domingo, 24 de febrero de 2013

Cine de Oscar 2012 (antes de que los den)


"Zero Dark Thirty" de Kathryn Bigelow. Reabautizada en castellano como "La noche más oscura"; algunos dicen que en homenaje a San Juan de la Cruz. Se trata de una película con la envergadura narrativa, dramática y emocional de una novela histórica. Con un extraordinario trabajo previo de documentación, imposible sin la colaboración de la CIA, del mismo guionista que colaboró con Bigelow en "En tierra hostil". Un trabajo a medio camino entre el documental y la ficción que arrastra al espectador al centro de la trama, para mirarla desde dentro. A través de un complejo entramado de historias individuales, entre las que destaca la de la protagonista Jessica Chastain, con una intensidad y profundidad que transita desde la intemperie y el dolor hasta la gloria secreta, bordeando la neurosis obsesiva. 
No hay maniqueismo ni doctrina ni relato moral en la película. Es un retrato lleno de matices, luces y sombras que le dotan de una incontestable credibilidad. Sin manipulaciones emocionales que atraigan y edulcoren una historia dura y descarnada. Más allá de sí las torturas (interrogatorios "mejorados" les llama la CIA) fueran necesarias o no (tal como sostiene la administración Obama) para encontrar la pista que finalmente llevo hasta Bin Laden. 
No es una película contra la tortura, pero tampoco la justifica ni la deja de justificar. Es el retrato poderoso e incómodo del largo proceso para encontrar a Bin Laden, de una directora valiente que vuelve a demostrar una gran solvencia para hacer gran cine de la historia reciente, algo que de entrada parece extraordinariamente difícil. 
Por el retrato psicológico de los personajes, el manejo de las escenas de acción (algunas de alto riesgo como el asalto nocturno al bunker del yihadista), la intriga, la tensión narrativa... para mí se merece el oscar a la mejor dirección. Sólo una duda: si alguna vez se demuestra (lo que en estas historias siempre puede ocurrir) que los hechos narrados han sido manipulados interesadamente, el valor de la película se desvanecerá completamente. Por el momento, un rotundo 9.


"The master" de Paul Thomas Anderson. No es una película sobre la Cienciología. Ni siquiera te queda claro si la defiende o la ataca. Sólo la utiliza para acoger la batalla entre dos personajes radicales que representan los extremos en los que todos nos movemos: el superego inclemente, desalmado e insaciable y las pulsiones desatadas del imprevisible inconsciente. Un enfrentamiento fascinante protagonizado por dos actores inmensos: Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman. El primero: un sociópata borracho, veterano de guerra, violento y atormentado. El segundo: un megalómano carismático y manipulador, el líder de una iglesia nueva. Dos polos opuestos que se atraen, se nutren el uno del otro durante un tiempo y finalmente se separan para siempre. 
En "The master" es mucho más lo que se sugiere que lo que se muestra. Por eso gana mucho cuando la recuerdas, unas horas después de levantarte de la butaca. Está llena de elipsis tortuosas que te envuelven y te sorprenden continuamente, que te descolocan sin dejar de interesarte. Envueltas en una atmósfera perturbadora, en la que nada se subraya y lo superfluo no aparece. La presencia visual y gestual de los protagonistas, los largos planos que se les dedican, las conversaciones lentas y rotundas con la cámara fija en muchos casos... son suficientes para transmitir el combate universal que en la película se celebra.
Impresionante el dolor físico y la deformación corporal que el personaje de Phoenix contiene: la violencia de su autoexclusión social, su fatalismo estructural, la guerra interior que le corroe, el pecado original que le incapacita para disfrutar más allá de unos instantes de la paz y la serenidad.... Todo ello dibujado en su rostro desvariado. Y sin embargo..., él es finalmente el que de verdad se opone -desde el lugar más extremo y esencial de la conciencia; desde la libertad, la compasión y la ternura- a la falsedad y a la avaricia del charlatán que vende abrigos sin mangas a las conciencias culpables, deseosas de redimirse con palabras vacías por un puñado de dólares.
Magnifica la escenificación final de esa victoria, en el encuentro corporal, lleno de frescura y dignidad, con una mujer desconocida, quizás tan vulnerable como el propio Phoenix. Con la risa tonta de esa felicidad que se conoce inevitablemente efímera, pero que después de la batalla ganada o perdida, aparece más deseable que nunca. 
Compleja pero magnífica, merecedora del oscar a la mejor película y a las dos interpretaciones masculinas. Otro 9 largo.


