"No conocemos la realidad, sino la realidad sometida a nuestra forma de interrogarla". Esta frase de Heisenberg, adaptada al mundo de hoy en el libro de Miguel Ángel Aguilar "Las leyes de la física y la información", no solo es la base del principio de incertidumbre y del desarrollo de la mecánica cuántica, sino que explica muy bien la afirmación del PP gallego en el Parlamento autonómico como justificación a su enésima negativa a responder a las acusaciones de financiación irregular: "a los ciudadanos no les interesa el caso Bárcenas".
Corren tiempos en los que la táctica del emborronamiento sistemático de la realidad es fácil de utilizar. El vertiginoso y acumulativo caudal de información y deformación con el que las nuevas tecnologías y la cultura del entretenimiento invaden los medios de comunicación para formatearlos a su antojo, hace que la memoria reciente colectiva -como si una extraña pandemia de enfermedad de Alzheimer nos afectara a todos- se pierda en los agujeros negros de la actualidad. Solo así podemos explicarnos que la cúpula del PP con Rajoy a la cabeza, resista las contundentes evidencias que confirman la contabilidad b del partido, el cortijo en el que convierten las instituciones que controlan y los sobresueldos en b que recibieron para mantener el status quo económico y social que su condición de titulares "naturales" del poder en la "gran" España que heredaron de sus padres y mentores, merece.
¿Qué extraño sueño de la razón afincado en este país, permite que Rajoy siga en su puesto de mando, y que él y sus conmilitones no se hayan ido ya por el desagüe del descrédito y la desvergüenza? ¿Qué más "detalles" debemos conocer para que en cada comparecencia parlamentaria -sea por el asunto que sea-, en cada presencia ante los medios, en cada encuentro con ellos en la calle... iniciemos la conversación con un "¡Váyanse ya!"?
Su desaparición política es un requisito indispensable para iniciar el largo viaje de regeneración democrática que necesitamos.
Pero siendo este un asunto sangrante, no lo son menos otros escándalos que cada día nos cuentan los periódicos y las radios -de las teles mejor no hablar salvo excepciones puntuales- y a los que apenas reaccionamos durante los escasos días en que dominan la actualidad. A los que cualquier puente, la Navidad, el verano, una catástrofe natural al otro lado del mundo, un suceso vinculado al mundo de la farándula... ponen rápidamente sordina.
Somos una sociedad débil, flácida, simplista, individualista, que ha perdido la confianza en la actuación colectiva, sea ésta política, sindical, civil... Y que tampoco propone otras alternativas para responder cuando sea menester, con eficacia y contundencia, a los amos "del cortijo que somos". Para al menos servir de contrapeso social a las élites "de siempre", a las que mantienen su posición económica y social a pesar de la crisis, en connivencia con los 100 banqueros españoles que cada uno cobraron, envueltos en el silencio de los corderos, más de un millón de euros en 2012. Mientras, el abismo económico entre pobres y ricos aumenta, la igualdad de oportunidades se difumina con los recortes en Educación, las mujeres de los segmentos menos favorecidos de la sociedad son abocadas a abortar de nuevo clandestinamente con riesgo para su salud y su vida... Caminamos a paso de gigante hacia una monarquía bananera, socialmente dual, desintegrada, insolidaria, potencialmente violenta e intelectualmente subdesarrollada.
Pero, por mucho que pretendan confundir los hechos con frases demagógicas y fútiles argumentarios, a los del PP poco les importa esta deriva. No les compete. Su Estado no está para dirigir el barco común. Contra más delgado, mejor. Ellos viven bien en "el sálvese quién pueda" del neoliberalismo -también llamado ley de la jungla-. Lo suyo es conservar lozanos sus cortijos: el de Blesa, el de los Áznar, el del la Conferencia Episcopal, el de Rajoy, el de Rato... El de los de siempre. Con otras caras, pero con los mismos propietarios.
Y lo están consiguiendo, dejándonos a los otros -a los que nunca tuvimos cortijo- mas inermes que nunca. Sin armas ni ánimos para enfrentar al hobessiano y determinista devenir de la historia, que convierte, si nadie la encauza desde la razón y la justicia, en más débiles a los débiles de cuna y en cada vez más fuertes a los hijos del éxito.
"Cansados de tanta fatiga" como titula Fernando Vallespín una de sus últimas reflexiones. Con el hastío que produce "el que no pase lo que ya debería estar pasando". Y así seguiremos hasta que la indignación, poco a poco, se convierta en aburrimiento. Y se asiente la convicción de que poco queda por hacer y de que nada va a cambiar por mucho que nos esforcemos.
Un triste panorama que ya se ha instalado, fruto de la habilidad de la derecha española -amalgamada en el PP- para colgar el cartel de "todos los políticos son iguales" (el empate es su victoria). Cierto es que con el firme apoyo de los graves errores cometidos por la izquierda, hundida en las últimas décadas en el aburguesamiento ideológico y práctico, cuando no cayendo directamente en "la trampa" de los cantos de sirena del amiguismo cutre y la beautiful people... O quizás simplemente por la misma condición humana.
