a él y a nosotros), desde una posición de autoridad intelectual indiscutida, que sus actos son útiles socialmente y que, en todo caso, no deben ser sometidos al escrutinio público.” Con esta cita de Tony Judt (1948-2010) en “Algo va mal”, comienza Juan Hernández su libro.

Para hacer más práctica su lectura, el texto se divide en tres partes diferenciadas. En la primera se pasa revista a los circuitos que emplea la industria especulativa global, a las potentes herramientas informáticas que a través de la Red permiten en segundos mover ingentes cantidades de dinero virtual, bajar y subir las bolsas en pocos minutos, atacar las primas de riesgo… Todo ello sin aportar valor añadido a nadie más que a los que se enriquecen de forma rápida y fácil sin necesidad, como así era hasta hace unas décadas, de arriesgar, proyectar o producir. En ésta, digamos sección, se detallan los sofisticados productos (derivados, etc…) que han modificado el tradicional objetivo de los bancos: el crédito a la economía productiva. Escondiendo detrás -tal cual sucedió en las hipotecas basura-, su uso para transferencias de riesgo, liquidez bursátil especulativa y obtención de dinero inmediato para los grandes fondos y también para los pequeños inversores. Algunos de ellos viven a nuestro lado, opacos, invisibles, pero tan responsables, a mi juicio, como Goldman Sachs y compañía. Ninguna cita tan reveladora como la del texto escrito en 2009 por el grupo de “Americanos por el cambio”: “Hace pocos años, Wall Street creó unas cosas que llamaban derivados. No era más que apuestas. Como en un casino. Apuestas sobre el precio del petróleo o sobre el valor de tu casa. Que subían y bajaban. Apostaban sobre el valor de las apuestas y sobre las apuestas de las apuestas. Construyeron un castillo de naipes que al final se derrumbó. Y su temeridad causó una catástrofe económica que costó sus puestos de trabajo a siete millones de americanos. Ahora los especuladores de derivados han vuelto de nuevo.”

En la segunda parte se habla de un aspecto aún menos conocido: la Expansión del dominio financiero en terrenos en los que nunca había entrado: alimentos (en los mercados de futuro condicionando la producción y los precios con las terribles consecuencias en forma de hambrunas que ello puede tener y ha tenido en algunos de los países más pobres de la Tierra),  materias primas, petróleo, armas…, incluso en la lucha contra el cambio climático.

Y en la tercera y última sección aparecen los Reguladores del Casino en la sombra… Permitidme que transcriba el párrafo que la inicia, extraído del "Informe final de la Comisión Investigadora del Congreso de EEUU sobre la crisis económica" publicado en Enero de 2011: “Los centinelas no estaban en sus puestos, en gran parte debido a la fe ampliamente aceptada en la naturaleza autocorrectiva de los mercados y en la capacidad de las entidades financieras para vigilarse a sí mismas con efectividad"
Lo que sigue ocurriendo a día de hoy y, con lo que entidades privadas como el Banco de Pagos de Basilea o el IASB han tomado el relevo de un control que no puede ser más que público y democrático. Y lo han hecho ante la dejación, el miedo y la derrota de las democracias, por lo campan a su aire imponiendo las nuevas reglas o, mejor aún, la ausencia de reglas.

Y quiero acabar este análisis personal del libro, destacando una metáfora que sobrevuela todas sus páginas: “Si tenemos un sistema aéreo internacional, con estrictas regulaciones, seguro y eficiente al servicio de los ciudadanos, ¿por qué no podemos tener un sistema financiero global regulado que sirva a la economía real y respete la soberanía y la democracia de los países?"

En la respuesta a esa pregunta, en la exigencia ciudadana de esa regulación, está la salvación de unos valores y un modelo que hacían posible soñar con un mundo mejor. En estos momentos en los que este país se envilece con un gobierno que roba unos tristes euros a los más desfavorecidos que para nada van a servir, creo que es momento de dejar de mirar inútilmente el dedo para señalar a la luna de ese casino que tan bien nos enseñas. Gracias Juan por este imprescindible libro.