"Amour" de Michael Haneke. Sí, su película más tierna. Pero también una obra mayor en la plenitud de un director soberbio. Rezumando precisión y ese sabor clásico que da la expresividad justa, la cámara en el lugar justo, con los movimientos justos. La historia de un amor limpio, cercano, civilizado. De un hombre y una mujer a los que el dolor se les cae encima, sin avisar. Y en el ocaso de sus vidas, plenas y serenas hasta ese momento, tienen que aprender, sin maestros que los dirijan, a afrontar un último e inesperado registro: el de la dependencia y la muerte. Y lo hacen con una dignidad encomiable. Como la que su director quisiera tener cuando le toque. Hay mucho de anuncio en "Amour". Por algo los cuadros de las paredes de la casa donde la acción transcurre, son de sus padres y él escoge la música que acompaña los días de ese amoroso matrimonio.
Con el que pretende implicarnos. Ya en la primera escena, es la pantalla la que mira al patio de butacas lleno de espectadores que esperan el comienzo del concierto. Y a continuación, en cada escena, Haneke, como siempre, nos interpela, nos incomoda, nos incita a empujar para acelerar el desenlace, para acabar con el desasosiego que nos impide descansar en la butaca... Para llegar al final que todos intuimos, que conocemos de antemano... Pero que no vendrá hasta que todos los territorios de la vida sean recorridos: la infancia, los recuerdos, las historias compartidas, las palabras nunca pronunciadas, el silencio que todo lo dice, el deterioro, los errores, la impotencia, la rebelión, la indignidad, los luminosos instantes de felicidad, la poesía de la cotidianidad, el aislamiento del resto del mundo que permite la innegociable intimidad que ese tramo de la vida necesita... Todo madura hasta que llega el momento cumbre, brillante, emocionante, eterno, sereno..., en el que el "Amour" de Haneke alcanza su plenitud. Un momento eterno que redime al espectador de todo el malestar sufrido en el resto de la película. Magnífico en esa escena -y en el resto del film- Jean Louis Trintignant. Yo diría que perfecto.
Haneke nunca da un respiro al espectador. Su personal manera de entender el cine, su modo de contar las cosas no se lo permite. Por eso, si un pero tiene para mí esta película es un tramo intermedio en el que nos suelta, nos deja libres e incluso a algunos les aburre. Es posible que sea un tramo necesario para alcanzar el excelso final al que he hecho referencia. O simplemente un efecto indeseado del profundo realismo de la obra. Para mí un 8.75 de obligada visita para el que no la haya visto aún.

Impunidad

El presidente del gobierno cree que somos tontos. Y puede que tenga razón. Su triunfal salida del debate sobre el estado de la nación, aplaudido durante varios minutos por los suyos, es una prueba de que la inmoralidad política se ha instalado ya entre nosotros. Y nadie parece capaz de impedirlo. 
Es cierto que el presidente, como un articulista afirmaba estos días, "si tiene quien le escriba". A diferencia del jefe de la oposición. Y que la táctica decidida es férrea y no admite ni matices ni reflexiones personales del "Grupo salvaje" en el que se ha convertido el PP y su gobierno. Ante la enésima pregunta de los periodistas sobre los sobresueldos de los dirigentes del partido y la oscura relación de Rajoy con Bárcenas, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, ayer en la conferencia de prensa tras el consejo de ministros, evita de nuevo nombrar al innombrable y afirma: "el PP ya les ha informado". Y ante la insistencia de algunos periodistas (los de los medios "no afines" por supuesto), añade: "no puedo informar sobre este asunto".
"Ya se aburrirán", están convencidos de ello. Y es posible que tengan razón. La táctica establecida parte de ese supuesto. Los Arriola y "la cocina" del PP conocen y aprovechan la extrema volatilidad en la memoria inmediata de la opinión pública y el vertiginoso ritmo informativo en el que estamos inmersos. Un sustrato ideal para tapar la basura con medidas contra la corrupción futura sin el más mínimo comentario sobre su propia y actual corrupción.