Sea por lo que fuere, dan ganas de decir: "que se metan su cortijo donde les quepa". O aquello que tan bien expresó Xosé Luis Barreiro "cuando el jaleo comience de verdad, conmigo que no cuenten". Lo difícil para algunos entre los que me cuento, es tener el cuajo para mantener esa postura pase lo que pase. Feliz Navidad a todos. Menos a ellos.
Para ponerle imagen y palabras al concepto, el discurso alternativo en Cuatro al del Rey en Nochebuena, por Pablo Iglesias -profesor de Ciencias Políticas en la UCM-.
¿Qué extraño sueño de la razón afincado en este país, permite que Rajoy siga en su puesto de mando, y que él y sus conmilitones no se hayan ido ya por el desagüe del descrédito y la desvergüenza? ¿Qué más "detalles" debemos conocer para que en cada comparecencia parlamentaria -sea por el asunto que sea-, en cada presencia ante los medios, en cada encuentro con ellos en la calle... iniciemos la conversación con un "¡Váyanse ya!"?
Su desaparición política es un requisito indispensable para iniciar el largo viaje de regeneración democrática que necesitamos.
Pero siendo este un asunto sangrante, no lo son menos otros escándalos que cada día nos cuentan los periódicos y las radios -de las teles mejor no hablar salvo excepciones puntuales- y a los que apenas reaccionamos durante los escasos días en que dominan la actualidad. A los que cualquier puente, la Navidad, el verano, una catástrofe natural al otro lado del mundo, un suceso vinculado al mundo de la farándula... ponen rápidamente sordina.
Somos una sociedad débil, flácida, simplista, individualista, que ha perdido la confianza en la actuación colectiva, sea ésta política, sindical, civil... Y que tampoco propone otras alternativas para responder cuando sea menester, con eficacia y contundencia, a los amos "del cortijo que somos". Para al menos servir de contrapeso social a las élites "de siempre", a las que mantienen su posición económica y social a pesar de la crisis, en connivencia con los 100 banqueros españoles que cada uno cobraron, envueltos en el silencio de los corderos, más de un millón de euros en 2012. Mientras, el abismo económico entre pobres y ricos aumenta, la igualdad de oportunidades se difumina con los recortes en Educación, las mujeres de los segmentos menos favorecidos de la sociedad son abocadas a abortar de nuevo clandestinamente con riesgo para su salud y su vida... Caminamos a paso de gigante hacia una monarquía bananera, socialmente dual, desintegrada, insolidaria, potencialmente violenta e intelectualmente subdesarrollada.
Pero, por mucho que pretendan confundir los hechos con frases demagógicas y fútiles argumentarios, a los del PP poco les importa esta deriva. No les compete. Su Estado no está para dirigir el barco común. Contra más delgado, mejor. Ellos viven bien en "el sálvese quién pueda" del neoliberalismo -también llamado ley de la jungla-. Lo suyo es conservar lozanos sus cortijos: el de Blesa, el de los Áznar, el del la Conferencia Episcopal, el de Rajoy, el de Rato... El de los de siempre. Con otras caras, pero con los mismos propietarios.
Y lo están consiguiendo, dejándonos a los otros -a los que nunca tuvimos cortijo- mas inermes que nunca. Sin armas ni ánimos para enfrentar al hobessiano y determinista devenir de la historia, que convierte, si nadie la encauza desde la razón y la justicia, en más débiles a los débiles de cuna y en cada vez más fuertes a los hijos del éxito.
"Cansados de tanta fatiga" como titula Fernando Vallespín una de sus últimas reflexiones. Con el hastío que produce "el que no pase lo que ya debería estar pasando". Y así seguiremos hasta que la indignación, poco a poco, se convierta en aburrimiento. Y se asiente la convicción de que poco queda por hacer y de que nada va a cambiar por mucho que nos esforcemos.
Un triste panorama que ya se ha instalado, fruto de la habilidad de la derecha española -amalgamada en el PP- para colgar el cartel de "todos los políticos son iguales" (el empate es su victoria). Cierto es que con el firme apoyo de los graves errores cometidos por la izquierda, hundida en las últimas décadas en el aburguesamiento ideológico y práctico, cuando no cayendo directamente en "la trampa" de los cantos de sirena del amiguismo cutre y la beautiful people... O quizás simplemente por la misma condición humana.
Sea por lo que fuere, dan ganas de decir: "que se metan su cortijo donde les quepa". O aquello que tan bien expresó Xosé Luis Barreiro "cuando el jaleo comience de verdad, conmigo que no cuenten". Lo difícil para algunos entre los que me cuento, es tener el cuajo para mantener esa postura pase lo que pase. Feliz Navidad a todos. Menos a ellos.
Para ponerle imagen y palabras al concepto, el discurso alternativo en Cuatro al del Rey en Nochebuena, por Pablo Iglesias -profesor de Ciencias Políticas en la UCM-.