Se estrecha el cerco. Acaban con todo. El cine de autor, proyectado en salas de exhibición en versión original subtitulada, también se extingue. Una noticia terrible para los que disfrutamos con él. Para los que de él nos alimentamos. Y una vuelta de tuerca más al ya palmario empobrecimiento cultural incontenible que nuestro país registra.
Ya hace años que cerraron en Ourense y otras ciudades pequeñas, las salas que incluían en su cartelera una oferta diversa, mezclando todo tipo de películas: comerciales, Hollywood, cine nuevo y distinto, buen cine de autor recién salido del horno... Para todo tipo de públicos. Como debe ser.
Con aquel cierre precedido de una lenta agonía, sólo quedaron en el entorno de "provincias", empresas de exhibición que sólo atienden al cine masivo, de palomitas, refresco y golosinas. De ahí que las distribuidoras independientes de cine de autor, en buena parte europeo, supongan en España nada más que el 18% de la cuota de mercado frente al 82% de las majors estadounidenses, cuya estrategia de negocio queda clara en la conocida frase de un magnate empresarial de Hollywood: "nosotros hacemos películas buenas, malas y regulares, pero necesitamos venderlas todas". Por ello, el escenario español era ya antes del cierre de Alta Films muy distinto al de Francia a Italia, con porcentajes equilibrados en la distribución cinematográfica. Y diametralmente opuesto al de países como Finlandia y Dinamarca en el que las cifras se invierten (algo tendrá que ver esto en los buenos resultados de los informes Pisa).
El hecho es que para los que necesitamos este tipo de cine sólo nos quedaban, a día de hoy, Madrid, Barcelona, los cineclub y algunas islas exóticas como una sala de A Ramallosa en Bayona (Pontevedra) en la que un empresario romántico (nadie sabe cómo lo consigue) mantiene en su programación habitual el mejor cine de autor de estreno.
Y ahora Alta Films también se rinde. Gonzalez Macho, el maestro que nos permitió ver en España "Dersu Uzala", "The artist" y tantas otras joyas, tira la toalla. Los Renoir, los Floridablanca, los Alphaville (ahora Golem) pueden cerrar en breve. Esos lugares de refugio para soñar y sentir con el buen cine, corren un alto de riesgo de desaparecer para siempre. Esos viajes a Madrid y a Barcelona marcados por la ilusión de ver la última de Haneke, de Polanski, las "Palmas" y las "Conchas" del año, el último "Oso de Oro", los premios de Sundance, las novedades del panorama internacional..., ya no tendrán sentido. Se acabaron las enchentas de dos pelis por día. Y, sin ellas, algo se muere en el alma, como cuando un amigo se va.
No quiero echar la culpa a nadie en concreto: el incremento del IVA, la rácana política cultural en la promoción del cine independiente de los gobiernos del PSOE, la destructiva del actual gobierno del PP, el cambio en los usos y costumbres del público joven, las nuevas tecnologías, la falta de apoyo institucional de las televisiones públicas (como dice Pere Gimferrer, académico de la lengua y poeta: "si creemos que las series de TV es lo mejor que se hace ahora en el audiovisual, vamos listos") ... Seguramente hay un poco de todo.
No lo sé, pero el cierre de Alta Films es todo un "síntoma" de por dónde van las cosas, del desprecio imperante por todo lo que no produce beneficios inmediatos y masivos, de la falta de interés por la formación cultural de jóvenes y mayores (en general por la formación de espíritus críticos con opinión propia más allá de lo epidérmico-mediático), de la desprotección y el abandono del hecho cultural...
Y que, como dice Elvira Lindo, "esa minoría esencial para un país que aprecia y se nutre de lo no mayoritario, va a quedarse huérfana". Cada día más motivos de tristeza, más razones para bajarse de este mundo, al menos de este país que parece hundirse sin remedio. Sin rencor, pero también sin olvido, deberemos buscar nuevos refugios desde los que iniciar la reconquista.