Y para eso, para incentivar el aburrimiento de la sociedad, apoyados en la grave debilidad de la izquierda -que ya parece definitivamente herida de muerte haga lo que haga-, celebran el exconjuro de la Queimada pepera en el Debate: "no pronunciarás jamás el nombre de Bárcenas y la pesadilla se desvanecerá". El "principio de silenciación" que Goebbels desarrolló y, lamentablemente, se actualiza día a día en nuestra escena política.
Ninguna voluntad de limpieza, los movimientos dependen sólo de la presión mediática. El extesorero cobró hasta el día en que salieron los papeles (por cierto en un fraude laboral para taparle la boca; no se puede cotizar por el que no trabaja) y además ahora pedirá el finiquito, que se le pagará con nuestro dinero, el que con nuestros impuestos financia los partidos políticos. Hasta cabe la posibilidad de que después consiga cobrar el paro.
Excelente trabajo de propaganda, no hay duda. Magnifica "la cocina" del PP de nuevo: "estábamos al borde del abismo y ahora ya hemos sacado la cabeza". Ningún dato avala esta afirmación. Pero es lo mismo..., se acuña, se propaga en el momento oportuno con la necesaria insistencia y... a tragar para siempre. Definitivamente tontos.
Pero lo peor es que esto no acaba aquí. Esta táctica que consagra la inmoralidad política y la asume como método, asoma de nuevo la cara en el enigmático comienzo del discurso de Rajoy. Seis millones de parados, de ellos 1.2 millones inmigrantes... ¿Preparando la ingeniería contable para el final de la legislatura? 
Poco importan las personas, sólo vale el poder. Así no se puede seguir. Hay que acabar con la impunidad en la que Rajoy y el PP se están instalando, expulsándoles del gobierno cuanto antes. A no ser que seamos definitivamente tontos o "más mansos que las vacas" (Beiras dixit). 

domingo, 17 de febrero de 2013

Moción de censura y elecciones anticipadas

De mentira en mentira hasta la victoria final, que se alcanzara por aburrimiento o resignación del ciudadano -"no es el momento de entrar en enredos"-. Algo que lleva camino de ocurrir -"acabará escampando, llegarán los espías para salvarnos"- y que debe evitarse si no queremos caer por muchos años en una sociedad acrítica, desalmada, desnutrida y cobarde. Este es el actual modus operandi del partido gobernante y de su desacreditado líder. De aplicación en el caso Gürtel/ Bárcenas y en los que están por llegar: negar siempre, tergiversar, cambiar el foco a cuestiones colaterales que nada tienen que ver. Presentar declaraciones de  la renta (muy significativas, por su cuantía, de cuál es el motivo de estar en política de algunos) cuando lo que se pregunta es por dinero negro. Se trata sólo de justificar no la renta de nadie, sino la existencia o no de sueldos complementarios opacos, donaciones ilegales al partido, financiación irregular del PP... Decir que el finiquito del tesorero era un pacto que incluía el pago de las cotizaciones hasta Diciembre, para al día siguiente reconocer implícitamente que se mantenía la relación laboral plena con  Bárcenas hasta el estallido mediático del asunto... Reiterados insultos a la inteligencia. 
El hecho es que la palabra de Rajoy ya no vale nada. Su credibilidad es nula después de estas semanas de silencios cómplices y salidas de pata de banco. Ha perdido la capacidad de querellarse contra un tesorero definitivamente evasor fiscal y presumiblemente corrupto. Ha perdido también el poder de destituir a ministros claramente insostenibles como Ana Mato. Se ha instalado en una imposible huida hacia adelante, con la sombra de la sospecha y el chantaje empujando por detrás, salpicando, embarrando y desacreditando cuanto toca: el Parlamento ninguneado, los medios de comunicación contaminados, los jueces... Y todo porque está preso de su críptico modo de gobernar el PP, que ahora traslada al gobierno del país. Esta preso de sus silencios culpables y de sus medias verdades. Un país no puede confiar en un presidente así, si se tiene respeto a sí mismo.
No se trata, y este es el mayor trampantojo del decorado que nos presenta el PP, de recurrir a la presunción de inocencia y al veredicto final de los jueces. La información que estas semanas se ha hecho pública, con independencia de si los papeles del extesorero alcanzan o no la categoría de prueba judicial, tiene en su conjunto la suficiente consistencia y coherencia como para darle una presunción de veracidad que obligue a asumir responsabilidades políticas. Ninguna se ha asumido ni se asumirá, porque el PP sabe que hacerlo convertirá al partido en un castillo de naipes, al socaire de cualquier soplido del Bárcenas de turno. Que los tiene en abundancia.


Pero no es sólo Rajoy el sujeto de la tormenta de descrédito que se abate sobre los ocupantes de las instituciones más importantes del país. Es, entre otros, el conjunto del PP. Como el ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo ha afirmado en un reciente artículo titulado "Los proveedores del Partido Popular", "puede sostenerse fundadamente que estamos, después de conocer los papeles de Bárcenas, ante una Contabilidad o Caja B de ese partido, algo expresamente prohibido por la la ley y que refleja su financiación irregular, por lo que confluye con el objeto del proceso de la trama Gürtel. Siempre a través del abuso de las donaciones anónimas y de otras operaciones ilícitas acreditadas en dicho proceso." Por tanto no es suficiente, por mucha mayoría absoluta que tengan, con sustituir al actual presidente por otro miembro del partido. No resuelve el problema fundamental de credibilidad política.
Es la hora, por tanto, de la oposición, de la alternativa democrática. Que debe liderar el PSOE, en su condición de segundo partido más votado. Es necesario que se den, para evitar el desprestigio interno y externo de nuestras instituciones de gobierno, los pasos que la Constitución dispone para situaciones de grave deterioro y riesgo para el Estado democrático: la Moción de Censura y la petición de dimisión del Presidente actual con la consecuente convocatoria de elecciones anticipadas que deberían abrir prácticamente una suerte de nuevo proceso constituyente. Elecciones anticipadas con caras nuevas y en las que todas las fuerzas políticas puedan presentar a la ciudadanía sus compromisos de regeneración, los radicales cambios en la estructura de los partidos políticos y en la ley electoral indispensables para volver a confiar en la democracia, sus alternativas reales en política económica... Y todos los striptease organizativos e individuales que quieran. 
Es seguramente una decisión de riesgo. Pero no arriesgar, en la situación de imparable declive ético en la que vivimos, es traicionar al país. Y para el PSOE, ésta es una buena oportunidad de renacer de las cenizas de la crisis económica e institucional que en su momento no supo afrontar con la contundencia necesaria.

sábado, 9 de febrero de 2013

¿Más pruebas?

No hacen falta más. No es el ámbito jurídico en el que estas cuestiones deben delimitarse en primer término. Sobre todo por las maniobras dilatorias que nuestro "garantista" ordenamiento permite y que sitúan a cualquier juez en inferioridad de condiciones frente a los mejores despachos de abogados del país, cuya legítima labor es obstaculizar al máximo su labor y conseguir, por ejemplo, que los hechos prescriban. O al menos retrasar el procedimiento hasta la exasperación. Aquí sólo es posible juzgar asuntos en pocos meses, como ha hecho Francia con el caso Strauss-Kahn, si colusionan intereses juridico-políticos concordantes, lo que por suerte no suele ocurrir. Véase la obscena excepción de Garzón para confirmarlo.

De ahí, el cantado refugio del PP en los procesos judiciales que se sustancien -si finalmente lo hacen- en los casos Gürtel- Barcenas. Y que se traduce en burdas frases de determinados palanganeros del partido, como Floriano, para oponerse a una Comision de Investigación en sede parlamentaria: "queremos que nos investiguen los jueces, no Rubalcaba". Poco respeto, por tanto, al órgano en el que reside la soberanía nacional: el Congreso de los Diputados es para él un mero sinónimo del pérfido Rubalcaba. El "pelo de la dehesa" le llaman a ese tipo de salidas subliminales. Ya se sabe "que la derecha es el poder y el poder le pertenece por naturaleza". Así inicia hace una semana su demoledora columna "Cortafuegos", Manuel Vicent.

¿No es suficiente el hecho de que fuera Rajoy el que designó en 2008 como tesorero nacional del PP a Luis Bárcenas, y el que lo mantuvo como tal en la sede del partido durante más de 1 año después de conocerse su clara vinculación con la red Gürtel, con abogado, despacho, secretaria y coche oficial? ¿No es suficiente eso para que su cargo político, aunque ahora sea presidente del gobierno, esté vinculado al de su tesorero? Y por ello, como ocurriría en cualquier país normal, deba dimitir al conocerse la multimillonaria evasión fiscal  de éste a Suiza y la amnistía que, con o sin su conocimiento directo, su gobierno ha estado a punto de concederle. Con independencia de que los papeles de Bárcenas sean o no falsos, verdaderos o mediopensionistas. Y tanto si él personalmente ha cobrado o no sobresueldos.


Pueril la explicación "no pedida" -son otras las que debe dar- de que no está en política para ganar dinero (brillante el artículo censurado con su consentimiento por El País de Miguel Ángel Aguilar sobre las andanzas de Rajoy en el Registro). Como bien dice David Trueba, "hacemos las cosas porque queremos, porque nos llenan en otros sentidos o valores. Es precisamente esa sensación de perder dinero con el servicio público la que suele inclinar a cargos electos hacia la inmoralidad de aceptar prebendas y compensaciones al esfuerzo". 

Esta tendencia, que seguramente afecta de forma transversal a gran parte del espectro político, es especialmente clara en el "modus operandi" de la derecha con su palmaria expresión en el paroxismo que se desarrolló en las Valencia y Baleares de la máxima hegemonía del PP. Las conversaciones de Camps con el Bigotes, el nepotismo de Fabra, el descaro de Matas y el Zaplana de "estoy en política para forrarme" son el ejemplo claro del cortijo recuperado tras unos años de la antinatural anomalía de la izquierda en el poder. Una corrupción sistémica del PP establecida "por derecho propio". Con aisladas dimisiones siempre retardadas, buscando minimizar -como así fue- su efecto electoral y vinculadas no a las responsabilidades políticas -nunca asumidas públicamente- sino a los hitos judiciales. Ese es el axioma en España y sobre todo en el PP. Para quien, con Cospedal a la cabeza, todo es siempre una conspiración contra su partido -del pérfido Rubalcaba por supuesto-. Afirmaciones gratuitas que no tienen coste político aunque nunca se prueben y que son muy útiles para la moral de la tropa incondicional y los medios de comunicación de acompañamiento, cada vez más imprescindibles.

La corrupción de la izquierda es, sin embargo, cutre, vergonzante, chapucera, clientelar. Muy inferior cuantitativamente, aunque no por ello más tolerable. Y que comparte con la derecha el enorme agujero negro de la financiación irregular de los aparatos de los partidos. Para mí el problema estructural más serio que traen a colación los papeles de Bárcenas: los donantes empresariales y particulares con las más que probables implicaciones en la consecución de contratos públicos. Un asunto que seguro ocurre en mayor o menor grado, en dependencia sobre todo del poder que ostentan, en todos los partidos políticos. Y que requiere, junto a la sustanciación de las responsabilidades políticas -incluyendo a Rajoy- que antes he comentado, una nueva y transparente Ley de Financiación de los Partidos Políticos, acordada por unanimidad -con el tiempo que sea necesario para ello y basada en una propuesta previa elaborada por expertos independientes- entre todas las fuerzas con representación parlamentaria. Una nueva Ley que, entre otras cosas, establezca que los Órganos Ejecutivos sean responsables, a todos los efectos, de las cuentas de sus organizaciones. Para que nadie pueda decir, como ahora se dice, "yo no sabía nada".

De lo de Ana Mato, prefiero no hablar. Es patética su resistencia, aunque como el juez Pedreira decretó, el asunto haya prescrito. Escudarse en eso para negar lo innegable es ridículo. ¡Con qué cara va a presentarse a los Consejos Europeos con colegas que por mucho menos que ella estarían en su casa hace años!

En suma, es altamente probable que los papeles no vayan, judicialmente, a ningún lado. Habrá asuntos que no entrarán cuantitativamente en la tipificación de delito, otros estarán prescritos, otros se perderán en la maraña procesal, el asunto se alargará en el tiempo hasta el infinito y se diluirá en la vertiginosa actualidad política... No importa. No hacen falta más pruebas ni justificaciones. No hacen falta. La manoseada presunción de inocencia es un derecho que vale para el proceso judicial, pero no fuera de él. No vale para la política. Hay suficiente información ya para que se pronuncie la palabra dimisión.

"Politicians and diapers must be changed often, and for the same reason".    Mark Twain

El escándalo del Staffordshire


Sobre el tema de la novela "Hagan sitio, hagan sitio" de Harry Harrison suscitada en el buen debate que se está celebrando en el post "Chapuza", y que de una forma más o menos directa entronca con la llamada del ministro japonés al harakiri geriátrico como la renovada aportación a la salvación de la patria que en su día hicieron los kamikaze, me interesa la responsabilidad individual de los trabajadores sanitarios en el escándalo del Hospital Staffordshire. Un asunto que a mí me recuerda mucho al libro "La casa de dios" de Samuel Shem que relata la vida cotidiana de un hospital norteamericano en los años 70 (post Vietnam) y, desde el ácido humor, dibuja un panorama de pacientes ancianos (los gomer) como meros "sufrientes" de las diversas formas de crueldad administrativa que pueden ocurrir en un hospital.

   
Pues precisamente la responsabilidad individual ha sido especialmente enfatizada en el informe y el catálogo de 290 recomendaciones para el NHS que, al hilo del caso, ha hecho la comisión de expertos que ha estudiado el caso de las muertes "innecesarias" en ese centro en los años 2005 a 2008. Y que serán de obligada aplicación en la sanidad pública británica a partir de ahora. Entre ellas destacaría la siguiente: "el personal del NHS -es decir, médicos, enfermeras, gestores...- deberá afrontar sanciones penales si encubren sus errores o los de sus colegas o los de su hospital en el trato que dispensan a los pacientes". Todo un alegato contra el corporativismo, pero también un reto y una contradicción en tiempos de recorte del gasto sanitario. Y, sobre todo, una obligación personal que será más importante de lo que creemos en los próximos años. Sin duda relacionada con la libertad de información a los medios de comunicación, puesta en entredicho recientemente por la actual Gerencia del Área Sanitaria Integrada de Ourense.
Y que más allá de elementos menores que puedan prestarse a una valoración simplista -o más o menos demagógica-, ha sido contestada en un excelente análisis de la asesoría jurídica del Colegio de Médicos de Ourense, que en uno de sus párrafos afirma: "...el SERGAS no puede pretender una limitación absoluta del derecho de expresión o información de su personal cuando su contenido se refiera a anomalías, irregularidades o situaciones en las cuales el ciudadano, último destinatario de los Servicios de Salud, tiene un interés directo en el conocimiento de cómo funciona un servicio público cuyo fin es su protección."
Atentos a estos espinosos temas. Seguir, mientras tanto, los comentarios del post "Chapuza". No tienen desperdicio.

domingo, 3 de febrero de 2013

Cine español (antes de los Goya)



“Grupo 7” de Alberto Rodriguez. El director de la más que notable “Siete vírgenes”. Quizás un número fetiche para él. Se trata de un film potente, creíble y, en consecuencia, emocionante. Con gran intensidad dramática, buen ritmo y excelentes interpretaciones. Sobre todo las de un atormentado Antonio de la Torre y un poderoso Mario Casas,  protagonistas ambos de la urdimbre psicológica sobre la que gravita una película de acción trepidante. Un género que está floreciendo en España con al menos una entrega anual de calidad: “Celda 211” hace dos años y “No habrá paz para los malvados” el curso pasado.
El escenario también refuerza la originalidad de la película: la Sevilla de los meses anteriores a la Expo. Muy buenas y espectaculares las escenas de acción y las persecuciones en las estrechas calles de la capital hispalense, con la estampa intermitente de esa Andalucía de imaginería religiosa en cada esquina, de trapicheo y de noches de juerga interminable, que a algunos nos recuerda la fuerza musical del Triana de nuestros años mozos.
Emociones y exageraciones -Sevilla en estado puro- de un comando de policía que realmente existió y cuyos integrantes reales declaran tras ver la película que la trama sí refleja la atmósfera que vivieron, aunque algunos no se reconocen en los personajes que los retratan. No puede ser de otra manera en un guión cinematográfico que se pretenda de ficción. En general verosímil, aunque con alguna escena imposible como la de la encerrona en el barrio “comanche” del que los agentes salen humillados, a gatas y en paños menores.
Es posible, por buscar algún defecto, que el film subraye en exceso -quizás para reivindicarse como tal- los lugares comunes de este tipo de películas: los borrosos límites éticos de la investigación y la acción policial, las presiones de los responsables políticos… O esa mirada tan masculina de la rivalidad, la lealtad y la amistad que aparece siempre en este género cinematográfico. Tan clásico como eterno. Y al que el cine español, aunque con cierto retraso, se ha incorporado sin complejos y con éxito de crítica y taquilla. Algo sacará en los Goya. Para mí, un 8.


“Blancanieves” de Pablo Berger. Hay quien opina que sin “The artist” ni se hubiera estrenado. Y otros que por la brillantez de su antecesora en la recuperación del cine mudo y en blanco y negro, no luce lo que debería lucir. La cuestión es que estamos ante una película audaz, brillante y apasionada. Realizada con mimo, yo diría que con amor paternal, por su director desde el primer al último fotograma. Una galería de cuidadísimas imágenes en las que cada detalle es un 10. Pura alquimia cinematográfica que bebe de los orígenes del séptimo arte, del neorrealismo posterior, de la pintura negra, de la expresividad del teatro clásico, de la opereta, del esperpento español, de la máscara de la tragedia y la comedia, de la literatura gótica centroeuropea… Un coctel de esencias que emociona y conmueve.
Original en su relectura del cuento de los hermanos Grimm, inspirada en la España oculta de la fotografía de Cristina García Rodero. Y que, desde la fidelidad al texto que lo sustenta, sitúa la historia en el oscuro mundo de la Andalucía de principios del siglo XX. Llenándonos los ojos y el corazón de poderosas sensaciones: el dolor, la ternura, la tristeza, la injusticia, el hambre, los sueños, el odio, los sentimientos nobles y también el retrato de esa vil pobreza, teñida de picaresca, que arrastra al español de aquellos tiempos –y de los actuales también- a la depravación moral.
Una película entre barroca y gótica con toreros, enanos, rituales y escenarios que inundan la pantalla. No es película que pueda verse en otro formato, es de gran sala, dependiente sin duda del medio natural en el que el cine se expresa en plenitud.
Con Maribel Verdú, y el resto de los intérpretes, dejándolo todo en cada gesto. Expresión en estado puro. Insólita, intensamente bella. El destino ha querido que no pueda, ya de antemano, tener suerte en los Oscar. Otro artista le adelantó por sorpresa. Una lástima porque se merece un largo 8.5.


“Lo imposible” de Juan Antonio Bayona. Podemos verla como una versión española del Hollywood de catástrofes, con el mismo objetivo: llegar al gran público y hacer taquilla. Si así fuera, nada que objetar. El cine de calidad es también una industria y ese componente comercial que, en nuestras películas, no solemos considerar siquiera, no es desdeñable. Sobre todo si el producto se hace con la brillantez técnica y narrativa que tiene “Lo imposible”.
Extraordinario comienzo de la historia real de una familia española que sufrió el tsunami del Índico en las navidades del 2004. Mucho mejor aún que el de Clint Eastwood en la fallida “Más allá de la muerte”. Excelente también el viaje emocional que le sigue. Donde aborda la ejemplar maduración personal del niño mayor y, con él, del resto de la familia. Un road movie más emocional que narrativo –todos conocemos de antemano el final de la historia-. Capaz, a pesar de esa aparente limitación, de transmitir potentes sentimientos al espectador: la ansiedad de la búsqueda infructuosa, la desolación, el sufrimiento.
Intensidad máxima en la acción y la emoción, innecesariamente subrayada por una cámara demasiado grandilocuente, por algunos efectos especiales prescindibles… Y sobre todo por los golpes de la música buscando incrementar el dramatismo en los momentos álgidos.
Magníficos Noami Watts y los niños. Cine español de calidad para el público internacional. En un género inédito hasta ahora en nuestra filmografía nacional. Un 7.5.


“Una pistola en cada mano” de Cesc Gay. Una película menor. Una sucesión de diálogos entre diversos personajes, siempre de dos en dos. Diálogos inteligentes si, irónicos también, con excelentes intérpretes por supuesto, con gracia e ingenio…
Pero demasiado parecidos a un Club de la Comedia que se oficia en monólogos entreverados con un hilo conductor común, que Elvira Lindo definió en un artículo posterior como “Hombres ridículos”. El desmantelamiento de los fundamentos del sexo fuerte, que los varones afectados encajan con facilidad y resignación. Conocedores como son de su debilidad intrínseca. Una fórmula repetida hasta la saciedad tanto en el cine español como en el internacional. Un paradigma que está bien, que tiene un público -en general ilustrado además- que lo va a valorar y a disfrutar si se le muestra desde el ingenio y el humor elegante. Hombres perdedores con sonrisa "Profident" y espíritu deportivo –fair play-. Tipos en crisis estructural, mujeres inteligentes y valientes. Pocas fisuras en un discurso muy reconocible, muy políticamente correcto.
Historias todas sobre el mismo asunto que confluyen, “naturalmente” en una escena final que nada aporta. Muchas palabras y poco cine. Un 5.5.

NO OS PERDÁIS EL DEBATE EN EL post "CHAPUZA".